Un diálogo increíble. Así se puede definir el intercambio verbal y discusión de Cristina Fernández con los vecinos de Tolosa, tras el trágico temporal de la Ciudad de La Plata que dejó 48 muertos —hasta el momento— y miles de evacuados.
Es difícil creer que ante las víctimas de las inundaciones la mandataria discuta como si fuese una trifulca partidaria en la que hay que ganar sí o sí, aludiendo —como en la tragedia de Once— a sus propios dramas, demostrando que ella conoce de la vida “terrenal”, infructuoso intento por aparentar que los millones y millones de su patrimonio no la alejaron del ciudadano común. Falso. La alejaron más que nunca.
“La lluvia no es peronista ni radical, es lluvia”, alcanzó a decir CFK ante la desesperación de los afectados por las inundaciones. “Morimos ahogados”, reclamó una vecina, y la Presidenta respondió increíblemente “No, si estás hablando conmigo acá”. ¿Acaso hablar con ella evitó por arte de magia las muertes?
El punto más irrisorio de un egocentrismo que no encuentra límites y que acompaña a una gran parte de las fuerzas políticas. Ante el enojo de los vecinos, acudió rápido a su historia de vida: "Cuando era muy chica, mi casa se inundó; sé lo que es perder todo”, contando además que su madre se negaba a abandonar su casa, que no tenía luz ni gas. Como en la tragedia de Once, cuando aseguró a los familiares de los que murieron en el Sarmiento que ella sabía lo que era el dolor, que los que perdieron a sus seres queridos en el nefasto tren no entendían aún de qué se trataba dicho sufrimiento.
¿Cómo es posible que no comprenda que sus supuestas tragedias o pérdidas no explican las tragedias actuales? ¿En qué ayuda decir esto a aquel que está atravesando un drama? Se transforma así en una máquina política, fría, calculadora, programada para matar o morir sin siquiera analizar a quién tiene enfrente, personas quebradas y doblegadas que perdieron todo.
El kirchnerismo deja frases fatídicas, inolvidables por su enormidad decadente y ridiculez. Como la del Ministro de Planificación Julio De Vido, luego de la masacre ferroviaria del 22 de Febrero de 2012, en la que señaló que “nunca se contabilizan las muertes que no se producen”, el colmo de la búsqueda de la justificación con catastrófico resultado. Pero esta línea de razonamiento forzado se extiende a todos los funcionarios de primera línea del Gobierno Nacional. Justificar todo, defender lo indefendible. La referencia de Cristina a que antes no estaba entubado el Arroyo del Gato no hace más que seguir esta manera de argumentar que se pulveriza cuando choca con la realidad de lo acontecido.
El video crudo y sin maquillaje, no por cuestiones estéticas, de este encuentro de urgencia con los vecinos platenses, expone lo que sucede cuando no hay aplaudidores rentados, cuando no está La Cámpora, cuando no hay actores K en la platea o cuando no están las fuerzas de choque que evitan el ridículo de los funcionarios, luego de la experiencia de los abucheos al vicepresidente Amado Boudou y al vice ministro de Economía Axel Kicillof. En ese contexto no hay oratoria, números ni cifras que valgan. Los discursos políticos, no es novedad, están alejados de los problemas cotidianos de los ciudadanos y este cruce lo comprobó de forma contundente.
Quedará por aprender del desastre, consigna siempre pendiente y sin mucha esperanza de que eso suceda por parte de la dirigencia política. Quedará por construir un plan serio de emergencia en vistas de los cambios climáticos, ya anunciados hace mucho tiempo por los científicos del mundo. Y esa es la realidad, la que puede mostrar que con planes de contingencia de primer nivel países como Estados Unidos o Japón pueden soportar tornados, huracanes y tifones, no siempre con resultados exitosos pero sin duda con un abordaje radicalmente opuesto a la desidia y el despilfarro de fondos públicos en Argentina. Esa es la realidad, la que rodea a Cristina.
Sebastián Turtora
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