No hay duda de que las grietas del modelo son cada vez más evidentes. La devaluación forzada de la semana pasada, el cepo al dólar, el alza generalizada de los precios y las fallas en infraestructura energética y de transporte, son las consecuencias lógicas de un modelo que durante muchos años priorizó el consumo y el crecimiento a tasas chinas, en lugar de la inversión y el desarrollo responsable.
El modelo K de elevado gasto público, subsidios, consumo y alto crecimiento, no podía durar para siempre. El virus de su propio agotamiento yace en su misma concepción. No se puede crecer tanto y tan rápido. El verdadero crecimiento es siempre progresivo y a mediano-largo plazo.
Este modelo dejó de lado la inversión que necesariamente debía acompañar el progreso. Y un día la capacidad y la infraestructura del país no aguantaron más.
No se puede crecer más rápido de lo que aguanta el país, porque esto supone postergar cuestiones estructurales fundamentales. El ejemplo claro es la capacidad energética, la calidad del transporte, y la falta de inserción en el mercado laboral formal de amplios sectores populares que progresaron al calor de subsidios y trabajo informal.
Existe el consenso en que un crecimiento importante siempre genera cierta inflación. Este fenómeno se encuentra controlado cuando el crecimiento es responsable y es parte de un plan integral.
Pero cuando "el Modelo" deja de ser responsable, la inflación alta termina no siendo un buen síntoma (ya sea por la emisión necesaria para sostener el gasto, la falta de oferta de ciertos productos en el mercado, o por el mismo engolosinamiento del empresariado).
Esto es algo que siempre se supo que pasaría en el mediano plazo, pero que el oficialismo ocultó a la espera de poder cubrir estas deficiencias con acuerdos de precios, intervención del INDEC, restricciones a las importaciones, cepo al dólar, o la aparición de riquezas extraordinarias que pudieran equilibrar el sistema (como las reservas de Vaca Muerta o una Soja de U$600). Parches.
Sin embargo hay que decir también que estos "parches" sirvieron para mantener y sostener el proyecto kirchnerista durante largos años.
Durante este período, todas estas soluciones creativas fueron suficientes para mantener buenos niveles de consumo que alentaron el crecimiento. Hasta 2013 los aumentos de las paritarias superaban los índices de inflación, aún de los privados.
Obviamente todos estos parches no daban solución al problema de fondo que Roberto Lavagna ya había anticipado a Néstor Kirchner, y que precipitó su salida del gobierno: Para seguir progresando había que crecer a tasas modestas y corregir ciertas variables del gasto público y los subsidios. El modelo, como dijimos, se iba a agotar en el mediano-largo plazo.
Esto explica a las claras por qué Moreno es considerado un prócer dentro de las filas kirchneristas que le reconocen una creatividad única a la hora de inventar soluciones poco ortodoxas para sostener las políticas económicas. En definitiva, es gracias a muchos de sus famosos y criticados parches que "El Modelo" se sigue sosteniendo.
Habiendo aclarado todo esto, de lo que realmente interesa hablar es de la irresponsabilidad con la que la oposición se manejó durante todos estos años.
Nunca en esta década se han preocupado en explicar de forma simple cuáles eran los riesgos del proyecto oficialista en el largo plazo. Más bien se han dedicado a presagiar constantemente que se "agotaba el modelo" cada vez que aparecía alguna grieta o deficiencia.
Ante cada una de estas grietas, había un "parche" de Moreno. La "crisis inminente" nunca llegaba y la credibilidad de la oposición se fue erosionando. En 2011 nadie les creyó, y con variables económica favorables, Cristina les enrostraba un 54% de apoyo en las urnas.
Merecido castigo para una oposición que en lugar de explicar las posibles deficiencias del proyecto kirchnerista, se preocupó por generar climas adversos para probar que el sistema fallaba, tal como ellos pensaban.
Lamentablemente para ellos (y nosotros), el gobierno demostró una sorprendente habilidad para cubrir estas deficiencias. El problema es que sin solucionar las cuestiones de fondo, complejizaba cada vez más la solución definitiva que quedaba postergada. Así las cosas, el show continuó con la credibilidad de la oposición por el piso, el gobierno inmune a las críticas y "el modelo" cada vez más complejo y enroscado.
Desde 2012 y hasta principios de este año, las políticas públicas K comenzaron a mostrar su verdadera cara. La falta de direccionamiento de las políticas de gobierno en los últimos años, y una economía emparchada terminaron mostrando la falta de inversión en materia de transporte (tragedia de Once), una crisis energética que consume las reservas y nos deja sin luz en el verano, y una inflación proyectada en casi el 30% para 2014.
Para principios de este año el gobierno ya se dio cuenta de que no van a llegar las soluciones mágicas, y que es necesario ajustar y corregir algunas variables. Obviamente, este ajuste ahora tiene que ser mucho más brusco que si se hubiera optado por seguir las recomendaciones de Lavagna.
El ajuste es una solución absolutamente necesaria para evitar una crisis profunda. Y así lo entendió el gobierno: La devaluación, la apertura del cepo, el sinceramiento del INDEC, la búsqueda de mayor credibilidad y créditos en los organismos internacionales, moderación en la negociación de paritarias, y una cierta apertura a intentar controlar gastos superfluos del estado (como fútbol para todos) son políticas orientadas en tal sentido. Aún harán falta más.
Vale aclarar que estas medidas, son las que venía reclamando la oposición.
Realizado el ajuste gradual y responsablemente, no deberíamos caer en una crisis. La credibilidad en el gobierno a la hora de realizar estos cambios, va a ser un factor clave.
También va a ser necesario hacer entender a los argentinos que quizás tengan que gastar más plata en bienes y servicios esenciales en lugar de en bienes de lujo. Todo esto para poder encarrillar al país y colocarlo en las vías del crecimiento responsable.
Una vez más, quiero detenerme en el análisis del rol de la oposición ante esta nueva coyuntura. Y es que a pesar de que muchas de las medidas adoptadas son las que se vienen reclamando hace tiempo, la mayoría de los opositores han salido a criticarlas y a presagiar una crisis inminente. Es esta una oposición que antepone sus intereses políticos a los del conjunto.
En lugar de comunicar al pueblo las cosas como son y pelear por el bien común, prefieren suplir su carencia de propuestas y su imposibilidad de comunicar y criticar responsablemente con ataques al gobierno. Ataques que con la realidad actual no hacen más que minar la confianza de un gobierno que es la de su propio país, y que es necesaria para atravesar este momento sin caer en una crisis que condene a millones a la pobreza.
No se explica por qué estamos escuchando una catarata de opositores fanfarroneando con el fin del modelo y criticando alegremente las medidas que anteriormente solicitaban. Nuevamente, en lugar de ayudar el país, se encuentran más ocupados regocijándose sobre el fracaso del modelo de consumo. Una irresponsabilidad.
Sería deseable que el gobierno y la oposición dejaran de jugar un partido que poco tiene que ver con la realidad y los intereses de la gente, y que entiendan que el pueblo espera ansioso una propuesta que ofrezca a la sociedad un proyecto serio y responsable. Espero que podamos aprender de la experiencia y avanzar hacia el futuro.
Nicolás Sarlenga