Ernesto Clarens, en los últimos diez años, pasó de ser un simple broker a uno de los operadores más poderosos del kirchnerismo. Este lunes, el colega Juan Cruz Sanz desnudó en el portal Infobae su relación con el matrimonio Kirchner, los negocios con Lázaro Báez y su extraño perfil bajo:
Clarens tiene 63 años, una historia forjada en el microcentro porteño y cimentada en el sur patagónico. La historia tiene coincidencias y el destino tiene travesuras. En los ochenta, Clarens instaló sus primeras oficinas como operador bursátil, bajo la máscara de Finmark, en el mismo edificio que funcionaba la sucursal Buenos Aires del Banco de Santa Cruz, pieza clave de la estructura estatal de la provincia patagónica por aquel entonces.
El tiempo pasó y la entidad financiera santacruceña colapsó. En la pelea por la privatización y la sudestada política que soplaba en Río Gallegos, Clarens conoció a un pujante gerente del Banco de Santa Cruz: Lázaro Báez. Luego de un par de cenas y charlas, el financista se convirtió en un consejero fundamental del proceso de privatización que, luego de más de un año y medio de idas y vueltas, marchas y contramarchas, quedó en manos del grupo Eskenazi. Ese proceso fue complejo y estuvo plagado de irregularidades que llevaron al entonces procurador de la provincia, Eduardo Sosa, a iniciar a una investigación. La iniciativa no prosperó y Sosa fue expulsado de su cargo por mandato de Néstor Kirchner. En esos tiempos todo era extraño. Por su llegada directa al despacho del gobernador, Báez se transformó en el jefe del banco en las sombras y, por pedido de Kirchner, se encargó de que en el medio de cheques voladores, sea la constructora Gotti, la predilecta de los Kirchner para la obra pública, la única que cobrara sus certificados de obra. Los gestos de Báez con Gotti como operador del vaciamiento del banco le sirvieron para que, una vez desembarcado el grupo Eskenazi, llegue a la constructora como enlace entre el Estado y la empresa. Clarens ya no era el mismo: ahora tenía el teléfono directo de un gobernador y de su principal operador.
Buscando crecer en el negocio, Clarens entabló relaciones con banqueros de Tierra del Fuego y les propuso un negocio: establecer una financiera en un lugar donde ese tipo de cosas no existían. Así nació Credisol, una suerte de cueva financiera que, gracias a los contactos con Kirchner, consiguió transformarse en la única firma autorizada para la entrega de créditos a empleados públicos de la provincia de Santa Cruz. El negocio era redondo. Por contactos, apareció en Credisol para trabajar para Clarens, Mario Gerardo Finkelberg, quien fuese director y vicepresidente del Banco de Tierra del Fuego. Finkelberg estuvo investigado por presunta participación en estafas al banco y vaciamiento. Junto a Finkelberg llegaron también al sur Clara Esther Lamberti, cuñada de Clarens, y Eduardo Roca, socio del financista. Quizás, la relación entre Finkelberg y los Clarens no es casual: en 2003 Graciela Ocaña denunció al Banco de Tierra del Fuego por lavado de dinero en la simulación de compra y venta de dólares. Cuando explotó la investigación, Máximo Kirchner, el hijo de Néstor y Cristina, retiró 10 plazos fijos a su nombre por más de un millón de pesos que estaban radicados en ese banco. Los tentáculos del poder lo cubrían todo.
El triángulo Clarens-Báez-Kirchner empezó a crecer. Así Clarens se transformó en el eje central entre el Gobierno de Santa Cruz y la obra pública. ¿Por qué? Por sus relaciones, era el único que tenía la espalda necesaria para poder tomar certificados de obra pública, entregar dinero, cobrar su interés y recibir luego el ingreso estatal. La rueda se aceitó y los negocios empezaron a aflorar.
Nueve días antes de la asunción de Néstor Kirchner, Lázaro Báez creó Austral Construcciones junto a Sergio Gotti y Guido Blondeau. Un año antes, Blondeau llegó a Invernes, una financiera que Clarens tenía inactiva y que la volvió a poner en ejercicio para hacerse cargo de la constructora Gotti como gerenciadora. Además de Blondeau, Clarens puso como gerente de Invernes a Felix Di Perna, su mejor amigo. Así, el financista tenía sus lazos extendidos en el control de todos los terrenos de Báez. Tanto Austral como Invernes utilizan la misma sede social: Carabelas 241.
Di Perna conoció a su amigo cuando ambos iniciaron las aventuras de operadores de bolsa en Finmark. Hoy son vecinos en el country Ayres de Pilar e incluso juegan juntos en el equipo de veteranos del country, donde Clarens es el capitán. No es casual que el equipo use la camiseta de Vélez, la otra pasión del financista K. Di Perna también cobró un sueldo de Credisol y Austral Construcciones y es socio de Clarens y Roca en Patagonia Financial Services, otra de las empresas del hincha de Vélez. Todo se une.
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Redacción de TDP
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Y... donde hay 2 puede haber 3. ¿No dice el dicho? ¿Cuántas patas más tiene la mesa que sostiene a los Kirchner? Si como ha dicho Jimena Álvarez, de que sólo se ha logrado saber el 50%... estamos ante una obra tan bien planeada que viene en operación desde hace por lo menos unos 20 años. ¡Sigan descubriendo y quitando el velo que cubre los ojos de la ciudadanía! No paren... sigan así. Saludos,