El troesma que sigue cantando
Mejor que antes, que nunca.
Zorzal mudo, tango patrón,
Adivino tu parpadeo,
Buenos Aires, Buenos Aires corazón,
Eres mi recuerdo, mi amor
Morocha es la tarde en el Abasto
Y azul el bandoneón,
Callecitas de cielo y dolor,
Junio la fecha de una pasión
Chacarita, Caballito, Barracas,
La Boca, Corrales, La esquina
De Moreno y Entre Ríos,
Ciudad patrona divina,
El día que me quieras,
Ay si supieras, ay si supieras.
El troesma que sigue cantando,
Mejor que antes, que nunca.
Rolando Gabrielli ©
No sé cuántos son, pero son muchos, los que creen que Carlos Gardel no ha muerto. No porque cante cada día mejor, sino porque su cuerpo viene viajando en la mula incógnita, ciega de silencio y dolor, estupefacta en la mudez de sus cuatro patas, de Medellín cuando salieron sus alas muertas un 24 de junio hace 70 años. Y siguió la bestia con Gardel convertido en Mito, como si la muerte fuera un velero que cruza el mundo, el 17 de diciembre de 1935, hacia Buenaventura, en donde sus restos fueron embarcados hacia Panamá y de allí a Nueva York, Río de Janeiro, Montevideo, hasta Buenos Aires.
La prensa dio la versión de la muerte de un inmortal, de un mito ya vivo, ya muerto, eterno. Desde un enfrentamiento a bala de Gardel con un piloto, a una balacera interna y a las rivalidades entre ambos pilotos que terminaron colisionando en la pista de Medellín.
Volvía en el recorrido de la muerte, el que hiciera triunfal, el que lo inmortalizara, sólo le faltaba París.
Fue el maldito sitio donde se construyó el aeropuerto de Medellín, el que con una ráfaga de viento, además de lo que eufemísticamente llaman “deficiencias topográficas y aerológicas propias del aeródromo”, que fue levantado entre cerros, en el lugar más inadecuado posible de la ciudad colombiana.
Gardel había conquistado los grandes escenarios del espectáculo mundial y ahora a la propia muerte, que es más gardeliana que nunca, porque sigue cantando.
José Razzano, compañero del exitoso dúo, se cortaba el cabello en Buenos Aires, cuando un muchacho le dijo: se mató Gardel. Se disparó a Radio Belgrano. El país ya estaba paralizado. El féretro de Gardel se instaló en el centro del Luna Park, sitio de grandes peleas, y esta no sería la última del más grande cantor de tangos de todos los tiempos.
La multitud se lo llevó al cementerio de Chacaritas, pero ese gesto es una metáfora, porque Gardel No abandonaría más no sólo los escenarios, sino el corazón del pueblo, de los amantes del tango.
Después de su muerte, el tango es una Gran Metáfora que arrastró la mula desde el eje cafetero colombiano, por Riosucio hasta Buenaventura y de ahí en barco hacia Panamá. En una de dos plazas de Riosucio, una placa recuerda el paso del cadáver del Morocho del Abasto, hacia Nueva York, ciudad que lo recibió fríamente hace siete décadas y que en un corto tiempo le abrió su corazón de escarcha.
Gardel tuvo un primer entierro en el cementerio de San Pedro de Medellín, y luego de un reclamo del gobierno argentino. Sus restos fueron repatriados en el más largo periplo que hayamos conocido para los restos mortales de un ser humano en tiempos contemporáneos. De Medellín, el cuerpo de fue enviado el 17 de diciembre de 1935 en tren hasta el pueblo de La Pintada y de allí cruzó las montañas andinas a lomo de mula, llevado por un grupo de 'arrieros'. Siguió el peregrinaje accidentado poco antes de que llegara a Riosucio, cuando algunas de las mulas se desbarrancaron y dejaron al descubierto los documentos en que costaba el nombre del cadáver ilustre.
La noticia se regó como pólvora de boca en boca y cuando el cortejo entró a Riosucio, todos sabían que venía Gardel. Se organizó un homenaje, típico de los pueblos latinoamericanos llenos de rituales para con los muertos, que incluyó discursos y hasta la declaratoria como hijo ilustre del poblado. Gardel venía y seguía ascendiendo hacia la gloria.
Luego del homenaje, el cuerpo fue embarcado en un camión hasta la ciudad de Armenia y de allí de nuevo en ferrocarril hasta el puerto de Buenaventura sobre el Pacífico. Ninguna gloria puede más que con la gloria real. En vida, dos décadas de cima. Y se iba con el pedal a fondo: más de 1.500 grabaciones. Gardel había nacido para ser mito.
Del Río de La Plata a Nueva York. Y antes, París. Su tiempo fue el de Los Años Locos. Tiempo de entreguerras, días de pasión. ¿Dónde nació Gardel? En el corazón del pueblo. El Zorzal Criollo está vivo, porque sigue naciendo en el alma popular.
Rolando Gabrielli