(NA) Los anuncios de los últimos días dejaron la certeza de que la presidenta Cristina Fernández eligió delegar toda la gestión económica en manos de Axel Kicillof, una suerte de súper ministro con amplias potestades que no se recuerdan desde la época de Domingo Cavallo en los ´90.
Así debe interpretarse, por ejemplo, la llegada de Alejandro Vanoli al Banco Central, con quien se apostará a profundizar la regulación estatal en mercados fina6ncieros para intentar frenar una fuga de capitales que viene amagando con trastornar casi al límite el último último año de gestión cristinista.
La misma lógica persigue la elección del Cristian Girard -amigo del ministro de Economía y hasta ahora coordinador de los directores estatales en empresas privadas-, al frente de la Comisión Nacional de Valores (CNV).
Quién mejor que alguien que conoce los números del día a día de casi 40 compañías de primera línea -que el Estado heredó al estatizar el régimen de AFJP-, para poner al frente de la CNV.
Si hasta ahora se seguía con lupa el comportamiento de la actividad privada, es de esperarse un proceso de intervencionismo muy fuerte, que intentará apoyarse en la flamante ley de Abastecimiento.
La primera medida de Vanoli fue regular la tasa que cobran los bancos para plazos fijos en pesos, poniéndole un piso con el fin de estimular a la gente a ahorrar en moneda local y tratar de aminorar la compra de dólares, que acumuló un récord de 200 millones en apenas tres días hábiles de octubre.
El objetivo es elevar la tasa de interés para el pequeño ahorrista, cuya cobertura a través de SEDESA se amplió de 150 mil a 350 mil pesos.
El mensaje es claro: el gobierno quiere desalentar la compra de dólares pero aún sobran interrogantes.
¿Por qué alguien que ahora puede comprar divisas a $10 y venderlas a $15 a la media hora, con una ganancia del 50 por ciento, tendrá incentivos para depositar en el banco?
¿Por qué una empresa traerá capitales al país para invertir por ejemplo en el yacimiento no convencional de Vaca Muerta, cuando el Banco Central se los reconocerá a apenas $8,50 y en el mercado paralelo opera a $15?
Son problemas que la presidenta admitió recién ahora, en su fuerte discurso con el cual denunció un intento de "voltear" a su gobierno, pero que en realidad se viene siguiendo cerca y con impotencia desde el 2013.
El mercado paralelo es el gran problema que deberá intentar desactivar Vanoli, y para ello necesita empezar a corregir las distorsiones cambiarias y lograr que vuelvan a entrar capitales, lo cual parece una misión casi imposible a esta altura.
"Había que hacer algo porque nos querían llevar puestos antes de concluir el mandato", le dijo un encumbrado funcionario al jefe de una cámara empresarial de buena sintonía con la Casa Rosada que comulga con el modelo kirchnerista desde la primera hora.
En el gobierno están convencidos de la existencia de un complot para debilitar a Cristina Fernández y obligarla a retroceder en varias de sus políticas.
Esa conspiración, dicen cerca del gobierno, habría arrancado semanas después de la imposición del cepo cambiario, y a esta altura parece obvio que sectores de inteligencia vienen trabajando desde hace tiempo tratando de desmenuzar el día a día que mueve al dólar blue.
"Querían hacer con el dólar blue lo mismo que hicieron con el riesgo país en épocas de De la Rúa", sorprendió el funcionario al mismo empresario, para graficar hasta dónde el gobierno está convencido de la existencia de un complot.
Parte de esa inteligencia sería la portadora de los datos que apuntan a un hermano del ahora exjefe del BCRA Juan Carlos Fábrega como integrante de una "cueva" que movía parte de los dólares marginales en la city.
En la city algunos hacen notar la curiosidad de que esa información, que el gobierno venía barajando hace meses, fue puesta sobre la mesa casi el mismo día que Fábrega dio un paso al costado.
Pareció un "carpetazo" lanzado en el momento necesario como escarmiento para un funcionario que se animó a partir sin autorización de la presidenta.
También para enviar señales de advertencia al mundo financiero, tal vez uno de los pocos que había podido esquivar la inclinación cristinista a intervenir cada vez más en una economía atravesada por la inflación, el enfriamiento y el descalabro cambiario.