El poeta, pintor y grabador inglés (1757-1827) considerado un “lunático”
en su época, dio cara al mañana en su obra al profetizar que no había
religiones, que todas son una sola y que el ser más divino era el humano imaginándolo
eterno.
“Dios se hace presente y Dios es luz/ a las pobres almas
que habitan en la noche/ Más en pleno muestra su forma humana/ a quienes
habitan los reinos diurnos”, escribió en “Augurios de inocencia”, como
pidió luego Nietzsche.
“En los dos
primeros versos, la alusión a los deístas es evidente y no está exenta de
ironía, en contraste con los dos últimos en que la visión que los radicales
tienen de la divinidad se muestra en toda su fuerza”.
En sus versos predicó la rebelión de Adán y llamaba al
Jehová bíblico “Nobodaddy” (el padre de nadie), o Urizen. Blake pertenecía
a la orden secreta de los ranters, influenciado por Böhme y Paracelso, citándolos
en “El matrimonio del cielo y del infierno”.
Al final de su vida escribió poemas “tan abiertamente heréticos
en los que rechaza de plano la figura autoritaria del dios del Viejo Testamento,
al tiempo que nos representa al Cristo bajo la aureola del réprobo insumiso,
carente de toda prudencia (una especie de enfant terrible), imagen perfecta de
su fobia hacia toda forma de tiranía”, señala José Luis Palomares, en la
edición facsimilar de El matrimonio..., del año 2000 de la colección de poesía
Hiperión, publicación bellísima que permite apreciar imágenes de los
grabados que el propio poeta junto a su esposa, Catherine, crearan para su obra.
Dice en “El evangelio permanente”: “Despreció a padres
terrenales y al dios de este mundo/ y de unos y otros la autoridad burló; / a
sus setenta discípulos mandó a predicar/ contra todo gobierno y religión: /
bajo la espada de la ley cayeron/ y en él reconocieron a su cruel ejecutor: /
Abandonó el negocio paterno y marchó errante/ cual vagabundo sin hogar;/ y a
otros hurtó sus ganancias/ para vivir por encima de todo control./ A publicanos
y prostitutas/ eligió por compañeros/ y de la adúltera logró ahuyentar/ la
recta justicia de Dios, que sin su presa quedó.”
Sin embargo, Blake no fue un racionalista, y por el
contrario aborreció tempranamente de ello, llamándolo en una sátira al
“dios de la razón” como Urizen, juego fonético entre “your reason” (tu
razón) y “your horizon” (tu horizonte). Y no podía menos, puesto que a la
edad de ocho años tuvo su primera visión y no dejó de cantar versos divinos
este místico anarquista, precursor social, para quien política y religión
eran lo mismo: hermandad.
Mauricio Otero