En el invierno de 2014, en mi ciudad natal de Hernando, se presentó un debate acerca de un probable aumento de casos de cáncer, presuntamente provocados por los agroquímicos que se usan para los cultivos de las tierras.
La discusión se planteó entre los ingenieros agrónomos y algunos vecinos que cuestionaban el uso de químicos muy cerca de la ciudad y planteaban que el origen del cáncer era provocado por las fumigaciones.
A raíz de esto, me convocaron para que asesorara, desde la ciencia, acerca de qué valor tiene el uso de agroquímicos en el origen del cáncer en los seres humanos.
En ese momento, estaba casi seguro de que el glifosato tenía capacidad de causar cáncer, por lo que me puse a estudiar cuáles son los agroquímicos que se utilizan en la Argentina y cuáles son mutagénicos que tienen la capacidad de provocar cáncer.
Busqué fuentes serias, como la biblioteca del Instituto Nacional del Cáncer, de Estados Unidos, y la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica de ese mismo país. También en la Escuela Europea de Oncología Médica, el Instituto Nacional del Cáncer de Argentina, los Apuntes de FDA (ente regulador en EE.UU., de alimentos y drogas) y la Anmat (entidad reguladora en Argentina de drogas y prácticas biomédicas).
Afortunadamente, descubrí que ninguno de los agroquímicos que se usan en la actualidad en el país son químicos mutagénicos, con capacidad de provocar cáncer.
Los que pueden provocar mutagénesis y por lo tanto cáncer, son: la Hidracida maleica, el captán, el DDT (dicloro difenil tricloroetano), el aramite, el DDUP, el Tepa, el TEM, el Hemel y el Hempa, y están prohibidos.
Como dije al inicio, llevé adelante mi estudio porque estaba casi seguro de que el glifosato tendría capacidad mutagénica y, luego del relevamiento, pude ver que el glifosato y los herbicidas más usados en nuestro país actúan en la “vía del ácido shikímico”, que no existe en los mamíferos y que sólo se presenta en los vegetales, por lo que no demuestran riesgo de cáncer.
Estos químicos tienen una baja toxicidad en los seres humanos cuando son manipulados de forma responsable y prescriptos por especialistas, pero son altamente tóxicos en manos inexpertas o en medios sin políticas de control, ya que pueden provocar enfermedades hepáticas, renales, alérgicas y otras, pero no cáncer, por no haberse demostrado su mutagenicidad.
Con esto no minimizo el crecimiento del cáncer –que se ha triplicado en todo el mundo en los últimos 15 años– ni los eventos o características en zonas geográficas que llaman la atención por su frecuencia e incidencia, pero sí resalto que merecen ser observados y estudiados con seriedad y que, al menos, deberíamos ser muy cuidadosos, observar, escucharnos, organizar pautas de control estrictas y seguir investigando.
* Sergio Rodrígez es médico oncólogo del Centro Privado de Oncología, de Bell Ville; y de Milsten, Oncología Privada, de Río Tercero.