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China, el próximo objetivo de Francisco

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EL PAPA Y SU NUEVO HORIZONTE
EL PAPA Y SU NUEVO HORIZONTE

El Vaticano ha dejado trascender que, después de la mediación entre EEUU y Cuba, el próximo gran objetivo del Papa será China. Buscará entablar negociaciones para normalizar las relaciones rotas desde 1951.

 

Esto es muy importante porque, en contra de lo pronosticado o imaginado por muchos filósofos y académicos en el último siglo, la religión parece cobrar una relevancia creciente en el mundo. Samuel Huntington, en su libro El choque de civilizaciones, previó que los conflictos del futuro serían, no ya tanto interestatales, sino fundamentalmente interculturales. Y en lo cultural tiene suma importancia lo religioso.

En el pasado, el Islam ha crecido, no sólo por el incremento demográfico de los países donde impera, sino también por las numerosas conversiones de cristianos europeos y norteamericanos. Un informe difundido en abril de este año por el Pew Center Research, un reconocido think tank norteamericano, estimó para mediados de siglo un escenario global más religioso que el actual, con un notable incremento de la población musulmana. Agrega que para el 2050 los no creyentes alcanzarán apenas un 2,2% de la población total. La mayor parte de ellos estará en China.

Hasta el presente, el enfrentamiento intercultural más marcado ha sido entre el Islam y la cultura judeocristiana. Es cierto que está mal generalizar y que no hay culturas superiores e inferiores en un sentido absoluto, porque buena parte de su contenido depende de la interpretación y la aplicación que se den en concreto. Sin embargo, es evidente que en el mundo islámico actual, lamentablemente, las corrientes más activas, ruidosas y relevantes demuestran una clara tendencia al fanatismo, la intolerancia y la violencia. Eso es algo sobre lo cual Occidente, pero también y principalmente el propio Islam, deberán trabajar y mucho.

Así las cosas, desde el punto de vista geopolítico, resulta más que imprescindible reestablecer un diálogo sincero entre China y la cultura judeocristiana, y evitar que se expanda el islamismo en la peor de sus versiones, como está ocurriendo en tantas partes del mundo. Esta es la trascendente misión que Francisco I tiene en sus manos.

Las exigencias de China hacia el Vaticano para reestablecer las relaciones son fundamentalmente dos. Una es de tipo político, y ha sido usada con otros Estados con los que China estuvo mucho tiempo sin relaciones formales. Se trata de que el Vaticano termine sus relaciones con Taiwán. Sobre esto, quizás firmando con Pekín un concordato y manteniendo un contacto más informal con la isla en disputa, podría quedar zanjada la diferencia, mientras que no se afectaría la labor religiosa debido a que en Taiwán se respeta la libertad de culto.

La segunda exigencia, relativa a la organización interna de la Iglesia, es más difícil de solucionar. Se refiere a la designación de Obispos, que Pekín interpreta como una intervención en sus “asuntos internos”, mientras que para la Santa Sede constituye un mandato divino. En relación a esta última discusión, confiamos en que la Iglesia, que tiene una larga experiencia de relaciones diplomáticas con países adversos a la misma (Este y Centro de Europa), pueda hallar una fórmula de entendimiento.

Se ha postulado como solución factible el modelo de Vietnam, por el cual, aunque el Vaticano conserva la última palabra, en los hechos la designación se hace en conjunto.

Francisco I se ha pronunciado muchas veces sobre una mayor participación de los laicos en los asuntos de la Iglesia. De ahí que no puede ver con malos ojos que los católicos chinos hayan asumido la elección de los obispos, que bien podría ser tomado como una propuesta a replicar en el extranjero. Es cierto que en China las elecciones se hacen bajo el estricto control del Partido Comunista. Pero se podría negociar la posibilidad de un monitoreo conjunto de las mismas por el gobierno chino y el Vaticano. El nuncio podría constatar hasta qué punto la decisión de los católicos estuvo o no influenciada por el Estado, y así promover quizás un nicho de democracia real en el seno de una sociedad totalitaria.

En un ya lejano 1968, uno de los autores de esta columna conversó con un obispo austríaco sobre qué significaban para el Vaticano los concordatos con los países comunistas. La respuesta fue: “Darle un marco de estabilidad a nuestras relaciones aunque sabemos de antemano que muchas veces el acuerdo será incumplido. Pero por lo menos nos da la seguridad de que para ese régimen existimos. Primero nos sacaron de la educación, luego del trabajo en hospitales y en la salud en general. Hoy por hoy lo único que reclamamos es la libertad de predicar y de distribuir los sacramentos.” En ese momento nadie siquiera pensaba en la posibilidad de retomar el diálogo con China ni en el desplome del comunismo.

Francisco I, jesuita también, está en condiciones de continuar la obra inconclusa de Mateo Ricci, quien no sólo fue pionero en la evangelización de China, sino también en advertir la necesidad de una apertura litúrgica hacia todos los pueblos. Ricci confiaba en una fructífera labor en el país Oriental dada la cercanía de las enseñanzas de Confucio con la moral judeocristiana.

Puede que el acercamiento entre el Vaticano y China no sea tan sencillo como parecen indicar algunos indicios y gestos recientes, pero también es cierto que tanto Francisco como el gigante asiático se han caracterizado, en distintos niveles y cada uno a su modo, por sorprender a analistas y estudiosos. En sus memorias, Kissinger recuerda que, cuando iba a conversar por primera vez con Mao, previó que éste tocaría el tema de Taiwán, pero lo sorprendió al decirle: “No hablemos de los temas que nos separan, hablemos primero de las muchas coincidencias que podemos encontrar”. Es de notar que, desde el advenimiento de Deng Xiaoping al gobierno, en China se ha dado una lenta apertura que permite abrigar esperanzas.

 
 

7 comentarios Dejá tu comentario

  1. No se de donde sacaron ese dato sobre los no creyentes, el informe de PEW dice 13.2%, y solo se basa en la cantidad de nacimientos, es muy especulativo e ignora la tendencia global de aumento año a año que ha tenido el grupo de ateos/agnósticos http://www.pewforum.org/2015/04/02/religious-projections-2010-2050/ Por otro lado, que la religion tenga parte de los conflictos no es nuevo ni bueno.

  2. No se de donde sacaron ese dato sobre los no creyentes, el informe de PEW dice 13.2%, y es especulativo, y va contra la tendencia mundial de aumento que ha tenido el grupo de ateos/agnósticos

  3. No creo que el Papa tenga logros frente a una China sedienta de poder mundial y con férreo poder interno. En todo caso los chinos se "harían" los blandos, los amigables, conversando sí, pero no más allá de esto (Como dice el I Ching, el Tigre que se deja pisar la cola y solo esto). Ni comparar con una conversación Mao-Nixon frente a la Moscú de entonces. Eso si, antes que hablar de Mateo Ricci y su tesonero pero imposible suenho de evangelisar China, primero pensar en la influencia del budismo, taoísmo, y confucianismo como fenómenos propios y profundamente mayoritarios de esa región.

  4. Pienso que la evangelización de China, tiene en el presente un buen campo. primero, ya no estan con Mao o Xiaoping, la época del colonialismo occidental queda bastante atrás. 2°- En la nueva clase media china hay mucho gusto e interés en tomar las formas y modos de Occidente y porque no su religión mas propagada.

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