Hace ya un par de décadas, el politólogo Guillermo O’Donnell hablaba de categorías como “Democracias de baja intensidad” y “ciudadanía de baja intensidad” como fenómenos preocupantes. El gran politólogo enfatizaba que la existencia de procedimientos típicos de la democracia, si bien necesarios, no resultan suficientes en si mismos para asegurar que el sistema funcione mejorando las condiciones de vida de la población.

En sus propias palabras: “Las democracias delegativas se basan en la premisa de quien sea que gane una elección presidencial tendrá el derecho a gobernar como él (o ella) considere apropiado, restringido sólo por la dura realidad de las relaciones de poder existentes y por un período en funciones limitado constitucionalmente.” En las cuales, “otras instituciones —por ejemplo, los tribunales de justicia y el poder legislativo— constituyen estorbos que acompañan a las ventajas a nivel nacional e internacional de ser un presidente democráticamente elegido. La rendición de cuentas a dichas instituciones aparece como un mero obstáculo a la plena autoridad que le ha sido delegada al presidente.”¹ Y en donde, convive una ausencia de control o accountability horizontal y una ciudadanía de baja intensidad.”

¿A cuenta de qué toda esta perorata? Ayer alguien me envió por Facebook el siguiente video:

En el mismo, se ve a Daniel Scioli visitando una zona inundada. Creo que el mismo fue filmado el año pasado pero eso es irrelevante. Pausa. Invito al lector a que lo vea. Lleva dos minutos.

Para quien vio el video, es evidente la falta de habilidad de Scioli para salir de sus frases robóticas y de sus clichés más habituales. Cuando la gente a partir de los 40 segundos increpa a Scioli aludiendo a los “abuelos muertos”, el actual candidato del FPV y más que probable próximo Presidente de los argentinos dice que “se va a recuperar”. Repite sus frases una y otra vez y finalmente se aleja con su comitiva bajo los gritos de los vecinos que le dicen que se vaya.

Si la visión de O’Donnel era negativa, las expectativas que genera la democracia argentina hoy en día no son mejores. De hecho, para el académico fallecido en 2011, la actual situación seria un paso más en el debilitamiento de la democracia. De hecho, quizás retrospectivamente miraría a la primera democracia alfonsinista como un periodo de “oro” en nuestra reciente historia política. Algunas conclusiones rápidas que dan cuenta de la gravedad del panorama actual:

-Se acaba de asistir a un formato eleccionario más que extraño, donde todos ganaron algo y todos perdieron. El objetivo principal de las PASO (elegir candidatos dentro de los partidos en forma democrática) es parte de un sistema que no resultó funcional ni siquiera a quienes lo crearon. Scioli fue ungido por un dedazo y, baño de humildad mediante, se transformó en el único candidato del oficialismo. Macri desperdició sus oportunidades para hacer alianzas para preservar un ridículo purismo de su partido político. Ahora ya es tarde y nadie lo definió mejor que Felipe Solá, quien recriminó a Macri no haber realizado un acuerdo con anterioridad: “Ahora que se joda el Pro por no haberse aliado con anterioridad”, descartando cualquier posibilidad de arreglo. Y Massa queda limitado a ver qué cuota de poder logra como árbitro de esta compleja situación.

La democracia delegativa de O’Donnel era menos mala que esta democracia en la que todo parece en Stand By. Nadie quiere hablar ni del pasado ni del futuro. Marcelo Bonelli anunció que los tres principales candidatos debatirían en televisión pero eso está aún por verse. “Scioli debate todos los días”, relativizo Alberto Pérez, jefe de Gabinete del ex motonoauta.

Volviendo al video, me pregunto cómo es posible que con la cantidad de gente talentosa que hemos producido los argentinos, hayamos terminado en esta encerrona, sin lugar a dudas la contienda electoral más chata de la historia. Basta, como muestra de ello, que el fenómeno más importante de la última semana previa a las elecciones no fue político sino de orden policial/judicial vinculado al supuesto rol de Aníbal Fernández en el Triple Crimen y, a pesar de ello, no solamente no interrumpió la campaña, sino que además logró derrotar a Julián Domínguez quedando a cinco minutos de la Gobernacion una vez que llegue la próxima votación en octubre.

¿No debería Fernández haberse bajado de esa candidatura en medio de tanta sospecha? ¿Cómo es posible que se haya tolerado que siga participando como si nada?

Es cierto que la elección de la fecha para difundir el informe de Periodismo Para Todos junto con el uso del “aguantadero” de Lilita Carrio para entrevistar a un testigo no dan lugar a dudas con respecto a que hubo una operación destinada a dañar a Fernández en su performance electoral. Pero la existencia de una operación no significa que no deban investigarse los hechos denunciados. ¿Cómo es posible que un candidato acusado de algo tan grave logre consolidar su candidatura?

Por otro lado y, cambiando un poco de tema, ¿cómo pudo Scioli carecer de la sensibilidad mínima que requiere darse cuenta que con la provincia bajo el agua, no parece que irse a Europa sea la mejor acción posible? Su acción lo acerca bastante a CFK quien cada vez que algo grave ha sucedido (por ejemplo, el tremendo accidente ferroviario de Once) ha optado por el silencio y el refugio en “su lugar en el mundo”.

Tiene suerte Scioli. La sociedad está disconforme pero paralizada y no ha habido grandes consecuencias para él, más allá del tirón de orejas de Cristina quien lo forzó a regresar. Sin embargo, habrá que estar atento a ver qué sucede. Si alguien esperaba en Scioli un estilo muy distinto al de su predecesora, creo que eso no es lo que verá. Mientras tanto, la democracia argentina seguirá navegando en piloto automático. Con un poder legislativo chato y sin gran influencia (una escribanía) y un poder judicial controlado en las áreas más delicadas por el Ejecutivo.

¿Se saldrá alguna vez de este Stand By? ¿Y cómo se saldrá? Habrá que esperar. Por ahora no parece que nada saque a los argentinos de su letargo.