Si así es como nos tratamos, esto va mal...
La falta de mayorías parlamentarias y el fantasma de Fernando de la Rúa son dos cuestiones que desvelan al presidente Macri.
En una decisión bastante entendible, se ha propuesto exhibir, desde el primer día, mano firme en el ejercicio del poder, para mostrar que la gobernabilidad de la Argentina, en su mandato, no ofrece flancos por donde eventuales desestabilizadores puedan horadarla.
Está muy bien como concepto básico para subir al escenario y hacer lo suyo. No se puede negar.
Incluso la sanción de múltiples decretos (unos 250, en 11 días hábiles) también podría ser dispensada, porque la dinámica de nombramientos y decisiones de arranque evidentemente no puede esperar el inicio de las sesiones ordinarias.
Pero para llevar adelante estas iniciativas, Macri eligió métodos demasiado preocupantes, especialmente cuando su campaña se ha basado en la exaltación del diálogo democrático, de la unión nacional, y en declamar la necesidad de respeto a las instituciones de la república.
Ni el número de miembros de la SCJN, ni la Ley de Medios, AFCA incluído, pueden ser considerados temas urgentes y de máxima prioridad. No obstante sí fueron dos prioridades para el presidente Macri, que cubrió las vacantes de la corte por decreto, cargándose obscenamente la Constitución, en una interpretación tan peculiar que hasta la mismísima Elisa Carrió respondió con un proyecto para que no se pueda hacer lo que intentó su aliado, y que también por decreto obliteró una ley de la nación, y destituyó funcionarios con mandato vigente, sacándolos de sus despachos con la fuerza pública.
Y realmente no interesa que el removido haya sido un auténtico impresentable como Martín Sabbatella. Preocupa el método, el precedente que sienta, el peligroso perfil presidencial que asoma, y la institucionalidad, que vuela por el aire y cae despedazada.
Preocupa sobremanera verificar que el camino elegido por Macri es la prepotencia, el autoritarismo, y la violencia.
Es casi imposible evitar pensar que este desmadre tuvo como único objetivo allanarle el camino al grupo Clarín, para que no deba adecuarse a la ley de medios; máxime cuando se analiza que uno de los ministros designados para la corte suprema es, justamente, un abogado de Clarín.
Del mismo modo, la represión a los trabajadores de "Cresta Roja" fue otra muestra de poderío. Si a las 6 de la tarde, con una jueza que rápidamente decretó la quiebra, y una decisión del Ministerio de Trabajo se puso fin al conflicto, es evidente que las balas del mediodía no hacían falta.
Fueron una exhibición de fortaleza y de poder; viagra mediático que erecta al político impotente. Los convencidos, convencen. Los inseguros pegan. De la Rúa mató por impotencia. Macri estuvo a nada de cargarse el primer muerto de su gestión.
Y los trabajadores, con sus espaldas llenas de agujeros, fueron meros daños colaterales; despreciables, frente a la necesidad de mostrarse fuerte y poderoso.
Macri no repara en costos políticos para llevar adelante las premisas que se ha fijado. Goza de un crédito mediático que parece interminable. Conserva el blindaje del que ya hablamos años atrás en este mismo espacio, y los analistas más prestigiosos disminuyen sus atrocidades, para convertirlas en desafortunados deslices.
Joaquín Morales Solá llegó a escribir, respecto del decreto por la Suprema Corte, que “el problema no era Macri, sino que pudiera venir en el futuro alguien como los Kirchner, y hacer lo mismo”. Hipocresía periodística de primerísimo primer nivel, que intenta instalar que el problema son los que pueden venir en el futuro, y no el mismísimo decretador que ha perpetrado el hecho.
Después uno se entera que los Niembro y los Majul cobran fortunas para propagandear al regente, y se da cuenta que no existe ninguna diferencia con todos los 678 que se le puedan ocurrir.
El asunto es que esta proclamada república parece venir muy mal parida. Porque la autoridad se viste de autoritarismo, el diálogo llega recién después de los palazos, los decretos vuelan por sobre las leyes, y las amenazas verbales se verifican en los hechos. Un combo claramente dictatorial.
El presidente Macri, en apenas dos semanas, navegó plácidamente por la periferia de la constitución, incluso más que la propia CFK, y sacó los fierros para usarlos.
Ya no baila, ni imita a Freddie Mercury. Hace bailar a los demás, y está escuchando más seguido a The Police, que a Queen.
No sea cosa que para no parecerse a De la Rúa, empiece cambiando leyes por decretos, y termine anunciando comunicados numerados, con fondo de música marcial.
Suena ingenuo pensar que alguien sea autoritario, violento, y nada republicano tan solo por un tiempito, y luego pase a ser algo mejor que eso. Por lo general estas experiencias van in crescendo, y derivan en catástrofes.
El bigote está reapareciendo, y no le queda nada bien a la democracia republicana. Las advertencias han sido debida, y oportunamente formuladas. Tómese debida nota.
"Soy un tonto en seguirte, como un perro andaluz, pero mi amor se acabará:, alguno de estos días, alguna de estas noches...si así es como nos tratamos, esto va mal. Muy mal".