Cualquier rezongo del kirchnerismo residual podría convertirse rápidamente en anécdota si el Gobierno atiende con celeridad los reclamos sociales, en especial, aquellos vinculados con una recomposición del salario.
Si el ajuste lo van a terminar pagando los trabajadores, es poco probable que la administración que lidera Mauricio Macri logre evitar que el riesgo de los simbolismos se transforme en una amenaza concreta para la gobernabilidad.
Simbolismos como la "Plaza de los Artistas" convocada por la militancia kirchnerista para demostrar su rechazo al gobierno macrista o aquel recuerdo narcisista de la expresidenta Cristina Kirchner vitoreada por una multitud frente a la Casa Rosada en su despedida del Poder.
A eso apuesta justamente la oposición K, a mantener iluminada la imagen de la "jefa" esperando el momento justo para lanzar un ataque franco: "No me la imagino (a Cristina) arreglando el jardín y cuidando a los nietos, por lo tanto supongo que en un tiempo prudente jugará en política con todo el bagaje que tiene", dijo al respecto el diputado nacional Carlos Heller durante una reciente entrevista con agencia NA.
El kirchnerismo sueña probablemente con ver al pueblo yendo a buscar a Cristina para que salga del ostracismo en El Calafate, en el lejano sur patagónico, y se convierta nuevamente en "un poco la madre del país, la madre de todos los argentinos", acudiendo en defensa de sus derechos sociales.
Pues bien, la llave para desactivar cualquier fantasía de esas características reposa en manos del Gobierno, si es que logra mostrarse lo suficientemente abierto e interesado en resolver las demandas de los asalariados en general y de la clase obrera en particular, sobre todo aquellas vinculadas a sueldos y dinero disponible en los bolsillos.
Así como la administración macrista debería ser capaz de dar marcha atrás y restablecer en sus puestos laborales a aquellos trabajadores que hayan sido mal expulsados del Estado, acusados erróneamente de ser "ñoquis", la postura que finalmente adopte en las negociaciones paritarias que se vienen también resultará crucial para prevenir conflictos mayores.
Un "efecto dominó"
El malestar gremial generado por las purgas en estamentos estatales o la detención de la dirigente social Milagro Sala en Jujuy e incluso en Camioneros por una reciente decisión oficial que, según Pablo Moyano, pone en jaque unos 4.000 empleos, podría ocasionar un "efecto dominó" de consecuencias imprevisibles si el Gobierno retacea en las discusiones salariales una predisposición acorde con la coyuntura vigente.
Aumentos astronómicos en las tarifas de servicios públicos y una inflación galopante amenazan seriamente con destrozar el poder adquisitivo del salario y ningún trabajador aceptaría una suba de haberes que no contemple la posibilidad de equiparar al menos la disparada del costo de vida.
En este contexto, el macrismo parece haber dado señales más que concretas sobre su decisión de avalar incrementos salariales por debajo del 30 por ciento, tomando en cuenta la reciente oferta del gobierno bonaerense a los docentes: un insólito 24,1% en tres cuotas, en la segunda reunión mantenida con los gremios en La Plata.
Los sindicatos rechazaron la propuesta por "insuficiente" y peligra el comienzo de clases en la Provincia, donde también los estatales de ATE se encuentran en estado de alerta, mientras que en el ámbito nacional, el mismo gremio realizará el próximo 24 de febrero un paro para reclamar contra los despidos masivos en organismos públicos.
Mientras el kirchnerismo se aferra a los simbolismos para robustecer su lucha contra una eventual extinción, el peronismo no K y el Gobierno saben que están obligados a llevar adelante, al menos por ahora, un matrimonio por conveniencia que resulte provechoso para ambas partes, aunque con cada uno velando por sus propios intereses, lógicamente.
Para muestra basta un botón: este mismo sábado Macri se tomó una de esas fotos que provocan urticaria en el cristinismo, al posar junto al exfuncionario kirchnerista Florencio Randazzo durante la inauguración del nuevo servicio eléctrico de la línea Roca de trenes entre Constitución y Quilmes.
Randazzo, ninguneado como candidato presidencial por la gestión anterior, es otro dirigente peronista que busca reanimar su carrera política en la era post-K y aceptó la invitación del Presidente para regocijarse de su distanciamiento irreversible —seguramente— del kirchnerismo.
Efectos especiales al margen, esta luna de miel forzosa entre el macrismo y el PJ que intenta resurgir prescindiendo de cualquier rol protagónico que pretenda ejercer Cristina como líder partidaria podría crujir e incluso colapsar —y ni hablar de los gremios— si el Gobierno llega a perder la línea en las paritarias y pretender convertir a los trabajadores en las variables de ajuste de las medidas económicas tomadas hasta el momento.