Siguiendo la moraleja de la fábula de la rana y el escorpión de Esopo, se puede decir que, cuando un conflicto se reproduce muchas veces, se incorpora a la vida de sus protagonistas hasta el punto en que se convierte en una suerte de fin en sí mismo, y su única causa y explicación pasa a ser el conflicto mismo. Algo así parece ocurrir en Medio Oriente o, región donde la historia pareciera repetirse hasta el infinito.
Cuando parecía que la Primavera Árabe traería vientos de cambio, el autoritarismo y la violencia sectaria volvieron a emerger en los años últimos, salvo quizás por la excepción de Túnez. Sin embargo, la evaporación de la ilusión democrática dejaba, aunque sea, la proyección de cierto orden autoritario bajo el liderazgo de la Rusia de Putin. Todo parecía indicar que, por lo menos, se lograría cierta estabilidad, pero ahora incluso la estabilidad rusa parece estar en peligro.
Nunca antes, incluso contabilizando la época de la URSS, había intervenido Rusia tan directamente en un problema de Medio Oriente. En los años recientes lo hizo, sin dudas, aprovechando algunos errores de la diplomacia norteamericana. Fue un error de Estados Unidos intervenir en contra de la familia Al-Assad sin observar debidamente que entre los rebeldes había una gran presencia de milicianos de Al Qaeda y luego de ISIS, grupos terroristas por antonomasia. A esto se suma que la debilidad del Estado iraquí le concedió a ISIS mayor facilidad para controlar territorio y para refugiarse contra los ataques en su contra.
Sin embargo, hay que reconocer que la administración Obama, con el tiempo, supo demostrar algunos éxitos importantes que contradijeron las críticas de pasividad y debilidad. Uno de ellos fue la construcción aparentemente exitosa del nuevo ejército iraquí luego de su virtual colapso en 2014 frente a ISIS. El otro fue el acuerdo entre el nuevo ejército iraquí y las fuerzas kurdas, paso vital para una posible reconciliación nacional e impensable en época de Saddam.
Estos éxitos de Obama en Irak hicieron observar al atento ojo del ex miembro de la KGB, Vladimir Putin, que el fin de la guerra en Siria podría venir a partir de un más decidido apoyo al gobierno sirio y de un persistente bombardeo aéreo a los rebeldes, en especial a las milicias de ISIS.
Es cierto que las buenas relaciones entre Siria y los rusos provenían ya desde el efímero proyecto de Nasser de la República Árabe Unida, y se concretaban en el abastecimiento militar que Siria requería. Ahora parecía abrírsele a Rusia un horizonte aún mejor, con la posibilidad de sostener y ampliar su presencia militar en el país.
Empero, Putin no pudo terminar de regocijarse con su triunfo en la guerra civil siria cuando fue aturdido por el estruendo de las balas disparadas delante de las cámaras contra su embajador en Turquía. El asesino gritó “Dios es grande. No se olviden de Alepo. No se olviden de Siria”.
Las diferencias entre los rusos y los turcos no son recientes. Ya las tuvieron los zares, la URSS y ahora la Federación Rusa. Es preciso recordar que un año atrás Turquía derribó un avión ruso por violar su espacio aéreo. Pero, así y todo, se estaban produciendo acercamientos muy importantes entre el miembro de la OTAN y la potencia euro-asiática, los cuales ahora parecen tambalear nuevamente.
Todo esto nos obliga a reflexionar: ¿Podrá en un tiempo razonable empezar a desenredarse el conflicto interminable de Medio Oriente? ¿Lo logrará Putin con su mano dura y sus métodos violentos, asociado a una administración Trump en la misma línea? ¿Podrá esto generar un orden sustentable o sólo acallará el conflicto por un tiempo? ¿Volveremos a ver una nueva oleada de protestas pro-democracia en unos años? ¿Cuál debe ser el rol de las democracias liberales o consolidadas?
Las preguntas son muchas y las respuestas difíciles, pero no cabe duda de que sería un gran avance que todos los involucrados aprendieran de la fábula de la rana y el escorpión que, si siguen enfrascados por mucho tiempo más en una lucha eterna y sin sentido, puede que la guerra se convierta en parte de su cultura y de su naturaleza.