Hace escasas semanas la invasión de los Estados Unidos era inminente. Cuando la guerra era casi un hecho consumado y el mundo se aprestaba a seguir la nueva cruzada de Washington en Medio Oriente, la operación ingresó en un repentino impasse. ¿Qué sucedió?
Ante la recurrente negativa de Rusia y China a aprobar dentro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una intervención, Washington intentó un camino alternativo. Bajo el pretexto del uso de armas químicas por parte del gobierno de Al-Assad, Barack Obama buscó construir una alianza con otras potencias para llevar a cabo su empresa invasora.
El objetivo: conseguir algún tipo de legitimidad política a una intervención por fuera del mandato de la ONU y carente de legalidad internacional. El fracaso fue contundente. No solo Estados Unidos no logró respaldos significativos, sino que ni siquiera consiguió el acompañamiento de Gran Bretaña, su socio histórico y estratégico. Vale recordar que las alianzas dentro del sistema internacional son por definición coyunturales. Los países se apoyan o se dejan de apoyar en cuestiones de alta política, como puede ser una invasión, dependiendo de sus intereses o necesidades. Quizás la única alianza estructural del sistema, que es estable sin importar los contextos, es la alianza entre Washington y Londres. La negativa del Parlamento Británico dejó a la Casa Blanca en un inusual aislamiento. Mostrando la corrección en el funcionamiento democrático interno del Reino Unido, David Cameron sostuvo: “El gobierno entiende la posición del parlamento y actuará en consecuencia”. En otras palabras: Gran Bretaña no irá a la guerra bajo las actuales circunstancias.
Estados Unidos no necesita de colaboradores para invadir Siria. Puede hacerlo solo, sus recursos militares se lo permiten holgadamente. Lo que se busca en los aliados es legitimar la acción, que la operación no sea obra de Estados Unidos sino de una coalición de países medianamente relevantes. Esta alternativa se le escapó a Washington de las manos. Simultáneamente surgieron otras dificultades. Obstáculos de política interna y una opinión pública local e internacional contrarias a un eventual ataque. En este contexto los norteamericanos concluyeron que lo más conveniente sería retomar las conversaciones con Rusia. De esta forma se podría llegar a algún tipo de acuerdo dentro del marco de Naciones Unidas y, lo más importante, dentro de la legalidad internacional. Finalmente el gobierno de Barack Obama aceptó un proyecto de resolución más suave, que obliga a Damasco a poner a disposición de observadores internacionales su arsenal químico, y que descarta una acción militar en caso la petición no se concrete.
¿Se trata de una victoria de Moscú? El Kremlin logró hacer que la Casa Blanca acepte no incluir una potencial invasión en la resolución y, al mismo tiempo, Barack Obama consiguió escapar de la incómoda posición en la que se encontraba. Las discusiones en el Consejo de Seguridad lograron destrabarse luego de dos años y se consiguió algún tipo de avance. En caso el régimen sirio incumpla su promesa de entregar las armas químicas, Estados Unidos tendrá un convincente y renovado argumento para reactivar su iniciativa de una invasión, por fuera de Naciones Unidas y ajena a cualquier legalidad internacional. Si Al-Assad no pone su arsenal a disposición de la ONU e incumple el mandato del organismo será políticamente más viable para distintos líderes occidentales ofrecer su apoyo a Estados Unidos. Será también para Barack Obama más fácil convencer a sus propios ciudadanos de lo correcto de una invasión. La construcción de una coalición internacional se transformará en una misión más factible.
El conflicto en Siria se inició en Enero de 2011 y los muertos ya superaron los 100.000. Washington y Moscú no logran acercar posiciones y la guerra civil continúa. Las dos potencias se disputan cuestiones estratégicas en la región, con complejos y profundos intereses contrapuestos que no permiten llegar a un acuerdo. Naciones Unidas tiene 193 estados miembros pero solo cinco integran en forma permanente y con derecho a veto el Consejo de Seguridad. ¿Qué significa esto? Significa que la legalidad internacional que se juega en el accionar estadounidense en Siria es, en realidad, una legalidad carente de cualquier principio democrático o representativo. Se trata de una legalidad impuesta por las cinco potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. El escenario de posguerra permitió a Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia diseñar un sistema de decisiones internacionales en donde son ellos quienes se reservan la última palabra. Han pasado más de seis décadas y el statu-quo continúa intacto. La parálisis actual radica en el hecho de que este selecto grupo de naciones no logra ponerse de acuerdo en cómo resolver la problemática siria.
Al mismo tiempo existe una contradicción en el discurso de quienes hablan en favor o en contra de la guerra. Una no invasión no evitaría la guerra. Siria es un país que está en guerra desde hace ya mucho tiempo, en donde los ciudadanos “comunes y corrientes” luchan día a día por sobrevivir.
Santiago Pérez
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