Tras la asunción de Donald Trump en la Casa Blanca, los Estados Unidos están dejando de lado la unipolaridad que caracterizó al mundo tras la caída del Muro de Berlín.
Imitando a cualquier empresario que quiera dominar el tablero global, el magnate norteamericano ha decidido que controlará al planeta junto a dos grandes aliados: Rusia y China.
El titular de la Casa Blanca es desde hace muchos años amigo personal del premier Vladimir Putin quién lo ayudó muy especialmente para que pudiera imponerse a Hillary Clinton.
El nuevo romance entre las superpotencias incluye el levantamiento de las sanciones impuestas a Rusia por EE.UU., tras la intervención de los primeros en Crimea y Ucrania en el 2014.
Por su parte, el líder del Dragón, Xi Jinping, termina de reunirse con Trump en Florida para pactar en la “Yalta” del Siglo XXI.
Poco importa actualmente en Washington la escasa o nula defensa que Pekin y Moscú hacen con respecto a las libertades de los derechos humanos en sus propios países.
Da lo mismo que Putin elimine físicamente de manera sofisticada o brutal a sus adversarios.
Es indistinto que los actuales gobernantes de la República Popular China sean los mismos que masacraron a miles de compatriotas en la mítica Plaza de Tiananmen.
Donald tiene el relativismo moral que ostenta cualquier hombre de negocios relevante.
Por su parte, Vladimir es otro súper millonario que aprovechó su puesto de privilegio en la tenebrosa KGB cuando colapsó la Unión Soviética.
Finalmente, Xi representa a una casta de millonarios maoistas. Son los mandarines del Siglo XXI, al punto que nueve de los diez millonarios más importantes de China provienen de las filas del Partido Comunista.
¿Usted cree que Claro, Movistar y Personal compiten entre sí o se dividen un mercado al que le fijan las mismas tarifas y casi idénticas condiciones?
¿Usted piensa que Ford, Renault, Peugeot y Fiat hacen lo propio o se confabulan sus CEOs para pactar políticas salariales y empresariales conjuntas?
¿Usted supone que Shell, YPF, Axion y Petrobras suben los precios de las naftas de manera conjunta por casualidad?
¿Usted es consciente que la justicia norteamericana obligó a frenar la supuesta “guerra” entre Coca Cola y Pepsi porque ambas empresas habían llegado a dominar en conjunto el 75 por ciento del mercado norteamericano de gaseosas mandando a la bancarrota a las sodas locales de ese país?
Cuando las condiciones lo permiten, el oligopolio (del griego, pocos vendedores) se impone y escasos jugadores se convierten en prestadores de un servicio o fabricantes de un producto.
La competencia se anula. Los resultados finales se pactan mientras una gran “mise en scene” disfraza con sus coreografías una pelea tan real como la de “Titanes en el ring”.
¿Qué tiene que ver todo esto con la actual crisis terminal de Venezuela?
Lamentablemente, es la explicación a casi todos los males de este sufrido pueblo caribeño.
En este contexto, EEUU apoya a Rusia en su intento por quedarse con los activos norteamericanos de la devasta PDVSA, la estatal petrolera sudamericana.
Se trata de Citgo, una firma que opera tres refinerías, varios oleoductos y casi 50 plataformas petroleras en el interior de EEUU.
El incremento de la participación rusa en una subsidiaria de la venezolana PDVSA en Houston es un secreto a voces.
En otras palabras, gracias al desastre político, económico y social provocado por el chavismo Putin se está quedando con una de las mayores joyas de los caribeños. Una firma cincelada durante décadas en el mercado de hidrocarburos más competitivo del mundo.
La petrolera rusa Rosfnet no para de comprar acciones de Citgo. Muy pronto la dominarán por completo.
En caso de un incumplimiento de deuda, una situación cada vez más probable por parte de PDVSA, Rosneft estaría en posición de orquestar una adquisición cuasi fraudulenta.
Los rusos sostienen en el palacio de Miraflores con sus armas y apoyo político a un régimen fraticida y demencial cuyo colapso los beneficiará en el corto plazo.
Mientras tanto, aprovechando también que Venezuela está aplastada bajo una montaña de deudas y una inflación extravagante, China no deja de enviar recursos monetarios y bienes de consumo que piensa cobrarse con las reservas de los yacimientos de la Franja Del Orinoco, donde estarían enclavadas las más grandes reservas mundiales del oro negro. Las cifras son muy oscuras pero oscilan entre los 40 y 70 mil millones de dólares.
El gigante comunista hoy importa la mitad del crudo que consume pero en los próximos veinte años esa proporción de compras en el exterior se extenderá hasta el 70 por ciento.
En artículos anteriores hemos explicado cómo planean llevarse las monumentales concentraciones: van a utilizar el supuesto Canal de Nicaragua (que el presidente Daniel Ortega les “obsequió” por un siglo completo) para construir un oleoducto por donde pasarán desde el Caribe hacia el Pacífico las joyas venezolanas.
Los últimos tres presidentes del coloso asiático han sido ingenieros (Ian Zeming, Ju Xintao y Xi Jinping). Cada año, las universidades de ese país generan 300 mil nuevos ingenieros. Son los líderes mundiales indiscutidos en estas ciencias.
La solución que idearon para no tener que pasar con sus grandes petroleros de 300 o 400 mil toneladas por el Estrecho de Magallanes o circunvalar Afica es muy original.
En uno de los debates más calientes entre Hillary y Donald en las pasadas presidenciales, la esposa de Bill Clinton le espetó a su rival: “vos aprovechaste la crisis hipotecaria de Estados Unidos de 2008 para hacer especulación financiera y comprar activos inmobiliarios por poco dinero”.
Trump, sorprendido, cometió un sinceridio: “En todo caso, fui inteligente”.
Para semejante personaje, aprovecharse de las debilidades del caído es completamente válido. Son las reglas del mercado. “Business are business”.
¿Y, ahora, quién podrá defender a Venezuela?
El Papa Francisco, que se movió rápido para generar un entendimiento entre los hermanos Castro y los Estados Unidos, se desentiende de Caracas al punto que ayer exclamó: "¡Que nuestra señora de Coromoto interceda por Venezuela!". Está claro que él no hará nada por frenar la eventual guerra civil que pende sobre esa convulsionada región.
A diferencia de Juan Pablo II, quién nunca dudó en involucrarse en el conflicto argentino-chileno de 1977 que frenó una guerra inminente, Bergoglio pide que “no lo usen” privilegiando su situación personal al drama de 30 millones de personas que en su gran mayoría pertenecen a la grey católica.
¿Y, ahora, quién podrá defender a Venezuela?
Los partidos opositores nucleados en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) no saben o no quieren denunciar el pacto de los gigantes que los ha sumido en este desastre. Prefieren mirar para otro lado y concentrar sus denuncias en el impresentable presidente Nicolás Maduro.
Siguen peregrinando hasta Washington para suplicarle a Trump que los ayude. Lo único que han recibido de republicanos y demócratas son sanciones menores para algunos miembros de un gobierno criminal plagado de narcotraficantes.
¿Por qué continúan obstinadamente basando sus estrategias en buscar solidaridad de “sellos de goma” como el CELAC, la OEA, el MERCOSUR, la UNASUR o el PARLASUR?
¿Hasta cuándo van a perder tiempo con los sketches que generar a diario el inoperante e impotente uruguayo Luis Almagro?
¿Por qué no denuncian lo que realmente les está ocurriendo mientras las agujas del reloj corren como Usain Bolt hacia la Constituyente que terminará de certificar el despojo total de sus riquezas?
¿Cuándo se darán cuenta de que Estados Unidos ya no los precisa como en décadas anteriores ya que los norteamericanos hoy son superavitarios en materia energética gracias al fracking y la explosión de las energías renovables que impulsó Barack Obama?
Los han dejado librados a su suerte y se aprestan a cobrar suculentos peajes por su “laissez faire”en el patio trasero latinoamericano.
La entente de Trump, Putin y los chinos se completa con las grandes empresas multinacionales que aprovechan las ventajas que cada uno le otorga en su propia geografía.
Por el momento, sólo en el viejo continente les ponen algún tipo de freno a los monopolios económicos.
Esta semana, la danesa Margrethe Vestager, Comisaria europea de la Competencia, le aplicó una supermillonaria multa por 2700 millones de dólares a la firma Google por abusar de su posición de privilegio. Se trata del único gigante informático que puede trabajar en China, gracias a que acepta fuertes filtros de censura. Por su parte. Youtube, Facebook, Instagram y Twitter están prohibidos por la tiránica RPCh.
Esa es la única pelea real que se dará en los próximos lustros: lo que quede de la Comunicad Económica de Europa, luego del Brexit y los movimientos independentistas (alentados por el Nuevo Orden), intentarán frenar el oligopolio mundial que ya domina al planeta.
En Caracas, los jóvenes movilizados se han hartado de la MUD y la emplazan a tomar acciones reales contra los “locos con carnet” que gobiernan Venezuela.
Asumen que las estrategias partidarias de la coalición no pueden frenar la Asamblea Constituyente que amenaza con partir en dos para siempre la historia política de tan bella Nación.