Lanús jugó un partido aceptable y dispuso de algunas buenas chances de dar el gran golpe y sin embargo a la luz de su declinación en el último cuarto de hora, del gol recibido y del posible penal adverso que no vio o no dio el árbitro, es dable afirmar que ha quedado en buena posición para ganar la Copa Libertadores de América.
Desde luego que mucho mejor hubiera sido llegar indemne al último suspiro y llevarse un empate con sabor a gloria de un Gremio Arena en ebullición, donde salvo honrosas excepciones todos se van con las manos vacías.
Pero perder por 1-0 no ha estado tan mal, ni por asomo.
Gremio asumió la iniciativa y el dominio territorial y Lanús se agrupó en su campo, hasta ahí todo previsible, pero acaso no tanto como la escasez de ideas que expresó el tricolor gaúcho, impotente para hacer pesar el clásico recurso brasileño de imponer superioridad por los costados.
Lanús se agrupó en su campo, queda dicho, pero con intensidad, ajustes pertinentes y sobre todo sin renunciar a salir rápido y comprometer a Gremio, sea por intermedio de las corridas de Lautaro Acosta, sea mediante el oportuno desembarco de algún mediocampista.
Y fue uno de los mediocampistas, Román Martínez, quien merodeó el gol, aunque la oportunidad más clara la tuvo el defensor Diego Braghieri con un certero y violento cabezazo de pique que Marcelo Grohe conjuró de forma magistral.
Fue un típico partido copero entre fuerzas parejas y con mucho en juego: más calor y color en las tribunas que en el juego propiamente dicho.
En ese contexto el árbitro chileno Julio Bascuñan conspiró con su tendencia a dejar golpear al límite del reglamento y con su blandura a la hora de responder al carnaval de la queja.
Faltaban siete minutos, Lanús no salía mucho y Gremio tampoco entraba mucho hasta que llegó un centro de tómbola, un desvío, una floja cobertura de los defensores de Lanús, una igual de floja respuesta del arquero Esteban Andrada y la providencial atropellada de Cícero, que había entrado por Jailson.
Lo que quedó se jugó a pura crispación, Lanús estuvo lejos del empate pero no tan lejos de lo que hubiera representado un verdadero mazazo: en la última jugada hubo una infracción en perjuicio de un jugador de Gremio que ya había ganado la posición dentro del área, pero Bascuñan se lavó las manos.
Una vez que el trasandino dio por terminado el partido abundaron los insultos y los manotazos que se prolongaron hasta los vestuarios, donde por ejemplo el argentino Walter Kannemann, de Gremio, siguió la pendencia cara a cara con algunos jugadores del club Granate.
De Gremio se esperaba más y Lanús dio la talla, de manera que la revancha, que será el próximo miércoles 29 en la Fortaleza, se revela de buen pronóstico para el representativo nacional.
A grandes trazos, la clave optimista fue formulada por el entrenador Jorge Almirón, que recordó lo fuerte que se hace su equipo en condición de local y su saludable costumbre de anotar más de un gol.
De hecho, en su cancha Lanús remontó una serie con San Lorenzo con desventaja de 2-0 y la semifinal con River con una desventaja de 0-3 cuando transcurrían 44 minutos del primer tiempo del desquite.
Es oportuno recordar que en una final de Copa Libertadores no se contempla la regla del gol de visitante que vale doble en caso de igualdad.
Gremio será campeón si ganara o empatara y Lanús será campeón si ganara por dos goles de diferencia.
Una victoria de Lanús, por 1-0, 2-1 o 3.2, y así, forzaría 30 minutos suplementarios.