"Something is rotten in the State of Denmark", diría Marcelo en una de las escenas de la obra de Shakespeare The Tragedie of Hamlet, Prince of Denmark previo a la aparición del fantasma parlante del progenitor de éste último.
Something stinks, es cierto, pero esta vez parece que se extiende a otras geografías.
En medio de los cada vez más fuertes rumores de estallido de una burbuja, el bitcoin logró hace muy poco su tan ansiado debut en el mercado internacional de derivados financieros.
Según lo informado por Russel Rhoads, director de Productos Avanzados y Derivados Globales en Cboe Global Markets, la estrella de las criptomonedas cotizó en la Bolsa Chicago Board Options Exchange, el mercado de derivados más importante a nivel mundial, disparándose en esa oportunidad por encima del 20 %.
Asimismo, inversiones mayores pueden hacerse mediante el operador CME Group. Si bien el precio unitario se mantiene igual para ambos tipos de contratos, la CBOE requiere solo un bitcoin y los de la CME se hacen por cinco unidades.
Para poner el fenómeno en su contexto, cabe señalar que la tan temida burbuja parecería estar empezando a desinflarse, a juzgar por el comportamiento en baja que sigue mostrando el activo en cuestión.
El período comprendido entre el 17 y el 23 de diciembre es considerado por muchos una "semana negra", luego del retroceso de más del 20 % del precio del bitcoin pese a haber alcanzado los u$s 20.000 al momento de ingresar al mercado de derivados. Una caída algo menor han sufrido otras criptomonedas.
Un producto financiero es un contrato, un bono, una acción, equivalente a determinada suma de dinero.
Si bien hoy no resulta tan clara la definición dada la complejidad que han alcanzado las finanzas, es posible, a priori, clasificarlos en tres grandes grupos: de ahorro, de inversión y de financiamiento.
Los contratos de futuro son productos financieros, dentro del conjunto de los contratos de derivados, activos cuyo precio precisamente deriva del precio de otro activo llamado subyacente.
Los productos financieros de ahorro reditúan beneficios en forma de intereses, generalmente a nivel de la inflación, como los depósitos a plazo fijo o las cajas de ahorro.
Los de inversión permiten ganancias que a largo plazo pueden superar la inflación, y pueden tener diferente tipo de renta: fija, variable o mixta, como las acciones, los bonos, entre otros.
Los de financiamiento por su parte, tienen por finalidad cubrir una parte del dinero del que no dispone el requirente, como los créditos, las hipotecas y las tarjetas de crédito, incluyendo intereses y otros gastos.
Los llamados futuros, si bien en principio cumplen un rol de garantías por las que los entes económicos aseguran sus costos con el transcurso del tiempo y las variaciones de precios en el mercado, también se utilizan para especular.
Este tipo de contratos tiene su génesis entre productores y demandantes, generalmente de materias primas, pero con el tiempo se hizo habitual trasladar esta práctica a otros conceptos menos económicos. De hecho, cotizan en mercados abiertos de modo tal que cualquiera puede comercializarlos basándose en funciones predictivas de comportamiento del precio del activo subyacente.
Un aspecto importante de la utilidad de los futuros es que generalmente el activo subyacente es difícil de transaccionar por diferentes razones.
Las criptomonedas, en gran medida, tienen esa particularidad por diversos factores: constituyen un activo aún muy novedoso por ende su volatilidad es muy alta, requieren de una determinada tecnología para su obtención o confiar en plataformas o intermediarios con un alto riesgo de ser víctima de fraudes, robos, estafas, etc.
Los contratos de futuro contemplan la posibilidad de celebrarse a deuda, sin la necesidad de erogar la totalidad del precio incluido en ellos. Para el caso de bitcoin y otras criptomonedas, y en virtud de sus características, se exige un pago mínimo promedio del 40 %.
Tanto los contratos de CBOE y CME son trimestrales, pero mientras los primeros se ofrecen de manera mensual, los segundos incluyen vencimientos los meses de marzo, junio, septiembre y diciembre de cada año.
Ambos mercados comparten la modalidad de pago en dólares equivalentes a los bitcoins conforme al precio de cierre, y su corte al momento de producirse altas o bajas por encima del 20 o por debajo de 7 %.
Sin embargo, en los últimos días, el precio de los contratos con vencimiento el primer trimestre de 2018 marcó un importante desplome, con algunos leves intentos de recuperación temporal, siempre de manera aleatoria, pero con una clara tendencia a la baja.
Pero volviendo a Dinamarca, perdón, al extraño aroma de los futuros en criptomonedas, y pese a algunas falacias en las que suelen incurrir sus fervientes defensores, las sospechas sobre la manipulación del precio subyacente controlando las transacciones de este tipo de contratos están empezando a aflorar.
A esto podría argumentarse que si el pago a los tenedores es en dólares no debería ser, en principio, lógico que volvieran a invertir en bitcoins, sino en otros bienes más tradicionales con menor volatilidad.
Sin embargo, inversores con amplia capacidad de operación tienen la posibilidad de producir alzas o desplomes sin necesidad de salirse de los mercados tradicionales.
A falta de un ente regulador como ocurre con el dinero fiduciario, existen algunos elementos que lo respaldan, como la expansión de su uso, la mayor seguridad, menor costo de sus transacciones, confidencialidad, y los argumentos tecnológicos que posibilitarían su eximición de todos los males que acarrea un sistema económico basado en dinero fiduciario, como el límite de emisión y su correspondencia inflacionaria. De hecho, actualmente se calculan en circulación menos de 17 de los 21 millones de unidades totales que el propio criptosistema Bitcoin permite emitir, de lo que surge que en unos quince años ya rondará el 99 %, correspondiendo el 1 % restante a procesos de minería.
Pese a lo dicho, la realidad es que no existen fundamentos absolutamente sólidos como para predecir el comportamiento real de esta moneda digital a largo plazo, sobre todo considerando las fluctuaciones desde su creación y su paulatina adaptación al sistema económico-financiero tradicional.
La explicación al desplome de las criptomonedas ostenta variados argumentos que van desde la venta masiva de grandes volúmenes por parte de importantes tenedores, el límite que vienen teniendo las transacciones por cuestiones de capacidad tecnológica, la falta de adaptación masiva al relativamente reciente fork, el alto precio de las comisiones debido a los mayores tiempos de procesamiento, las operaciones de grandes empresas que alteran todo el sistema, muchas de las cuales se encuentran en China y cuentan con pooles de minería de enorme poder, etc.
Lo concreto es que la mayor parte de los expertos internacionales en temas financieros están convencidos de que se trata de una nueva burbuja pero, que debido a sus características tan particulares, su efecto se está produciendo de manera gradual y no a modo de estallido repentino como suele ocurrir con las burbujas que hemos visto hasta ahora.
Frente a este escenario, las entidades financieras más importantes a nivel global estén desaconsejando a sus clientes invertir en monedas digitales.
El Banco Central de Dinamarca, por su parte, se ha pronunciado comparando las inversiones en estos activos con apuestas de juegos de azar, advirtiendo además a quienes opten por este tipo de especulación que no podrán culpar a los reguladores del mercado de los posibles resultados finales adversos.