El Gobierno debió moverse rápido en los últimos días para atender nuevos frentes abiertos, ante dificultades económicas que se van sumando, en un escenario de recalentamiento del mercado cambiario.
Mauricio Macri tomó el teléfono e hizo un último intento personal ante el norteamericano Donald Trump para tratar de que la Argentina quede exceptuada de la suba de aranceles al acero (25%) y al aluminio (10%).
Las medidas afectan a dos de las principales compañías de la Argentina: Techint y Aluar. Macri explicó la baja participación que tienen las ventas nacionales en el mercado norteamericano.
Según la Cancillería, las ventas argentinas representan sólo 0,6% del acero y 2,3% del aluminio de todas las importaciones que hace EEUU en ambos rubros.
"La Argentina no es causante ni contribuye a las distorsiones que afectan a los mercados mundiales y a los EEUU", fue el argumento que usó Macri con la información provista por Cancillería.
Por su parte, el ministro de Finanzas, Luis Caputo, se sentó frente a los grandes financistas de Wall Street con el fin de llevarles tranquilidad sobre la sustentabilidad del modelo económico.
Los hombres de negocios se empiezan a inquietar por los números rojos de las cuentas, y a descreer del voluntarismo mostrado por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien insiste en destacar mejoras en el déficit primario, mientras los financistas observan con preocupación el alza del desequilibrio financiero.
Pero el frente externo no es el único dolor de cabeza para el gobierno de Cambiemos.
La Casa Rosada intentará calmar la preocupación de los industriales, que ponen cada vez más reparos sobre la aceleración de la apertura económica y el impacto sobre sus alicaídos negocios.
Los hombres de la UIA, que durante años se acostumbraron a un mercado protegido y semicerrado, se encuentran ahora con el reclamo de funcionarios que exigen aumentar los niveles de competencia, mejorar la productividad y enfocarse hacia nuevos rubros.
El propio presidente Macri lo planteó en la última reunión de Gabinete.
Se quejó de que los empresarios argentinos se acostumbraron a trasladar los problemas al consumidor, en lugar de pelear en cada eslabón de la cadena de comercialización y con los sindicatos, para achicar costos, ser más competitivos y restar presiones sobre la inflación.
En el mundo empresarial creen que el presidente está molesto en especial con los principales productores de alimentos (Arcor) y de chapa y hojalata, la ya mencionada Techint a través de sus controladas Siderca y Siderar.
Las palabras del jefe de Estado son seguidas con atención por los dueños de esas compañías, Luis Pagani (Arcor) y Paolo Rocca (Techint).
Ambos empresarios recuerdan, cada vez que pueden, que sus industrias lideran desde hace años los rankings de inversión en la Argentina.
También hacen trascender que son líderes de competitivas multinacionales argentinas.
Una forma de decir: "El problema no somos nosotros".
En el mundo de las finanzas existe preocupación entre fondos de inversión y bancos que vienen apostando a la Argentina con miles de millones de dólares a las colocaciones de deuda, que ya suman más de 130.000 millones.
Esas dudas se agravaron luego de los interrogantes planteados por el FMI sobre la sustentabilidad de la estrategia para reducir el déficit fiscal.
El Fondo -cuya directora Christine Lagarde arribará en los próximos días a la Argentina y se verá con Macri-, abrió interrogantes sobre el futuro de las cuentas públicas de la Argentina.
Si bien ponderó que el déficit se irá reduciendo en 2018 y 2019, dejó entrever que esa tendencia podría frenarse en 2020.
Sus técnicos advirtieron que el desequilibrio financiero (que incluye tanto el primario como también los intereses de la deuda) podría volver a profundizarse y subir en 2022 al 5,3% del Producto Bruto.
El Fondo sostiene que, a diferencia del Ministerio de Hacienda, tanto el déficit primario como el pago de intereses de deuda tendrán una evolución más pesimista.
Pero sobre el final de la semana, los ojos volvieron a posarse en el jefe del BCRA, Federico Sturzenegger, quien no estaría atravesando la mejor relación con algunas espadas de la Jefatura de Gabinete.
El presidente de la autoridad monetaria se siente respaldado por Macri y eso le dio aire para hacer una jugada que podría repetir en las próximas jornadas cambiarias.
Aprovechó el respaldo de las reservas para poner casi 400 millones de dólares en una semana y atenuar, al menos por ahora, una movida financiera de trasfondo viscoso.
Fue cuando se enteró de que algunos cambistas y agentes financieros buscaban forzar un nuevo piso de 21 pesos para la divisa estadounidense, lo cual redoblaría presiones sobre la inflación.
La jugada de "Sturze" le hizo perder algunos millones de dólares a varios tiburones de la city.
Pero como siempre ocurre entre los jugadores con poder económico, esto recién empieza, y tiene final abierto.