El año 2018 será sin duda un año electoral importantísimo para América Latina y el Caribe. Se elegirán nuevos presidentes en Brasil, Venezuela, México, Paraguay, Costa Rica, Cuba y Colombia. Triunfará la cordura democrática de países como Chile, Argentina, Perú, o habrá un nuevo brote de gobiernos populistas con rasgos totalitarios, como lo son entre otros Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Cuba, país que ha perfeccionado en más de 50 años los instrumentos para mantener una sangrienta dictadura?

Las elecciones presidenciales en Colombia el próximo 27 de mayo serán decisivas al respecto, marcarán el camino.

Acabamos de tener en Colombia, hace muy pocos días, las elecciones parlamentarias del 11 de marzo; fue el primer round por el futuro democrático del país; el segundo se librará con los debates presidenciales, el tercero lo veremos en la primera vuelta, prevista para el 27 de mayo , que probablemente desembocará en un duelo final el 17 de junio, dado que ninguno de los candidatos obtendría previamente más del 50% de los votos necesarios para llegar a la presidencia. Hasta ahora hemos visto en la campaña electoral meramente fuegos artificiales, pero ahora una vez realizadas las parlamentarias, el horizonte político del país será mucho más claro. Presenciaremos una encarnizada lucha ideológica entre el vencedor del Partido Centro Democrático, el joven senador y abogado Iván Duque, elocuente y con garras, un estrecho colaborador del ex presidente Álvaro Uribe, fundador del partido de centro derecha , y el candidato de la extrema izquierda colombiana, el ex guerrillero del M 19, simpatizante chavista, con vínculos estrechos con Maduro, Gustavo Petro, ex alcalde de Bogotá, con un discurso populista que hace temer que el país pueda seguir el rumbo catastrófico de su vecino del norte, Venezuela.

Como era de esperar en estas elecciones parlamentarias las guerrillas de las FARC, transformadas ahora en un partido político, que mantiene las mismas siglas pero que significan ahora “Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común”, tuvieron una estrepitosa derrota electoral por parte del pueblo colombiano, llegando a obtener un mísero 0,34% de los votos para un puesto en el senado y tan solo el 0,22% para la Cámara de Diputados. A pesar de esta bofetada electoral y a la muy discutida e incomprensible política traidora hacia el pueblo colombiano, el actual presidente Juan Manuel Santos, con su siniestro plan de paz llevado a cabo en La Habana y rechazado con un rotundo NO por el pueblo colombiano, se las ingenió para hacerle algunos retoques y ser aprobado finalmente, lo que tuvo como tremenda consecuencia que los guerrilleros obtuvieran gratuitamente, sin hacer ninguna campaña electoral, 5 curules en el Senado y 5 curules en la Cámara de Diputados para el período legislativo comprendido entre los años 2018 al 2022. La derrota electoral de las FARC fue aún más dramática al verse obligado el partido político de retirar a último momento su candidato a la presidencia, Rodrigo Londoño Echeverri, alias Timochenko , al calcularse que no iba a llegar ni siquiera al 1% de los votos. El repudio popular que recibió una y otra vez a todo el ancho del país fue enorme; huevazos, piedrazos, insultos estuvieron a la orden del día. A esto se sumó el oportuno infarto del candidato a la presidencia que tuvo que ser operado de emergencia. Así pudo evitarse un escarnio aún mayor. Evidentemente saldrá del escenario público por unos meses, y se destaca ya como su sucesor otro tenebroso guerrillero, Pablo Catatumbo.

Señalemos ahora que en medio de este cruel realismo mágico a la colombiana, el gobierno nefasto del saliente presidente Santos se rindió por completo ante estos asesinos y narcotraficantes. El acuerdo de ”paz”, que más bien debería ser llamado de “miseria”, que Juan Manuel Santos le impuso a los colombianos, es una de las peores desgracias que podían ocurrirle al país. Lo que en estos momentos vemos en Colombia es un presidente humillado ante unos asesinos con los que se negocia incluso la política agraria y el modelo económico y político del país. A los guerrilleros de las FARC se les entregó todo. La poderosa mafia progresista internacional, que está detrás de Santos, manipuló para que le dieran el premio Nobel de la Paz, un premio ya muy desprestigiado, buscando así que le confiriera más peso en las conversaciones de la Habana, y obviamente no faltaron como aliados de esta infamia el progresista hipócrita Papa Francisco, el impopular ex presidente español Zapatero y otros impresentables líderes europeos y latinoamericanos, que festejaron a viva voz este insulto a la democracia.

Hoy en día bajo Santos y su camarilla la justicia no existe. Con la creación del JEP (Justicia Especial para la Paz) se ha vuelto posible que vulgares delincuentes, sin purgar penas, hayan podido integrarse a la sociedad civil. Hay miles y miles de casos para mostrar esta barbaridad. Uno de ellos es el ex guerrillero con el alias de Richard, jefe del Frente 30 de las FARC, que tenía condenas que sumaban sesenta años por narcotráfico y horrendos crímenes de lesa humanidad, como el secuestro de diputados que fueron asesinados en el cautiverio. A él la Justicia colombiana le otorgó la libertad condicional, una amnistía política y así hoy en día disfruta de su fortuna que se calcula en unos 400 millones de dólares, provenientes del narcotráfico y otros graves delitos. Aún más grave es tener que presenciar que en un país con una tradición de 50 años de democracia, sanguinarios guerrilleros ocupen curules en el parlamento, sin que hayan sido elegidos, sin que hayan sido juzgados y condenados por atroces crímenes y sin haber estado un solo día en la cárcel y que ahora participen activamente en la política del país como ciudadanos honorables.

Dos ejemplos que demuestran la infamia del acuerdo de paz del presidente Santos son los casos de Timochenko y de su sucesor en el poder de las FARC, el sanguinario guerrillero Catatumbo. Timochenko ha acumulado un número sin fin de procesos pendientes, 106 por asesinato, 194 por secuestros, 29 por mutilaciones que le hubieran acarreado 164 años de prisión. Hoy en día, después de verse obligado a someterse a una operación cardíaca, descansa tranquilamente en uno de los mejores sanatorios de Bogotá y muy probablemente termine sus días en su amada Cuba, donde estará a salvo tanto de una nueva Justicia colombiana como de la Justicia norteamericana que ofrece 5 millones de dólares por su captura por graves delitos de narcotráfico.

Catatumbo, por su lado, pronto senador de la República, beneficiario de los acuerdos de paz, cuenta con un increíble y frondoso prontuario criminal. Fue colaborador de Pablo Escobar, miembro de la guerrilla M-19, asesino a sueldo de poderosos narcotraficantes, con una perversa inclinación a la pedofilia, y uno de los cabecillas más sanguinarios de las FARC. Cientos de acusaciones están asentadas en la Justicia colombiana y le merecerían el estar sentado frente al Tribunal de la Haya. Pero el fiscal Montealegre, títere de Santos, declaró borrón y cuenta nueva para este criminal como para tantos otros. ¡Qué vergüenza! También Catatumbo está en la mira del Departamento de Estado de los EEUU que ofrece una recompensa de 2,5 millones de dólares por su captura por delitos de narcotráfico.

Esperemos que en las próximas semanas, al final de este tenebroso capítulo del realismo mágico político colombiano, triunfe el candidato Iván Duque para que se afiance el giro democrático de Colombia y de América Latina y … me gusta el logo de su partido “Mano fuerte, Corazón grande”. Que Dios lo ayude, y mucho, porque con la bendición del Papa Francisco no va a poder contar, éste en su interior estará con el candidato chavista.