Ayer viajamos en el tiempo y nos remontamos 70 años atrás para comprender cómo fue la particular relación de Perón con la Iglesia y cómo ese amor se convirtió en odio.
El principio no podría haber sido más auspicioso: en el ´45 Perón se aferraba a la Doctrina Social Cristiana y la curia se abrazaba a Perón. Pero el gobierno peronista siempre se adecuó al viento de la historia y, como una lábil veleta política, tomó decisiones que irritaron a la Iglesia. A estos hechos se sumó la conducta privada de Perón que escandalizaba a ciertos sectores de la sociedad.
La imagen de aquel Perón devoto que asistía a misa y se rodeaba de sacerdotes para inaugurar obras, contrastaba con aquel que se dejaba fotografiar con estudiantes secundarias ligeras de ropa. Todas las versiones sobre las orgías de Perón en la Quinta de Olivos con las muchachas de la UES no hubiesen encontrado ningún fundamento de no haber sido por un escándalo que asomó como un rumor durante el gobierno de Perón y se conoció en detalle luego de su derrocamiento: la relación del presidente con la estudiante secundaria Nelly Rivas.
Juan Domingo Perón tenía cerca de sesenta años y Nelly Rivas era una menor de apenas catorce. A pocos días de la caída del gobierno constitucional, el nuevo gobierno de facto dio a conocer a la prensa las cartas que Perón, a bordo de la cañonera paraguaya en la que huyó, escribió a su amante adolescente. Dos años más tarde, en 1957, fue la propia Nelly Rivas quien publicó en algunos diarios estadounidenses una serie de artículos en los que contaba varias intimidades de esta relación prohibida. En el año 1968 concedió un reportaje a Primera Plana, ilustrado con varias fotos en las que aparecía junto a Perón. En una de ellas se los ve abrazados en el césped revolcándose, literalmente.
De acuerdo con todos los artículos, reportajes y testimonios, Nelly Rivas conoció al presidente durante una de las famosas visitas que hacían las alumnas agrupadas en la UES a la Quinta presidencial de Olivos en 1953. Conocedor de los gustos de Perón, el ministro de Educación, Armando Méndez San Martín, presentó al presidente y a la estudiante. Desde aquel momento se inició una relación acaso muy semejante a la que había mantenido años antes con María Cecilia Yurbel, una jovencita, menor de edad, a la que Eva sacó a empujones de la casa de su futuro marido. No pasó demasiado tiempo desde el inicio del romance hasta que Nelly Rivas se instaló en la residencia presidencial de la avenida Alvear. De la misma forma que se exhibía públicamente con «la Piraña», tal como se la conoció a María Cecilia Yurbel, cuando el entonces coronel era secretario de Trabajo, durante los últimos años de su segundo mandato, Perón también se mostró en varias oportunidades con su «amiguita», sólo que a Nelly no podía presentarla como si fuera su hija, tal como hizo alguna vez con anterior amante. Se los vio juntos y tomados del brazo en el Festival de Cine de Mar del Plata del año 1954, en una pelea de box en el Luna Park, e incluso en algunos ámbitos oficiales. Por supuesto, todos los miembros del gobierno de mayor y menor rango estaban perfectamente al tanto de la relación de Perón con su amante adolescente. De hecho, él jamás hizo nada por ocultarlo. Pero estos escándalos, que irritaban a la Iglesia, fueron apenas pequeños detalles en comparación con lo que se avecinaba.
El romance inicial del peronismo con la Iglesia terminó de manera sangrienta. El 16 de junio de 1955 acaso haya sido uno de los días más trágicos de la historia de nuestro país. Aviones de la Marina de Guerra bombardearon salvaje y cobardemente la Plaza de Mayo repleta de gente a plena luz del día, dejando 384 muertos y cerca de 1.000 heridos. Los aviones que surcaron el cielo sobre la plaza llevaban una frase pintada en el fuselaje: «Cristo vence». El golpe, cuyo, objetivo de máxima era asesinar a Perón, fracasó y los instigadores del bombardeo fueron detenidos. Esa misma noche, en respuesta a la masacre, grupos fieles al gobierno se lanzaron a las calles a incendiar y saquear varias iglesias del centro porteño.
Todo había comenzado el sábado 11 de junio, durante la celebración de Corpus Christi en la Catedral. La ceremonia se convirtió en una multitudinaria manifestación contraria al gobierno. Un grupo de fieles enarboló frente al Congreso la bandera argentina y la amarilla y blanca del Vaticano. Luego de algunas refriegas, apareció quemada una bandera nacional y el gobierno acusó del agravio a los manifestantes católicos. El domingo 12, luego de la misa vespertina, una manifestación peronista atacó la Catedral de Buenos Aires. Otra vez se produjeron enfrentamientos y hubo varios heridos y detenidos. Juan Domingo Perón expulsó del país a monseñor Manuel Tato, obispo auxiliar de Buenos Aires, y a Ramón Novoa, asesor de la Acción Católica. En este punto, ya sin retorno, el gobierno decidió la clausura de todos los locales de la Acción Católica, mientras el ministro de Educación, Méndez San Martín, propuso la expropiación de la Catedral y de la Curia.
El matrimonio entre el peronismo y la Iglesia parecía destinado al divorcio. Pero, como sabemos, la Iglesia se opone al divorcio y muchos años más tarde las relaciones se iban a recomponer gracias a los buenos oficios de un cura de barrio que, sin que nadie lo previera, llegó a convertirse en el Sumo Pontífice.