De mantenerse los actuales niveles de migración (mil radicaciones aprobadas cada día hábil), el país se expone a llegar a un 40% de pobreza en 2030 y al 50% en 2040.
Los octogenarios que tendremos dentro de un cuarto de siglo cumplirán la profecía del pensador Zygmund Bauman: "Malditos los hombres condenados a vivir en dos eras muy diferentes".
Ellos habrán crecido en los años setenta en una Argentina con niveles de pobreza de apenas un dígito. Menores a los de España e Italia.
Sin embargo, terminarán sus días en una sociedad donde uno de cada dos compatriotas no podrá siquiera cumplir cada mes con las necesidades básicas de alimentación, hogar y vestimenta.
¿Cómo comenzó a desarrollarse este fenómeno que hoy es explosivo?
En 2008, cuando el ex presidente Néstor Kirchner implementó el llamado “Plan Patria Grande” (que flexibilizó como nunca las exigencias para radicarse en la Argentina), el número de extranjeros que solicitan residencia aquí comenzó a crecer de manera sistemática.
Actualmente, hemos llegado a un guarismo cercano a las mil personas por jornada que son aceptadas en la Dirección Nacional de Migraciones.
Los interesados apenas deben acercarse a las oficinas públicas con documento de origen y dos fotos 4x4 para recibir, gratuitamente, una credencial de “residencia precaria” que los habilita a estudiar, trabajar y permanecer en Argentina sin inconvenientes.
En la práctica, a lo sumo una semana después de su arribo ya tienen papeles oficiales y un número de CUIL para desempeñarse en cualquier tipo de trabajo.
En una segunda fase, deberán presentar un certificado de antecedentes penales y con ello conseguirán DNI y una residencia temporaria por dos años que les otorgará los mismos derechos civiles de un argentino. Inclusive, podrán votar en comicios municipales y provinciales.
Los inscriptos en 2017 fueron mayoritariamente paraguayos (60 mil), bolivianos (40 mil), venezolanos (30 mil), peruanos (20 mil), colombianos (16 mil), brasileños (8 mil), chilenos (cuatro mil), ecuatorianos (tres mil), uruguayos (tres mil) y chinos (2700).
A estos guarismos debemos sumarles las decenas de miles de ciudadanos foráneos que permanecen en esta geografía sin contar con papeles oficlales.
Basta señalar que el cónsul paraguayo en Buenos Aires, Jorge Riquelme, reconoció que cerca de 300 mil de sus connacionales habita aquí de manera irregular.
La progresión de los últimos años arroja una serie de resultados que estremecen.
Para que quede claro: Argentina (215 mil) recibió más gente en 2017 que toda Europa (180 mil).
Según el Censo 2010, la República Argentina tenía por entonces apenas 1,8 millones de entranjeros, menos de un cinco por ciento de su población.
Pero, en el último lustro y medio, todo ha cambiado.
En 2011, más de 250 mil personas nacidas en otros países lograron la radicación oficial en estas tierras.
En 2012, la cifra trepó a 286 mil.
En 2013, se mantuvo similar: 276 mil.
En 2014, bajaron a 200 mil.
En 2015, treparon hasta 260 mil.
En 2016, fueron casi 220 mil.
El año pasado, un número similar, 215 mil.
En 2018, impulsado fundamentalmente por el éxodo venezolano, los números podrían ser récord superando largamente el cuarto de millón de solicitudes.
Una simple suma nos dice que en solo ocho años ya tenemos casi dos millones más de extranjeros. Los foráneos se han duplicado.
¿Son pocos o muchos un total de casi cuatro millones de habitantes nacidos allende nuestras fronteras?
En el mundo, se cree que existen unos 250 millones de migrantes. Eso representa poco más del 3% de los seres humanos.
En nuestro país, estaríamos frente a una cifra de extranjeros superior al 9% del total de nuestra población. Estamos ya triplicando la media mundial.
Los defensores del Plan Patria Grande se amparan en el preámbulo de la Constitución donde reza: “Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.
Sin embargo, el doctor Alejandro Fargosi, ex miembro del Consejo de la Magistratura de la República Argentina, sostiene que “los extranjeros que quieran venir a nuestro país, deben hacerlo para hacer su aporte a las finalidades de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad”.
En palabras actuales, el derecho a entrar al país lo deberían tener quienes lleguen para aportar algo y por eso serán considerados absolutamente iguales a los nacionales.
Agrega Fargosi que “en una virtual competencia para ver quien dice el disparate más absurdo, algunos se oponen a que se exija a los inmigrantes el demostrar que no tienen antecedentes penales. Ni hablar de que demuestren tener un trabajo, como se exige en cualquier parte del mundo”.
¿Por qué se redujeron todas las exigencias en la Argentina? ¿No fuimos irresponsables?
¿Por qué no se pide al menos una constancia de que quienes arriban tienen asegurado un trabajo en un área que al país le interesa desarrollar?
El país carecía hace tres lustros y carece ahora de condiciones de infraestructura adecuadas para alojar y dar empleo a este verdadero aluvión humano.
Las villas de emergencia se multiplicaron hasta sumar en la actualidad más de 2500 (1500 de las cuáles están en CABA y GBA). Se ha sembrado de marginalidad y "favelizado" a una de las principales megalópolis de América Latina.
En el Siglo XXI, la población en asentamientos de la Reina del Plata pasó del 4 % al 8 %. Los edificios precarios que tenían dos y tres pisos pasaron a sumar cinco o seis.
Con los actuales ingresos de inmigrantes no alcanzarían todas las viviendas sociales que se construyen en la Nación cada doce meses (unas 40 mil) para satisfacer la nueva demanda habitacional.
Además, la débil e inestable economía nacional tampoco genera fuentes de trabajo suficiente para acoger a todos los “recién arribados”.
Distintos futurólogos coinciden en que en los próximos 20 años desaparecerán en la economía local millones de fuentes laborales debido al imparable proceso de automatización.
Está claro que las naciones vecinas más serias han tomado nota de este monstruoso peligro y han adoptado un camino distinto.
Por ejemplo, Chile y Uruguay modificaron recientemente sus normativas y se volvieron mucho más restrictivos de la mano de gobiernos progresistas como el de Michelle Bachelet y Tabaré Vázquez.
¿Cuántos extranjeros residentes en Argentina terminan viviendo en villas de emergencia o terrenos tomados?
Según el Instituto de Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires, más de la mitad de los habitantes de la Villa 31 son nacidos en otros países.
La mayoría llegaron desde Paraguay. Fueron desplazando rápidamente a la migración interna que llegaba desde Santiago del Estero, Chaco y el NO de nuestro país.
El mega asentamiento de Retiro no para de crecer ya que recibe casi 3000 nuevos habitantes cada año.
La población de la 1 11 14, en el Bajo Flores, tiene fuerte preeminencia de peruanos.
En Villa Celina, Ingeniero Budge y Villa Fiorito los que encabezan el ranking son los bolivianos.
El porcentaje se mantiene de manera casi invariable en el resto de los asentamientos porteños y del GBA ya que el 51% de los extranjeros termina en un asentamiento irregular alquilando una vivienda sin papeles o bien ocupando sin permiso un terreno público o privado.
Con este nivel de desembarcos no existe presupuesto capaz de urbanizar los asentamientos ya que los mismos se multiplican a una velocidad enloquecedora.