Nuestro país sufre —podríamos decir que desde su época fundacional— de varios males. Uno de los más graves y corrosivos es, sin dudas, la corrupción pero, además, existen dos problemas gravitantes, que podríamos decir que son relativamente nuevos; la delincuencia juvenil y el acceso irrestricto de inmigrantes.
Lamentablemente, con la muerte de un niño de 15 años, Brian, de la zona de Flores asesinado por jóvenes extranjeros estas dos problemáticas van por el mismo carril.
Lo más lamentable es que uno de ellos regresa a su país de origen porque la Justicia Argentina entiende que no se lo puede juzgar por ser menor y extranjero. Algo realmente insólito ya que estos mismos extranjeros reciben de forma gratuita educación, salud y todo lo que el sistema de protección social en nuestro extenso territorio avala.
Por otro lado, tenemos a los “manteros” cuyas nacionales son, en su mayoría, peruanos, bolivianos y del continente africano cortando una de las avenidas más importantes de la ciudad sin que esto traiga ninguna consecuencia para ellos, con el agravante que están reclamando por que les permitan seguir ejerciendo una actividad ilegal. Algo totalmente descabellado por donde se lo mire.
Esto no es un problema aislado, ni algo o que haya traído este gobierno. Es la enorme incapacidad del Estado de no controlar el hábitat urbano, por un lado, y el flujo inmigratorio, por otro.
No es casual que los asentamientos urbanos y semi urbanos se etiqueten como la villa de los paraguayos; villa de los peruanos o villa de los bolivianos, a lo que debemos sumar que el mayor foco de violencia está generado por las guerras inter-villas.
Ahora, tenemos que estos ciudadanos del mundo tienen sus garantías constitucionales cubiertas aún siendo muchos de ellos indocumentados. Entonces, ¿qué hacemos con los argentinos que no tienen las necesidades básicas cubiertas? ¿Por qué protegemos legalmente a indocumentados y permitimos que maten y se vayan nuevamente a sus países de origen?
Pero no solo eso; en las cárceles tenemos peruanos y paraguayos manejando el narcotráfico y las zonas de influencia donde perseguían sus fines. Tenemos malos ejemplos, una justicia que legitima más los derechos de los que violan la ley y la garantía de un sistema judicial a favor de los violentos, que los derechos de los ciudadanos que con sus impuestos sostienen ese mismo sistema que los castiga, y comerciantes víctimas de la delincuencia tienen que padecer el pie del Estado de manera contributiva o de justicia ilegitima.
Indudablemente estamos inmersos en una decadencia ética, social y cultural que avanza a pasos galopantes y desenfrenados.
Evidentemente llegó la hora de ser menos permisivos con el flujo migratorio y empezar a cancelar visados y derechos de extranjeros que carecen de justificación permanente.
Llegó la hora de ser menos permisivos con delincuentes juveniles que se convierten en asesinos a los 14 o 15 años, cuando son plenamente conscientes de lo que están haciendo.
Llegó la hora de ser menos permisivos con extorsionadores profesionales que cortan calles y rutas y amenazan encapuchados, y con palos en mano, exigiendo lo que se les ocurra.