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El retorno del caudillismo de izquierda en México

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¡Muy macho!
¡Muy macho!

“Hoy es urgente que haya un cambio de gobierno, necesitamos un valiente con agallas, un gallo fino de pelea con espolones afilados para acabar con las lacras indeseables, y a ver si así se acaba la corrupción. No nos falles López Obrador, estamos contigo, alma, vida y corazón“.

 

Éste es sólo uno de los cientos de corridos muy populares entonados en México en favor del recientemente electo nuevo presidente del país, Manuel López Obrador, conocido comúnmente por su acrónimo, AMLO. Corridos, estas baladas, generalmente con contenido social-político con larga tradición en el país, con más de 200 años de vigencia y que hoy en día le rinden loas a famosos narcotraficantes, criminales y bandidos, se vuelcan actualmente a rendirle culto al recientemente elegido nuevo presidente de México ¡Muy macho!

La victoria de Amlo y su partido, Morena, creado y dominado por él mismo, fue aplastante. No sólo obtuvo el 53% de los votos sino que su coalición dominará en 31 de los 32 estados federales y López Obrador se transformará así en el primer presidente mexicano en los últimos 24 años que tendrá una mayoría absoluta en el Congreso. Tan sólo en la Cámara de diputados su fracción ocupará 300 de los 500 asientos existentes. También dominará al país a nivel local, a través de alcaldías y municipios, muchas veces ocupados por títeres de los poderosos carteles del narcotráfico, que han sembrado el terror en el país para que fueran elegidos sus candidatos, a menudo simpatizantes de Amlo. Los candidatos independientes que se atrevieron a postularse han pagado con sus vidas. Según cifras oficiales 114 de ellos, hombres y mujeres, han sido asesinados brutalmente por los narcotraficantes, y esto tan sólo en los últimos meses, sembrando con sangre el transcurso de la campaña electoral. A esta cifra se sumarían las alrededor de 200.000 personas asesinadas en el país desde el año 2016, aparte de otras 30.000 que aparecen como desaparecidas.

¿Y qué hará Manuel López Obrador, este nuevo caudillo de izquierda, que se considera a sí mismo como el Mesías de un nuevo México, con este terrible flagelo que azota a su país y con tantos otros gravísimos problemas a resolver, teniendo en sus manos esta concentración de poder político? Esta pregunta se traduce en una gran inquietud e incertidumbre no sólo en el país sino en todo el continente. Sus credenciales democráticas no son las mejores y en México es vox populi que con él se ha votado al mal menor. Su elección ha sido el resultado de una situación límite con la corrupción y la violencia que asolan al país, y que los partidos tradicionales no han sabido darle respuestas efectivas.

Sí, sus credenciales democráticas no son las mejores. No esconde su admiración por el sistema castrista de Cuba. Admira a Che Guevara, y por eso, su más joven hijo lleva el nombre de Jesús Ernesto. Se ha sentido siempre cercano al Chavismo de Venezuela y amigo de los desastrosos gobiernos populistas de nuestro continente, como los de Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil, los Kirchner en la Argentina, los Ortega en Nicaragua, José Mujica en el Uruguay. A la arrogancia, la soberbia, el autoritarismo y el machismo que lo caracterizan, se suma en López Obrador la mentira permanente de exaltarse como depositario de la honestidad y la verdad. Ha mentido sobre su forma de vida e ingresos, sobre los casos de corrupción en los que estuvo involucrado, también siendo alcalde de la ciudad de México, sobre sus valores y su verdadera ideología. Político corrupto y rodeado de corruptos que lo acompañarán en el nuevo gobierno. Ya anunció que bajo su gobierno no habrá ninguna persecución, ni judicial ni política, para con los miembros del gobierno actual, muchos de los cuales ya se han podido acomodar en la nueva nómina estatal. Y lo que es más grave aún, ha anunciado que piensa realizar una amplia amnistía para con los criminales capos de los carteles mexicanos, como lo intentara hacer el cuestionado presidente Santos en Colombia, que está terminando su mandato con un total fracaso, y que así, sin quererlo, le facilitara el triunfo al nuevo presidente de ese país, representante del centro-derecha, Iván Duque que ha prometido revisar los Tratados de Paz cerrados en La Habana. López Obrador aparece así no sólo como un gran peligro para su país, que bien puede llevarlo a convertirse en una nueva Venezuela, como muchos centros políticos bien informados temen, sino para todo el continente dándole nuevos impulsos a la alicaída ideología populista del socialismo del siglo 21, que hasta ahora estaba en pleno retroceso en el continente americano.

Una renovación de México debería estar centrada fundamentalmente en el campo del combate frontal a la corrupción y a la extrema violencia que está desgarrando el país. Y en ninguno de estos aspectos Amlo tiene respuestas concretas. Nadie sabe cuáles son sus planes. Todo es demagogia e incertidumbre. En cuanto a la violencia, que junto con la corrupción ha sido uno de los temas más importantes que posibilitaron su elección, las cifras existentes son realmente escalofriantes. De acuerdo a un informe del Citizen Council for Public and Criminal Security tan sólo en el año 2017 se han registrado en el país 25.339 asesinatos, la cifra más alta de los últimos 2 decenios. 12 ciudades mexicanas se encuentran entre las 50 más peligrosas del mundo. En los últimos 6 años, o sea en el sexenio del actual presidente Peña Nieto, fueron masacradas 104.000 personas, es decir unas 80 diariamente. Lo que distingue a México de otros países del continente es la brutalidad y la saña como se realizan. No alcanza con asesinar las víctimas sino que en la mayoría de los casos son descuartizadas o degolladas o los cadáveres disueltos en ácidos y las mujeres previamente e inevitablemente brutalmente violadas. Recordemos aquí los casos recientes de los degollados en Veracruz, los quemados vivos en Cahuila, los despedazados en Chihuahua, los despellejados vivos en Tamaulipas, los estudiantes masacrados en Ayotzinapa. México es hoy en día, en opinión de fuentes de la iglesia y de organizaciones de derechos humanos, un vasto cementerio con colinas de huesos abandonados. ¿Y qué dicen las autoridades mexicanas confrontadas a estos terribles crímenes? Cínicamente muchos funcionarios declaran que a estas personas simplemente les tocó la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento no indicado, y así lo escriben en sus actas de defunción. Otros se conforman con expresar en forma cínica o resignada, como un alto funcionario del Ministerio del Interior: “¿Qué vamos a hacer, así son los tiempos en los que vivimos aquí.”

México tiene una larga tradición en su milenaria y rica historia de padecimientos con una violencia descarnada, que está, casi podríamos decirlo, en su ADN. Pero un rasgo propio, lo que lo hace especialmente repugnante, es la violencia sistemática contra la mujer, que afortunadamente el resto del continente no comparte. Esto hizo que mi estadía como corresponsal de prensa en México, años atrás, fuera particularmente desagradable. Aquí tan sólo un ejemplo sucedido hace un par de meses en el Estado de Tamaulipas, al norte de México, fronterizo con los EE.UU., en la ruta que comunica Ciudad Victoria con Tula, en una localidad irónicamente llamada Capilla de la Santa Muerte. Esta ruta es muy usada por los grupos de criminales narcotraficantes, los Zetas y los del Golfo, para introducir la droga en el vecino del norte. Un grupo de estos asesinos irrumpe en un supermercado y secuestra a 6 mujeres, que son luego violadas, torturadas, masacradas, desmembradas y sus restos envueltos en sacos de plástico que son arrojados a la vera de esta ruta. Éste es tan sólo uno de los secuestros de este tipo con este final. Otros 124 de características similares han sido registrados en el año 2017 en esta misma región.

Marihuana, metanfetamina, cocaína, heroína, muchas veces provenientes de Colombia, son introducidas por esta y otras rutas cercanas al país del norte, dejando una secuela de horror, para que amplios sectores mayormente pudientes del país del norte puedan disfrutar mejor la vida nocturna, escapar a la realidad de una sociedad en crisis, que atraviesa una epidemia en el uso de drogas nunca antes conocido, pero que es ignorada y no combatida frontalmente. Más de 100 años atrás Porfirio Díaz, que gobernó el país hasta los albores del siglo 20, pronunció una frase que la recuerdan casi todos los mexicanos y que quizás la podríamos aplicar hoy en día en toda esta problemática del consumo del norte y la violencia extrema del vecino del sur: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.

Y bien y ¿qué piensa hacer el nuevo presidente frente a esta tragedia de la violencia imparable que azota al país? ¿Cuáles son sus proyectos, sus prioridades para luchar contra este flagelo? Hasta el momento sus anuncios son vagos, contradictorios. Pero en repetidas ocasiones afirmó que este problema se resolvería ofreciendo una amnistía a los capos del narcotráfico de su país. En sus palabras, “si es necesario vamos a convocar a un diálogo para que se otorgue amnistía. No descartamos el perdón. En mi tierra siempre se dice ni perdón ni olvido, yo no comparto eso. Yo sí creo que no hay que olvidar, pero sí se debe perdonar, si está de por medio la paz y la tranquilidad de todo un pueblo”. Esta propuesta de Amlo, meses antes de asumir la presidencia del país, trajo como consecuencia fuertes críticas de diversos sectores de la sociedad mexicana que la encuentran inconcebible, casi obscena teniendo en cuenta la desesperante situación que vive el país. Pensar tan sólo que arreglándose con los criminales narcos del país puede solucionar el problema de la violencia es inaudito. Margarita Zavala, que fuera candidata independiente en las últimas elecciones, opinó que la propuesta del líder de Morena podría crear en México un país donde reinará la impunidad. “Amlo quiere amnistía para corruptos y criminales. Yo quiero un país donde se respete la ley y los delincuentes y criminales estén en la cárcel”. Una política de apaciguamiento en un país tan violento como México, está destinada desde el principio al fracaso. Y esto lo estamos viviendo en Colombia con una política similar que quiso introducir el Presidente Santos con las narco-guerrillas de las FARC, y que actualmente muestra un evidente fracaso porque los llamados guerrilleros arrepentidos siguen negociando con las drogas y cometiendo toda serie de brutales crímenes, a pesar de todas las ventajas que se les han ofrecido.

En cuanto a los proyectos de Amlo para combatir la corrupción, el segundo problema central para México, sus vagas intenciones anuncian que nada cambiará porque él mismo es parte del problema, y lo demuestra fehacientemente su largo y corrupto historial político al servicio de sindicatos manejados por verdaderos mafiosos. Mencionemos tan sólo un hecho acaecido durante el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari. Amlo, a cambio de una fuerte suma de dinero, se prestó a desactivar una serie de huelgas y manifestaciones sindicales, dadas sus buenas relaciones con los capos corruptos de estas organizaciones. Y en un serio reportaje del periodista Mauricio Laguna, publicado en el desaparecido periódico La Crisis, con el título “López Obrador, 10 años de violencia callejera”, se enumeran diferentes graves delitos cometidos por Amlo. Es sintomático que ya durante la campaña que lo llevó a la presidencia prometiera que en su gobierno no habrán persecuciones judiciales ni persecuciones políticas para con los grupos sospechosos de corrupción del gobierno saliente, llegando a afirmar hipócritamente que combatirá a la corrupción simplemente con honestidad, porque “cuando un presidente es honesto, todos van a querer serlo”.

Ante este panorama de incertidumbre y preocupación por el destino de México no son descabelladas las voces que presagian un futuro como el de la actual Venezuela. El caudillo socialista López Obrador tiene lamentablemente muchos rasgos en común con los desastrosos caudillos del socialismo del siglo 21 del continente, lo que lo hace poco fiable de llevar adelante una agenda verdaderamente democrática, justamente en un país donde las instituciones republicanas no han podido aún echar raíces profundas. Para la democracia del continente, que se estaba recuperando de regímenes caudillistas, significa un claro retroceso, por lo menos un signo de interrogación. Ojalá que el gallo socialista fino de pelea, con espolones afilados, que menciona el corrido en su honor, pueda acabar con las lacras indeseables de su país y combatir eficazmente la violencia y la corrupción endémica que lo devoran, no sólo por el bien de México sino de todo el continente, incluido los EE.UU.

América, norte, centro y sur estará pendiente a partir del primero de diciembre, cuando el actual presidente Peña Nieto le coloque la banda presidencial, de ver el giro que tomará la política de Amlo. Y ojalá que no se imponga en el país un tipo de socialismo caudillista, lamentablemente muy común en nuestras latitudes y que en palabras del gran estadista inglés Winston Churchill “es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria.

 

5 comentarios Dejá tu comentario

  1. Eduardo Martín México queda en norteamérica.- AMLO va a llevar a México a ser más inclusivo, equitativo. Un país tan pero tan rico con tanta desigualdad. Calderón, Fox, Peña Nieto dieron vergüenza. No se puede opinar sin conocer la realidad de un país.

  2. Maria del Carmen gracias por decirme que Mexico esta en norteamerica. Provoco un profundo cambio en mi. Cambio mi sintaxis. OTRO PAYASO DEL CARIBE. POBRE MEXICO!!!!!! Este cuate es del mismo pelo que Chavez, Maduro, Kirchner, la abogada exitosa, Lula, Evo, Dilma, Correa y otras ratas menores que se me olvidan. Todos amiguitos de Bergoglio. Pobre Mexico de esta no los salva ni el Zorro.

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