Ni el propio nuevo presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, conocido popularmente como AMLO, cree en realidad poder cumplir con todo lo prometido durante su campaña electoral; de lo contrario no hubiera terminado uno de sus tantos discursos con una frase muy mejicana, algo vulgar, que expresa su incertidumbre: “Si no puedo cumplir con mi agenda, me iré a la chingada”, dicho de otra forma, me iré al carajo, a la mierda. Algo más diplomático lo afirmó nuevamente al decir en otro de sus discursos: “En dos años y medio me someteré a la renovación de mi mandato para demostrar que el pueblo es el que tendrá el poder en sus manos.(…) Porque el pueblo pone y el pueblo quita, y es el único soberano al que debo sumisión y obediencia”.

El discurso de AMLO de toma de posesión de mando realizado el primero de diciembre ante unas 160.000 personas en el Zócalo de la Ciudad de México, principal plaza pública del país, tuvo rasgos impactantes por sus simbolismos, su dramatismo y su demagogia, comparado con otros cambios de mando que pude presenciar en el pasado en la capital azteca. Es así que un momento muy especial lo marcó la ceremonia de purificación por parte de los pueblos indígenas. AMLO se arrodilló durante el ritual al recibir el bastón de mando, que lo purificaba, frente a un indígena hincado, que le llevaba también un crucifijo.

Desconfianza e incertidumbre reina en el México de estos días, a pesar del rotundo triunfo de AMLO, en julio pasado, con el 53 % de los votos, con lo cual obtuvo también una mayoría absoluta en el congreso. Desconfianza e incertidumbre porque nadie sabe exactamente qué rumbo definitivo tomará el gobierno. Hasta ahora las señales son erráticas y ambiguas, a veces contradictorias y si no llega a hacer los cambios sustanciales que prometiera en sus 100 puntos al asumir el mandato, podría ya en el año 2021, en las elecciones intermedias, perder la mayoría en la Cámara de Diputados.

México es hoy en día un Estado semi-fallido, y será muy difícil superar los males endémicos del país: la corrupción, la violencia, las devastadas estructuras institucionales, los poderosos carteles de la droga, el sistema judicial muchas veces en manos de jueces ligados al narcotráfico y una fuerza policial prácticamente al servicio del crimen organizado. Pero el mayor peligro futuro de su gobierno estriba en su visión de ejercer el poder en forma vertical, y poco democrática. Todo diseño político parte sólo de él y vuelve sólo a él. Creó así la posición del “delegado político”, especie de comisario político, uno para cada Estado del país federal, que será un verdadero representante popular de su ideario. Además ya avisó de hacer amplio uso del recurso de las llamadas “consultas populares”. Indicios peligrosos del autoritarismo del nuevo presidente, un autoritarismo capaz de arruinar aún más al país en pos de una ideología fallida, como lo fuera el caso de Hugo Chávez en Venezuela, un autoritarismo que ya lo pudimos observar en él, en el transcurso de su trayectoria política de 30 años, y su militancia siempre en las filas de la extrema izquierda latinoamericana. Durante sus campañas electorales, recordemos que con esta última, ha sido la tercera en intentar llegar a la presidencia del país, ha tratado de revivir el poco democrático corporativismo mexicano, afín a aquel de Mussolini. Y como el Duce ha utilizado en infinidad de veces la presión de la calle, de sus fanáticos, cuando las instituciones republicanas del país bloqueaban sus designios.

Ya en sus primeros días vemos señales muy perturbadoras y erráticas para su nuevo gobierno. El hecho de haber invitado a la ceremonia de cambio de mando al genocida, capo narcotraficante venezolano Maduro, nos da ya una señal de mal augurio. Otros indicios de preocupacíon se encuentran en los sectores de la seguridad pública, de la lucha contra los poderosos carteles del narcotráfico, en el sector de la economía, en las importantes relaciones con el “vecino distante”, los EE UU.

Luego de haber pregonado en su campaña electoral que sacaría de las calles de Méjico a las fuerzas armadas, anuncia la creación de una especie de Guardia Nacional con una tropa de unos 50.000 hombres, siguiendo el ejemplo de la Guardia Civil española y Gendarmerie francesa, y que será justamente formada por el muy cuestionado ejército mexicano, que otrora retirara de las calles. Esta especie de Guardia Nacional tendrá como misión combatir a los poderosos carteles de la droga, que prácticamente se han adueñado del país. El giro inesperado de AMLO en militarizar aún más la lucha contra el narcotráfico ha cosechado ya, en tan sólo un par de días de su mandato, fuertes críticas por parte de organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos. Por el otro lado anunció que está considerando crear un aparato que dé amnistía a capos del narcotráfico a cambio de la búsqueda de una pretendida pacificación del país, un anuncio que ha causado un fuerte rechazo en la sociedad y que pone en duda la seriedad de sus proyectos. Considerar tan sólo esta propuesta justamente en un país que necesita fortalecer su estado de derecho, es algo insólito, por no decir altamente peligroso, y más aún considerando el ejemplo cercano y fresco del fracaso en Colombia de los Tratados de Paz con la narcoguerrilla de las FARC, que luego del tramposo acuerdo del ex presidente Santos, a espaldas del pueblo colombiano , no logró que la guerrilla terminara con sus actividades criminales, continuándolas ahora con una nueva generación, asesinando, secuestrando y traficando, mientras sus viejos líderes, ya jubilados, perdonados de sus atroces crímenes, ocupen incluso curules en el congreso colombiano. ¿Será este el ejemplo a seguir por AMLO para su país?

Mas señales de preocupación en estos primeros días del nuevo mandatario, y esta vez en el sector de la economía, nos han dado múltiples gestos y declaraciones de AMLO que no sólo inquietan a los importantes capitales extranjeros, sino a los propios empresarios mexicanos. En una de sus consultas populares, subrayando así su clara política anti-capitalista, decidió parar por completo el gran proyecto de la construcción de un nuevo aeropuerto para la ciudad de México en Texcoco, y en plena construcción, causando turbulencias financieras. Por otro lado es obvio que AMLO está atado inexorablemente al poder casi absoluto del poderoso capitalismo mexicano si desea seriamente un progreso económico para el país , y ya se echó para atrás anunciando que en su gobierno no habrá ninguna reforma fiscal en los primeros tres años!

En cuanto a su política exterior será fiel a la tradicional doctrina Estrada de neutralidad extrema que incluye la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en asunto que atañen a otros países. O sea que descarta completamente cualquier tipo de intervención en Venezuela. El álgido tema de la inmigración ilegal descontrolada en la frontera norte con los EE.UU, con los casi 8.000 centroamericanos que se encuentran en territorio mexicano, principalmente en la ciudad de Tijuana, causando serios problemas de seguridad y salubridad a la población de esa ciudad, es probable que los dos hombres fuertes, Trump y López Obrador, lleguen a algún tipo de acuerdo que sirva a ambas partes en un futuro bien cercano. De acuerdo a estadísticas mexicanas el pueblo de este país rechaza casi en un 50 % la presencia de la caravana en su país, mientras que en EE.UU., las cifras de rechazo llegan a porcentajes similares. Un arreglo sensato en este conflicto les conviene a ambos presidentes.

Se dice en México que el mayor obstáculo para que AMLO termine su mandato presidencial sin grandes turbulencias es él mismo, o sea su estilo autoritario, populista, que hasta ahora le ha favorecido en un país cuya población considera sólo en un 37 % sistemas democráticos como la mejor forma de gobierno y que le da lo mismo vivir bajo un gobierno democrático o no. Tan sólo 12 años atrás, en el 2016 estas cifras llegaban a índices bien diferentes, cuando el 54 % de los mexicanos preferían vivir bajo sistemas plenamente democráticos.

El futuro político del país es incierto. Ojalá logre AMLO, eso sí dentro del marco institucional republicano, tan sólo disminuir los altos grados de corrupción, de extrema violencia y de extrema pobreza que azotan el país y devolverle al mexicano común la sensación de que el gobierno es suyo, que lo representa, que es honesto; tan sólo esto ya significaría para el país un gran cambio cultural y político. Estamos frente a una gran oportunidad histórica para un cambio trascendental. ¿Logrará AMLO realizar este cambio? ¿Y si fracasa, se irá realmente a la Chingada? ¿O sumirá al país en una crisis aún mayor a la actual? El resultado será decisivo no sólo para la izquierda mexicana sino para el socialismo democrático de todo el continente, devaluado actualmente por lamentables ejemplos de la extrema izquierda totalitaria, blindada en reductos patéticos como lo son Venezuela, Nicaragua, Bolivia. Los próximos meses ya nos darán más pistas sólidas.

Buena suerte México, y ¡que la Virgencita de Guadalupe los ampare!