Cuando el encargado del “caso argentino” Roberto Cardarelli pise nuevamente Argentina, pasado mañana en el aeropuerto de Ezeiza, tal vez se dé cuenta de cuán desactualizado quedó aquel paquete de u$s 55.000 millones que le armaron Fondo Monetario Internacional (FMI), el BID y el Banco Mundial al gobierno de Mauricio Macri.

Luego de la fuerte devaluación del peso, la inflación parece no tener freno, mientras que la actividad económica se desploma al compás del incremento de la tasa de interés que lleva a cabo en BCRA para contener la furia por la divisa norteamericana.

Algunos analistas consideran incluso que el paquete de ayuda inician quedó corto, que faltarían otros u$s 20.000 millones más.

Cardarelli llega al frente una misión de técnicos del organismo multilateral para auditar por primera vez la marcha de la economía, luego del convenio anunciado el pasado 7 de junio en el Centro Cultural Kirchner, conocido como CCK. De hecho, uno de los negociadores del acuerdo ya no está más. Federico Sturzenegger fue reemplazado por Luis Caputo en el Banco Central.

Lo que primero tratará de analizar el hombre del FMI es si el país está en condiciones de reducir este año su déficit fiscal a un nivel del 2,7% del PBI y terminar con un crecimiento de la economía de por lo menos 0,4%. También  analizará si la inflación anual quedará dentro de los límites del 29% como para que no se activen las cláusulas que obligarían al FMI a intervenir en la política monetaria.

Lo que no tenían en cuenta en junio, cuando firmaron el acuerdo, es que otro de los países de tamaño medio que recurrentemente entra en crisis económica, Turquía, iba a generar una nueva rueda devaluatoria entre los emergentes. Todos perdieron esta semana con la corrida contra a lira turca, pero Argentina perdió más.

El acuerdo con el FMI, y luego la declaración de país emergente por parte de la calificadora MSCI no sirvieron de nada. Los inversores ven fuertes semejanzas entre Turquía y Argentina.

Por otro lado, tampoco se sabía en junio que una ex esposa despechada iba a poner al descubierto la trama de corrupción más grande de la historia argentina. Si tan solo Oscar Centeno hubiera accedido al reclamo de Hilda Horovitz de “un departamento y un auto cero kilómetro” para no hablar, tal vez hoy la situación sería un poco diferente. Los ADR argentinos en Nueva York no se desplomarían 11%, como el jueves pasado, y entonces hundiría más al mercado local.

Hay una preocupación compartida entre empresarios y el gobierno de que el escándalo de los cuadernos sea una especie de “llovido sobre mojado” para la economía, que de ese modo tendría que olvidarse de terminar con 0,4% como dice el acuerdo con el FMI.  Es más, algunos suponen que esto alargará la crisis.

Estas conclusiones surgen a partir del ejemplo del Lava Jato de Brasil. Pero hay diferencias. Cuando estalló el escándalo, la destituida presidenta Dilma Rousseff ya venía muy mal en la consideración popular. Había arrancado su segundo mandato con un fuerte ajuste económico de corte ortodoxo, que había generado una caída de la actividad. El Lava Jato tan solo fue el motivo para sacarla del poder. El problema que de Brasil era que no tenía recambio político. De modo que lo que fue un ajuste de shock (como el que muchos economistas argentinos reclamaban a Macri) generó crisis económica, crisis política y crisis social. Por ello Brasil termina este año con una expectativa de crecimiento de apenas 1 % luego de una recesión de más de dos años. Algo nunca visto en ese país.

No parece ser el caso de la Argentina. A pesar de la caída de la popularidad, Macri no está en las mismas condiciones de Dilma antes del Lava Jato. Incluso, Macri puede decir que durante su mandato se está higienizando al sistema como nunca, apuntando al entramado de corrupción del anterior gobierno. Dilma en cambio, quedó salpicada ella misma, porque su partido el PT, sus dirigentes y el ex presidente Lula Da Silva, eran los acusados.

Cardarelli entonces deberá reunir toda esta información y remitirla al board del FMI. Estará unos 10 días en el país, y durante ese período se reunirá con funcionarios. Es factible que tome contacto con empresarios y organizaciones sociales, para tratar de tomar el pulso al humor social.