Los temores del Gobierno por no poder cerrar el año por debajo del 32% de inflación que se fijó como tope en el acuerdo con el FMI podrían pasar al arcón de los recuerdos, de la misma forma en que debieron archivarse rápidamente las pautas del 10% y su corrección al 15%.
La disparada del dólar y los ajustes tarifarios pendientes podrían llevar la inflación de 2018 a un nivel superior al 41% registrado en 2002 y de esa manera colocar al presente año como el de mayor aumento de precios al consumidor de los últimos 27. No hacen falta más corridas cambiarias ni alguna crisis adicional a la que ya viene sucediendo desde mediados de abril. Simplemente, con un promedio mensual del 3,4% entre agosto y diciembre se llegaría a un 41,4% y de esa forma superar la marca del año que siguió al fin de la Convertibilidad.
Ese promedio mensual no sería difícil de alcanzar aun en el caso de que el Gobierno consiga dominar la turbulencia cambiaria y evitar mayores subas en la cotización del dólar. La mayoría de las consultoras prevén para agosto una inflación superior a ese 3,4% y se corre el riesgo de que septiembre cierre con un índice mayor, en parte por los ajustes esperados en las tarifas del autotransporte y ferrocarriles en el área metropolitana, en los precios de los combustibles y principalmente en el efecto de la suba ya operada del dólar en el valor de los productos de consumo masivo.
Si bien se descarta que toda la devaluación del peso se traslade de inmediato a los precios, no podrá evitarse su paulatino “efecto residual” en los meses siguientes. En los que, además, habrá que esperar nuevos aumentos en las tarifas de servicios públicos ajustadas por dólar, como el gas y la electricidad.
Después del 41% de 2002, el año con mayor inflación del último cuarto de siglo fue 2016, con el 40,3%, seguido por el 38,5% de 2014. En estos dos casos, la fuente fue el denominado “IPC Congreso”, un promedio de diferentes consultoras realizado por diputados de bloques opositores. En 2016 debido a que la conducción del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) resolvió discontinuar la serie luego de la manipulación y alteración de datos realizada desde enero de 2007 y que invalidaron todas las cifras oficiales a partir de entonces. Incluidas las de 2014, cuando se debió recurrir a la información de diputados de la entonces oposición que luego formaron parte del Gobierno de Cambiemos, como Federico Sturzenegger y Patricia Bullrich.
De esa manera, 2018 podría ser el año de mayor inflación después de 1991, cuando se alcanzó un 84% en gran medida por el 51,9% del primer trimestre, previo al inicio de la Convertibilidad. Si esos porcentajes impresionan, qué decir del 4.923,6% de 1989 y el 1.343,9% de 1990.
En 1992, primer año de vigencia plena de la ley 23.928, el IPC fue del 17,5% y siguió descendiendo en los años siguientes, con deflaciones en 1999, 2000 y 2001.
Después del 41% del 2002, hubo un brusco descenso al 3,7% en 2003 y desde 2004 la inflación volvió a mostrar una tendencia ascendente, si bien manteniéndose en un dígito anual hasta 2005. Luego del 10,7% de 2006, en enero de 2007 comenzó un proceso de manipulación de las estadísticas oficiales que obligó a recurrir a diferentes fuentes privadas y a índices de organismos provinciales, con un máximo del 38,5% en 2014.
La Presidencia de Mauricio Macri comenzó con una inflación del 40,3% en 2016, que bajó al 24,8% en 2017.
Si bien desde un principio la mayoría de las consultoras desechó la posibilidad de que se cumpliera en 2018 la meta oficial corregida del 15% anunciada el 28 de diciembre de 2017, en todos los casos se admitía un desvío de no más de cinco puntos porcentuales.
A medida que pasaban los meses, se fue haciendo evidente una brecha cada vez mayor entre la pauta oficial y la inflación real. A cuatro meses de la finalización de 2018, no sería descabellado prever un Índice de Precios al Consumidor Nacional que supere al 41% del 2002.