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Los golpeados y los golpistas... ¿todo tiempo pasado fue mejor?

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Recuerdos del futuro
Recuerdos del futuro

Los golpes a la democracia y a las instituciones no siempre los protagonizan los mandos militares. La historia de los golpes en la Argentina nos ha dejado una memoria colectiva dolorosa que debe enseñarnos lo que no puede volver a ocurrirnos nunca más.

 

El golpe del 76 fue sin dudas el más sangriento y cruel. Pero hubo otro golpe que no debemos olvidar de ninguna manera; porque terminó con un gobierno ético como pocos y porque la sociedad civil no tuvo la menor intención de defender a su presidente y a los poderes de la democracia. Me refiero al golpe ruin que derrocó al Presidente Illia.

Arturo Illia tenía unos ojos tristes, un cuerpo hecho de piel sobre hueso y los bolsillos vacíos. A pesar de su contextura magra, no cabía en las espaciosas poltronas de la política. Arturo Illia no encajaba, tampoco, en su tiempo. Estaba hecho con la madera de los próceres del pasado y la visión de los hombres del futuro.

Nunca se le hubiese ocurrido la peregrina idea de abrazarse a una caja fuerte. Lo suyo era un maletín de cuero en el que llevaba el estetoscopio, el tensiómetro y la linternita: ese era su tesoro. Más de una vez pagó de su bolsillo los medicamentos que necesitaban los enfermos. Solía comprar las medicinas con su plata mintiéndole a los pacientes que eran muestras médicas de los laboratorios.

En realidad, lo único que recibió de los laboratorios fue la furia por haber estropeado sus negocios millonarios. En una palangana de latón sus pacientes dejaban lo que podían pagarle. Y los que no tenían dinero, podían tomarlo de esa misma palangana. Visitaba a los enfermos a caballo o en bicicleta por los caminos polvorientos de Cruz del Eje.

Illia presidió el país con el corazón de un médico rural y atendió a cada paciente con la importancia que se le otorga a un presidente. Siempre tuvo presente que el soberano era el ciudadano común.

En 1977 un terremoto sacudió a Caucete y destruyó principalmente las viviendas más modestas, las de adobe. Fue tan fuerte que se sintió incluso en Buenos Aires. Otro terremoto ya estaba en curso: el que produjo la dictadura militar el 24 de marzo de 1976. Illia tenía experiencia en ambas cosas: en padecer golpes militares y en socorrer a los que sufren.

En silencio, sin actos grandilocuentes ni anuncios, Arturo Illia cumplió con su promesa hipocrática atendiendo a los rescatados de entre los escombros y a los pocos días se fue de Caucete con la misma levedad con la que llegan y se van los ángeles.

Illia sabía de golpes militares; de hecho él mismo había sido derrocado en 1966. Acaso el testimonio más valioso de ese crimen a la República no es el de las víctimas (todos nosotros), sino el de uno de los victimarios que participó del golpe.

Cuando se puso en marcha el golpe militar, el teniente Rodrigo Richieri ordenó a su tropa resistir la asonada y ordenó preparar las armas para defender la constitución. Eran apenas treinta almas contra un ejército de miles. Pero Illia no iba permitir que se sacrificaran los mejores hombres de las fuerzas armadas, los que estaban dispuestos a dar la vida por la constitución. Viendo que aquello iba a ser una carnicería, el presidente ordenó a sus leales que depusieran las armas para evitar la masacre.

Así, el General Julio Alsogaray, el Brigadier Otero, el coronel Luis Perlinger y un grupo de oficiales tomaron por asalto la Casa Rosada. Antes de que le arrebataran la presidencia, Illia los invitó a pasar al despacho:

-Pasen Señores, La Mesa está servida.

Esa mesa que en manos Onganía fue un banquete para los laboratorios, para las petroleras, para los criminales que habrían de venir en la sucesivas dictaduras. Veinte años más tarde, a Perlinger no le alcanzaban las palabras para disculparse y para aliviar su conciencia. Le escribió a aquel viejo presidente que él mismo había derrocado: “Usted podrá siempre tener la satisfacción de saber que su último acto de gobierno fue el de transformar en auténtico partidario de la democracia hasta a quien lo estaba desalojando con la fuerza de las armas”.

El gobierno de Illia fue coherente con su forma de afrontar la vida: la dignidad y la ética fueron su ley. La primera decisión política de Arturo Illia fue la de legalizar el peronismo y devolverle los derechos. Por primera vez desde el derrocamiento de Perón en 1955 se celebró el acto del 17 de octubre.

Las medidas del gobierno de Illia tocaron intereses muy poderosos. Cambió la matriz petrolera impuesta por Frondizi anulando los contratos que beneficiaban a las multinacionales y oligopolios por ser «dañosos a los derechos e intereses de la Nación»; sancionó la Ley de Salario Mínimo, Vital y Móvil; estableció el Consejo del Salario integrado por representantes del gobierno, empresarios y sindicatos; impulsó la Ley de Abastecimiento y fijó montos mínimos para las jubilaciones y las pensiones. En el plano de la educación, durante la gestión de Illia el presupuesto se multiplicó del 12% al 23% en sólo dos años; puso en marcha el Plan Nacional de Alfabetización y en 1966 se tocó el techo histórico de graduados de la Universidad de Buenos Aires al otorgar 40 mil títulos.

Muchas de las medidas económicas de la gestión de Illia provocaron el repudio de los factores de poder cuyos intereses fueron afectados; pero acaso la sanción de la ley 16.462 marcó el principio del fin de su gobierno. La norma conocida como Ley Oñativia, en referencia al ministro de Salud Arturo Oñativia, establecía una política de control de precios y expedición de medicamentos según la droga genérica. Asimismo, se reguló la publicidad y los desembolsos a los laboratorios extranjeros, y se exigió un análisis de costos que puso en evidencia una brecha del 1.000% entre el costo de fabricación y el precio al paciente. Así, las grandes multinacionales de la industria farmacéutica encontraron en los militares un hombro amigo para llorar las medidas del gobierno que amenazaba recortar sus ganancias obscenas.

Como puede advertirse, tras una somera enumeración de actos de gobierno, la administración de Illia no fue tibia, ni lenta ni perezosa como quiso presentarla el poderoso y variado arco opositor compuesto por voceros de empresas extranjeras, militares, conservadores de distinto pelaje y sindicalistas.

A pesar —o mejor, a causa— de haber hundido el bisturí en lo más emponzoñado de la anatomía argentina con la firme decisión de extirpar aquel nódulo de prebendas y corrupción, Illia fue caracterizado como un anciano irresoluto, incapaz de conducir los destinos del país. Se desató entonces una campaña de prensa tenaz y organizada, mientras en el plano político, la CGT fue la punta de lanza al poner en marcha el «Operativo Tortuga», consistente en caricaturizar al presidente con una caparazón y una expresión morosa y timorata.

Los periodistas Mariano Grondona y Bernardo Neustadt exigían la intervención de los militares con el fin de terminar con el «desgobierno».

Los gobiernos más conservadores fueron sumamente rápidos para poner en práctica políticas retrógradas y ágiles para resucitar cánones morales medievales.

Nuestro recuerdo a Don Arturo Illia y nuestro rechazo más profundo a los golpistas de siempre.

 

3 comentarios Dejá tu comentario

  1. Y en la época actual, tipos como Roberto Navarro que cobró en el gobierno anterior $14.749.814,49, Mauro Viale: $13.852.694 y Jorge Rial: $13.378.012 y ahora no reciben un sope, lo que hacen ahora tiene una explicación: Sufren el síndrome de abstinencia.

  2. La delirante acción del radical Illía de anular los contratos petroleros, que otro radical - Frondizi - había firmado , le costaron al país toneladas de dinero. Las empresas ganaron los juicios caminado. Y el petróleo no se sacó. YPF , era incapaz de nada. Fue un disparate mayor, típico de un ignorante. Un honesto ignorante argentino. Y nadie dice que Frondizi haya sido un corrupto. Entonces , todo es verso. Propaganda izquierdista contra los únicos que pueden ayudad a este país de inútiles : los capitales y las empresas extranjeras. Frondizi lo había entendido. La mayoría ,no. Lo criticable de Frondizi fue querer armar industria nacional automotriz. Un cáncer. Desconocer contratos es una de las cosas que nos tiene como estamos hoy. Illía lo hizo.

  3. Con el argumento de la "proscripcción" a Perón. El PERONISMO fuè complice del derrocamiento de Illia. Fieles a esa "tradición" tambièn le dieron "un empujon" a Alfonsin. Es por ello que se instala como un sino inexorable el hecho de que Argentina no puede ser gobernado por otros que al menos "se digan" Peronistas, aunque sean neoliberales o progresistas o insólitamente, ambos a la vez. En el PERONISMO todo es posible. Lo gracioso es ver como la mayoría esgrime como PERON al color sepia ese del 45 y no al que tanto trabajo les costó "repatriar" en 1973 que a pesar de ser un PERON "a color", hay muchos que lo desprecian y denostan, esos mismos que el Gral identificó como "imberbes" aquel 1º de Mayo de 1974 y que luego se convirtieron en violentos opositores. Vale recordar que EL LEGADO de ese PERON duró hasta MARZO de 1976. En casi DOS AÑOS, se enfrentaron cruelmente y todavìa HOY estamos pagando las consecuencias de ese primer enfrentamiento en Ezeiza en Julio de 1973. ¿Porqué TODOS LOS ARGENTINOS deben pagar los platos rotos de una INTERNA IRRESUELTA?

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