Hay una realidad paralela creada por políticos y periodistas que nada tiene que ver con el mundo real en el que viven los ciudadanos que no cuentan con cámaras, micrófonos ni bancas para expresarse. Ciudadanos comunes que no gozan de fueros ni cobran dietas ni pauta. Las elecciones ponen en evidencia la distancia entre el mundo paralelo de ese “círculo rojo” de políticos y periodistas por un lado, y el de la gente que se expresa en las urnas, por otro.
El apabullante triunfo de Cambiemos en Marcos Juárez es un ejemplo claro. Y es particularmente simbólico por varios motivos. El candidato de Cambiemos, Pedro Dellarossa, se impuso por el 52,4% contra Eduardo Foresi, que encabezó una lista de unidad entre el PJ y el vecinalismo que obtuvo el 37,7%. Por su parte, el candidato kirchnerista Gustavo Tuesca arañó apenas el 3,1% de los votos.
El triunfo de Cambiemos se produjo en medio de una crisis cambiaria y de los intentos de desestabilización y operaciones para crear una imagen de caída del gobierno que denunciamos en esta misma columna la semana pasada.
La victoria de Pedro Dellarossa es particularmente simbólica porque Marcos Juárez es la cuna de Cambiemos. La elección estuvo precedida por encuestas maliciosas y artículos que demostraron ser burdas operaciones en consonancia con las de la semana pasada.
Muchos apostaron al incendio del país y estuvieron al frente de las operaciones. Pudimos ver a Duhalde con su escuadrón de bomberos incendiarios, los torpes intentos de Brancatelli y D’ Elía de provocar pánico, entre muchas otras maniobras que intentaron llevar zozobra a la gente.
“Tres días de tranquilidad no significa que las cosas se hayan resuelto”, dijo Macri, cauteloso, ante el paso de la tormenta y el recuento de daños, que no fueron pocos. En ese mismo discurso que dio en Mendoza junto al gobernador Alfredo Cornejo, insistió en la idea de que el gobierno trabaja “para que esta sea la última crisis”.
En este contexto, el gobierno nacional tuvo el apoyo del FMI, de organismos internacionales, de Donald Trump y del influyente “The Washington Post”: “La Argentina está en un profundo problema económico. Deberíamos estar dispuestos a ayudar”.
El artículo describe al gobierno de Macri como “reformista y prodemocracia” en contraposición a Venezuela. El diario progresista critica “al populismo” de Néstor y Cristina Kirchner, “cuyos años de mal gobierno había llevado al país a la crisis financiera”.
“Sin embargo, en muchas áreas, Macri cedió a su comprensible deseo de aislar al público de la dolorosa pero necesaria austeridad. Esto dejó a Argentina vulnerable a la fuga de capitales cuando la Reserva Federal de Estados Unidos elevó las tasas de interés”, explica.
“A pesar de sus errores, intenta liberar a la Argentina de su adicción populista y las políticas equivocadas que genera. Mientras esté dispuesto a tomar riesgos políticos en esta causa, sus amigos en el extranjero no deben abandonarlo”, concluye el editorial.
Tal vez este apoyo sea uno de los más importantes, porque le otorga al gobierno argentino un carácter épico al que, con razón, Macri nunca quiso apelar. Pero son las circunstancias las que tallan el carácter de los hombres. Esto lo saben muy bien Bob Woodward y Carl Bernstein, los dos periodistas que se convirtieron en héroes, a su pesar, al investigar y dar a conocer el caso Watergate que terminó con el gobierno de Richard Nixon.
En 1976 Robert Redford y Dustin Hoffman interpretaron a los periodistas que, contra todas las presiones políticas e incluso de los propios medios, fueron a fondo hasta el corazón del poder corrupto.
El año pasado se estrenó The Post, de Steven Spielberg, con Meryl Streep y Tom Hanks, que cuenta cómo en 1970, los periodistas de The Washington Post y The New York Times publicaron los Papeles del Pentágono que revelaban información sobre la guerra de Vietnam, algo así como los cuadernos de Centeno vietnamitas que el gobierno de Estados Unidos quería ocultar con el mismo tesón de Cristina Kirchner. Ambas películas son un homenaje a la libertad de prensa y a la independencia periodística.
Las recientes declaraciones del senador Pichetto en relación con la libertad de prensa, superan por lejos a su antecesor y modelo, el senador Joseph McCarthy, quien impuso desde el Comité de Actividades Antiestadounidenses, una férrea censura al acusar a los artistas y a la prensa de osar decir lo que piensan y expresarse con libertad.
Es impresionante escuchar a Pichetto pedir la intervención del gobierno en los medios para manipular a los periodistas y a la audiencia a través de la pauta (ver video al pie). Es exactamente lo que hizo el peronismo todos estos años: premiar y castigar con pauta. Esto explica claramente la actitud de ciertos medios. Sorprende que se haya atrevido a llamar al pago de sobornos de manera desembozada en el recinto del senado y ante las cámaras de TV.
No es una novedad. El peronismo siempre se ha manejado de este modo con el periodismo. En 1946, Perón motorizó una denuncia amañada contra La Prensa y La Nación por una supuesta maniobra de importación de papel. La prensa fue expropiada y La Nación sometida a multas y persecuciones constantes.
La confesión de Pichetto explica muchas cosas. Esta alusión al manejo de la pauta, ¿tendrá algo que ver con el súbito cambio de opinión de Torugo y de tantos otros que, de la noche a la mañana vieron la luz y corrieron a los brazos de Néstor y Cristina?
¿Tendrá que ver con el fanatismo macartista de los actores de la triple A que le saltaron al cuello a Alfredo casero? ¿Tendrá que ver con el cambio de opositor rabioso a oficialista enceguecido de Diego Gvirtz en sus programas de TV?
¿Tendrá que ver con que Página 12, el medio que acusaba a Néstor kirchner de nazi, haya virado de repente? ¿Tendrá que ver con lo súbitos arrebatos de ciclotimia de personajes que fueron y vinieron decenas de veces saltando de una vereda a la otra, que pasaron de una oposición feroz a un oficialismo fanático en épocas del esplendor y el ocaso kirchnerista? ¿Existieron los famosos sobres tantas veces denunciados? Habrá que preguntarle al senador Pichetto que parece saber bastante acerca de cómo condicionar a la audiencia a través de la pauta, la pauta madre que parió a tantos medios en los años K.
Para muchos medios que se vendieron o alquilaron al kirchnerismo, tal el caso del emporio paraoficial de Cristóbal López y otros, era más fácil conseguir pauta que conseguir audiencia. Radios con ratings inéditos fueron cooptados, comprados o rentados por el kirchnerismo y se desplomó la audiencia de manera catastrófica. Pero no les importaba porque sus ganancias no venían de números del rating, sino de la generosidad del gobierno. No buscaban informar al público, sino congraciarse con el gobierno anterior.
La gente no es estúpida; se da cuenta de todo: por eso abandonó esos medios hijos de pauta. Todavía hoy muchos medios se debaten en esa encrucijada de hierro: público o pauta. Y allí van, muchos de ellos en contra de sus propias audiencias. La historia es conocida: hubo medios que no se dejaron comprar, se mantuvieron fieles a su público y el gobierno anterior los castigó con la quita de pauta. Pero los premió la audiencia con récords nunca antes alcanzados.
Cómo no pudieron comprarlos ni cooptarlos intentaron silenciarlos con los camiones de Moyano, lapidando a sus periodistas a escupitajos en la plaza pública y finalmente queriendo amordazarlos con una ley de medios hecha con el único propósito de cerrarlos.
MAS TEMPRANO QUE TARDE, A LOS DELINCUENTES, SIEMPRE, PERO SIEMPRE, SE LES ESCAPA LA VERDAD Y DON PICHETTO, ES DELINCUENTE PERONISTA/KIRCHNERISTA, MAL QUE LE PESE A MUCHOS.
El peronismo y sus mafias, menem, Duhalde, Kirchner, Massa, Pichetto... es un cáncer. Depende de nosotros que sea una enfermedad de la que nos curamos o la enfermedad terminal que nos acabe para siempre.