Hay un grupo de ladrones de estado que le robaron a los Kirchner. Hay un puñado de malandras que no le metieron la mano en el bolsillo al pueblo argentino. Le metieron la mano a los bolsos de Néstor y Cristina.
Tal vez, creyeron que podían hacer realidad aquel dicho de que el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Tal vez no resistieron la tentación de ver pasar delante de sus narices montañas de dólares sucios y negros. Tal vez como dijo Tato Young el otro día, la corrupción es contagiosa, genera imitación.
Es que el ladrón piensa que todos son de su condición. Los colaboradores, secretarios, choferes y cadetes del matrimonio presidencial se enriquecieron y también se convirtieron en millonarios a la velocidad de la luz. La excusa que ellos ponen es que no le robaron al estado.
Ellos trasladaban los bolsos repletos de euros y dólares mugrientos y al principio no tocaron un solo billete. Pero fueron pasando los días, las semanas, los meses y los años y el dineroducto que hizo megamillonarios a Néstor y Cristina no se cortó nunca. Fue en ese momento en que los peones o alfiles que movían esas valijas repugnantes empezaron a robarles al rey y la reina de este ajedrez de los 12 años más corruptos de la historia democrática argentina.
Los empleados veían todos los días la impunidad de sus patrones para apropiarse descaradamente de cataratas de dólares ilegales. Y no resistieron la tentación. El nivel de enriquecimiento de sus empleados habla de la dimensión colosal del robo del siglo que hicieron los Kirchner desde el poder. Todos los secretarios personales y colaboradores de los Kirchner se salvaron para toda la vida. Por eso ahora están desfilando rumbo a la cárcel. Creyeron que robarle a los Kirchner era menos delito del que cometían los Kirchner.
Hoy comprobaron que no es así. Que el que le roba a un ladrón no tiene cien años de perdón. El que le roba a un ladrón es cómplice de esa estafa colectiva que le hicieron al pueblo argentino.
Estoy hablando de personajes menores, poco conocidos, no de ministros como Julio de Vido o secretarios de estado como José López o empresarios testaferros como Lázaro Báez. Estoy hablando de Daniel Muñoz que recibía los bolsos en Olivos, la casa rosada o el departamento de Recoleta. Estoy hablando de Víctor Fabián Gutiérrez que recibía los bolsos en Santa Cruz y los llevaba a la casa de los Kirchner que tenía la bóveda del Banco Hipotecario.
Estoy hablando de personajes menos conocidos pero que van a tener sus 15 minutos de fama en el banquillo de los acusados. Otro caso distinto es el de Raúl Horacio Copetti, el hombre de mayor confianza de Néstor para el manejo del dinero. Merece un capítulo aparte.
Todos hicieron fortunas. Todos multiplicaron su patrimonio en forma astronómica en pocos años. Todos les piratearon el dinero a los Kirchner que tenían tantos billetes que eran imposibles de contar.
Varios están presos. Otros van a estar entre rejas más temprano que tarde. Una figura clave como Daniel Muñoz murió, pero otro con un rol trascendente, Fabián Gutiérrez acaba de ser aceptado como arrepentido y puesto en libertad porque ya anticipó detalles de la ruta de los bolsos. Todos los caminos iban de la casa de los Kirchner en Capital a la casa de los Kirchner en Santa Cruz.
Como si esto fuera poco, el histórico piloto del avión presidencial, Sergio Velázquez (a) “El Potro”, explicó que, como los bolsos eran tantos que no entraban en la bodega, los amontonaban en las butacas de los pasajeros. Y lo más grave de todo. Esos bolsos no eran chequeados por los scanners de seguridad en ningún aeropuerto. Ni cuando salían de Capital ni cuando entraban a Río Gallegos. Las fuerzas de seguridad miraban para otro lado cuando los coches presidenciales cargados de bolsos iban directamente a la pista, al lado del avión. Bien de narcotraficante, bien de mafioso.
Pero vamos de una punta a la otra de la cadena de corrupción. De Daniel Muñoz a Víctor Fabián Gutiérrez.
Daniel Muñoz. El gordo, como le decía Néstor, cuando ambos vivían. Lo primero que llamaba la atención era el maltrato al que lo sometía el ex presidente. Le dejaba las mejillas rojas a cachetazos. Lo humillaba, le tocaba la cola delante de todos. Eso lo ví yo. Nadie me lo contó. Muñoz murió de cáncer pero millonario como casi todo el entorno de los Kirchner. Invirtió más de 65 millones de dólares en compras de propiedades en Miami y Nueva York como si fuera un jeque árabe.
Tal vez ahora esa investigación pueda encaminarse con más datos porque la viuda de Muñoz está reclamando los bienes como propios. Y porque las fortunas de dinero sucio que le llevaba Roberto Baratta (igual que José López en la obra pública o Ricardo Jaime, en el transporte, o Claudio Uberti en los peajes y Venezuela) las recibía Néstor en persona o en su defecto Daniel Muñoz.
Todo ese dinero que le robaron a los argentinos y que falta en hospitales, cloacas, rutas, jubilados, viviendas, energía y escuelas conforma el modelo de corrupción más grande y grave de la historia de la democracia. Y uno de los más amplios del mundo. Más de 12 años robando en todos los ministerios. Muñoz entró al gobierno con 14 mil pesos y un viejo VW Gol usado.
Se retiró como un magnate y una colección de departamentos de altísima gama en los mejores edificios y uno de 13 palos verdes en uno de los lugares más caros y exclusivos de Manhattan. ¿Escuchó bien, el correveidile de Néstor entre los 65 millones de dólares se compró un departamento que costó 13 millones en Plaza Hotel de Nueva York. Muñoz y Víctor Manzanares, el contador de los Kirchner, actualmente preso, eran socios en dos playas de estacionamiento.
Hablaban de la redistribución de la riqueza y se la terminaron repartiendo entre amigos. ¿Hasta cuándo la Argentina va a seguir soportando que la jefa de la mafia más dañina de la Argentina siga en libertad como si nada. Ya tiene 6 procesamientos, tres elevaciones a juicio oral, dos pedidos de prisión preventiva y uno de desafuero y cientos de testimonios, pruebas e indicios que certifican que este país fue destruido por un terremoto de corrupción. Nunca se cometieron tantos delitos juntos en forma sistemática. Y nunca hubo tantas pruebas para que sus responsables sean condenados. Hubo una maquinaria, una industria de la cleptocracia autoritaria.
Víctor Fabián Gutiérrez. “Fabián”, le decían todos. La mayoría de las veces el bajaba los bolsos del avión y los llevaba a la casa de Néstor y Cristina. Fue muy amigo y ahora está peleado con Máximo, el príncipe heredero. Ya reveló muchas cosas y tiene mucho más para contar. José López dijo que fue Fabián el que le pidió en nombre de Cristina que escondiera los 9 millones de dólares y las joyas en el monasterio famoso. También sufrió maltrato como Daniel Muñoz. Ni Néstor ni Cristina trataban bien a nadie. Una vez, “jugando”, entre comillas, Fabián le devolvió un golpe a Néstor y le hizo sangrar su nariz.
Comenzó a los 20 años como asistente y terminó con un patrimonio gigante producto de que abría los bolsos y antes de entregarlos se quedaba con una parte. Una pequeña parte para que no se dieran cuenta los patrones del mal de Calafate. Pero eran tantos bolsos que con un pedazo que se llevara cada uno de los colaboradores les alcanzaba para ser millonarios sin que Néstor y Cristina lo registraran.
Fabián pasó a la fama cuando Jorge Lanata mostró su mansión de un millón de dólares con los últimos adelantos tecnológicos en cuestiones de seguridad y confort.
Su crecimiento patrimonial es asombroso. No tenía un peso cuando llegó a la función pública y terminó con varias empresas y 16 propiedades. En 9 años y con el sueldo de funcionario.
Entre Daniel Muñoz y Víctor Fabián Gutiérrez hubo infinidad de malandras al medio. Juan Francisco “Tatú” Alarcón, Héctor Humberto Farías Brito, Héctor Osvaldo Patrignani, Martín Aguirres, Mariano Cabral, Daniel Álvarez, Ricardo Sosa, Isidro Bounine, Ricardo y su hijo Pablo Barreiro. Le repito, muchos están presos y otros están en camino a la cárcel.
Todos hicieron el mismo recorrido. Ingresaron al estado y al entorno de los Kirchner casi sin un peso partido por la mitad. Y terminaron con una economía floreciente, como gente pudiente y con fortuna. El cartel de Julio de Vido robó para la corona del pingüino emperador y la reina Cristina. Y estos secretarios le robaron a la corona. Esperaban cien años de perdón. Pero les esperan los calabozos. En un estado de derecho, es el único lugar en donde tienen que estar los delincuentes. ¿No le parece?
"... la viuda de Muñoz está reclamando los bienes como propios ... " O sea "Lo robó mi marido, entonces ahora es mío".
.MIENTRAS LA YEGUA Y EL HIJO IMBECIL Y LA HIJA CINEASTA Y TODAS LAS LACRAS QUE SE BENEFICIARON CON LOS ROBOS ESTEN LIBRES Y DANDO CLASES DE MORAL, HONESTIDAD ,Y DECENCIA LA JUSTICIA ES POCO CREIBLE Y SI NO FIJATE EN LA TORTUGA JURÍDICA QUE TARDA AÑOS EN LLAMAR A LA YEGUA A DECLARAR Y TODAVÍA ESA TORTUGA JURÍDICA SIGUE SIN HACERLO.
Sigue el mercenario. Antes usufructuando el dinero de Gorriarán Merlo, escribiendo en la Revista de Todos por la Patria. No sé si recordarás a tus compañeros muertos en el asalto al cuartel de la Tablada, ahora te paga buena guita Magneto. Claro ahora te paga el poder economico.
María, hablá de la nota rata inmunda. Vas a acompañar a la cárcel a tu jefa??????????
¡Lo GRAVE, es que NO LE ROBARON a NESTOR Y A CRISTINA sino a todos LOS ARGENTINOS, con la complicidad de las "maría", SOSTUVIERON Y SOSTIENEN a estos que USARON los dineros del PUEBLO, para enriquecerse conjuntamente con los empresarios!. ¡GRACIAS POR HACER DE ARGENTINA EL PAIS DE LA IMPUNIDAD PARA LOS CORRUPTOS! ¿Y para esto quieren volver?