La Argentina deberá asumir el próximo 1º de enero la presidencia pro tempore del Mercosur y con ello definir cuál va a ser el futuro del bloque.

La llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil no representa un cambio en la tendencia decadente del bloque regional. Sería tal vez un toque de realismo. Desde más de 15 años que la Unión Aduanera integrada por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay no ha logrado avances significativos en materia de integración. Por el contrario, fue marcha atrás.

Cuando el presidente Mauricio Macri se haga cargo de conducir los destinos del grupo lo que tendrá que hacer es definir si se sigue y en qué condiciones. Hay dos fórmulas que se exploran: Una es tratar de encontrar vericuetos legales dentro de la normativa vigente que le conceda a los países miembro mayores libertades para negociar con terceros. Es una fórmula parecida a la que el Mercosur tiene con México.

Un convenio marco general, y después cada país rellena los casilleros con lo que más le conviene. La otra fórmula es la de retrotraer el proceso de Unión Aduanera a Zona de Libre Comercio. Eso es lo más duro. Cada país recuperaría el manejo de su política arancelaria para la importación, y también, la de hacer acuerdos con terceros de manera individual.

En los dos casos hay algo en común. Parece que los cuatro socios ya no están de acuerdo con la rigidez que le muestran las normas del Mercosur para hacer acuerdos comerciales. Sobre todo los más chicos, como Uruguay y Paraguay que durante los más de 24 años en que se firmó el Tratado de Ouro Preto pagaron los costos de ayudar a proteger a la industria de San Pablo con aranceles comunes altos, sin haber recibido a cambio inversiones de importancia.

En todo este tiempo el Mercosur no pudo firmar un acuerdo de libre comercio con ningún país o bloque de importancia. Tiene un acuerdo limitado con la India que implica algunas posiciones arancelarias. Las negociaciones con la Unión Europea tampoco avanzan y es un hecho que por ahora quedarán empantanadas nuevamente, como tampoco nunca se logró el mentado 4 más 1 con Estados Unidos. Ahora se mantienen negociaciones con Canadá. Se trata de conversaciones bastante avanzadas. Se encuentran en etapa de “ofertas mejoradas”. Lo que quiere decir que ya hubo un intercambio de propuestas pero que no terminó de gustar a ambas partes.

Bolsonaro en Brasil plantea una reversión de las políticas del país más grande de Sudamerica respecto de la tradición iniciada con el acuerdo entre los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney. Con Sarney Brasil dejó de darle la espalda a Sudamérica y comenzó a entender que su futuro estaba ligado a la región. Bolsonaro plantea darle de vuelta la espalda. Su idea es que Brasil debe asociarse a países más importantes, más grandes. Mercosur, entonces, no está en la prioridad.

Cómo dice la canción de la Bersuit el Mercosur es “un muerto que no para de nacer”. Tan solo falta que alguien firme los papeles. Y el problema es que nadie quiere pasar a la historia como aquel que firme el acta de defunción.

Tampoco es tan grave la situación. De hecho, Estados Unidos, México y Canadá acaban de reformular el NAFTA, y hasta le cambiaron el nombre.

Salir de la Unión Aduanera a esta altura del partido, tampoco sería tan desastroso. Hoy por hoy hay cientos de posiciones arancelarias en las que no se cumple, con pedido de permiso. Un Mercosur menos ambicioso declamativamente, pero más eficiente en el plano de la realidad sería más efectivo.

El bloque sudamericano adoptó el modelo de integración de Europa, el de la Unión Europea. Pero nunca estuvo a la altura. Las naciones que se suman a la UE saben que resignan parte de su soberanía en favor del bloque. Deben adoptar una moneda única, que es manejada por el Banco Central Europeo. Adaptar todas sus políticas fiscales y comerciales a esa realidad. Respetar acuerdos en bloque. Acá nunca ha pasado nada de ello. Un ejemplo: Cuando Brasil generó una devaluación de su moneda iniciando así el efecto Caipiriña, el gobierno argentino de aquel momento se enteró por los diarios. No hubo la más mínima coordinación. Tampoco Luiz Inacio Lula Da Silva actuó muy diferente cuando negoció con China. Nunca coordinó con Cristina Fernandez. Cada país hizo lo que pudo o le convino.

El mayor deterioro del Mercosur fue cuando se decidió suspender a Paraguay, cuando el Congreso de su país dio por terminado el gobierno de Fernando Lugo en un juicio político de 48hs, (que puede ser cuestionable políticamente, pero impecable en términos constitucionales) y al mismo tiempo, permitir el ingreso de la Venezuela de Hugo Chávez como socio pleno sin cumplir ninguna de las exigencias. Y encima de ello, cuando se decide expulsar a Venezuela, no se lo hizo por aplicación de la cláusula democrática, sino porque no había cumplido con las obligaciones económicas del grupo.

Parece ser que el Mercosur, tal como está hoy, requiere de alguien que cierre el gas y apague la luz. Y todo indica que el de esa tarea la va a tener Mauricio Macri.