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Después de casi 17 años de existencia, terminaron las lebacs

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Fueron creadas como opción ante el default del Tesoro
Fueron creadas como opción ante el default del Tesoro

El hotel Provincial de Mar del Plata estaba colmado de funcionarios, economistas y periodistas que se dieron cita para conocer las propuestas de los principales referentes económicos de la provincia de Buenos Aires. Era el 3 de julio de 2015 y faltaba poco más de un mes para las PASO de la que surgieron los candidatos a gobernador que finalmente se enfrentaron en octubre.

 

El interés de los concurrentes se centró en la exposición de la entonces ministra de Economía del gobernador Daniel Scioli, Silvina Batakis, quien expresó su seguridad de que volvería a acompañarlo en lo que se descontaba sería su futura gestión presidencial. Menos importancia se le dio a Hernán Lacunza, asesor de una precandidata a gobernadora poco conocida entre los presentes.

El tercer expositor fue un economista del equipo de Sergio Massa, a quien se lo recordaba por su paso por la Presidencia del Banco Central. Aldo Pignanelli, quien entre muchos otros temas se refirió a uno que ya por entonces preocupaba por las dimensiones que había alcanzado. Es que ese día el stock de lebacs había llegado a un preocupante nivel de $ 354.772 y todos se preguntaban cuál sería la política del próximo gobierno respecto de un instrumento que parecía haberse escapado del control del entonces presidente de la autoridad monetaria, Alejandro Vanoli.

Pignanelli no anduvo con vueltas y le dijo a la concurrencia: “Están hablando con el creador de las lebacs y les digo que están agotadas como herramienta monetaria”. A pesar de la contundencia de la declaración, el tiempo indica que hubo que esperar tres años, 5 meses y 16 días más para esperar el final de las famosas letras que acompañaron a los argentinos por casi diecisiete años.

En rigor, las lebacs no nacieron como una herramienta de control monetario, o al menos no exclusivamente con esa condición. En los primeros días de 2002, con la cotización del dólar descontrolada y los ahorristas desesperados por las restricciones del corralito y el corralón, el presidente Eduardo Duhalde y su ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, se veían en un aprieto para financiar a una administración nacional signada por el default. Las letras del Tesoro eran inviables y ni pensar en un bono de más largo plazo.

En medio de esa situación, la atención pasó de Hipólito Yrigoyen 250 a Reconquista 266. El Banco Central no estaba técnicamente en default y se podía conseguir algo de financiamiento a través de algún instrumento financiero emitido por la entidad. Fue así que aparecieron las primeras Letras del Banco Central, rápidamente popularizadas como lebacs.

Pignanelli recordó en esa exposición lo complicado que fueron esos inicios. “Por la city circulaban dos colores: el verde del dólar y el rojo de la sangre de los funcionarios”, comentó. Pero otros números no dejaron lugar a la ironía. La primera colocación fue a siete días al 140% anual y, según lo expresado por el ex presidente del BCRA, tuvo éxito ante la amenaza de intervención a los bancos que no las suscribieran.

La situación fue paulatinamente normalizándose y Pignanelli dejó al Presidencia del Central al año siguiente con una tasa del 9%. Las lebacs perduraron a través de las gestiones de Alfonso Prat Gay, Martín Redrado, Mercedes Marcó del Pont y Alejandro Vanoli.

Los asistentes a la exposición de Pignanelli, Batakis y Lacunza en el Provincial de Mar del Plata no sospechaban que cinco meses después el presidente de la Nación sería Mauricio Macri y que al frente del Banco Central estaría Federico Sturzenegger. Respecto de las lebacs, la primera decisión de la autoridad monetaria fue subir su tasa para el tramo de 35 días a un nivel que sorprendió: 38% anual.

Si bien intentó explicar que el nivel que había alcanzado el stock de lebacs no podía desvincularse del aumento que en el mismo lapso mostraban las reservas internacionales, la gestión de Sturzenegger quedó marcada por un desmesurado aumento de las existencias de ese instrumento. Al asumir, su nivel era de $ 312.728 millones. El 20 de marzo de este año tocó un récord de $ 1.292.667 millones, un incremento del 313,3% en poco más de dos años.

El argumento para justificar el nivel que habían alcanzado las lebacs se basaba en la necesidad de contener a la base monetaria y muchos analistas advirtieron que si en 2016 no se hubiera recurrido con tanta intensidad al uso de las letras, el riesgo de hiperinflación estaba a la vuelta de la esquina. De todas maneras, por evitar un peligro se cayó en otro, el de un abultamiento del déficit cuasifiscal que ese 20 de marzo alcanzó los U$S 63.870 millones, más de diez puntos del PBI.

Lo demás es historia reciente. Con una tasa que llegó al 57% entre el 17 de octubre y el 20 de noviembre, en medio del acuerdo con el FMI y las renuncias de Sturzenegger y luego Luis Caputo, el Banco Central está liderado por Guido Sandleris desde fines de septiembre, con la tarea heredada de su predecesor para ponerle fin a las lebacs.

Ese día llegó. Los $ 68.618 millones del stock nominal de lebacs no serán renovados y en consecuencia el instrumento dejará de existir. Aunque eso no significa que los problemas hayan desaparecido. La estrategia utilizada para desarmar la bola de lebacs transformó un déficit cuasifsical en pesos en cabeza del BCRA en otro fiscal en dólares en cabeza del Tesoro.

Y aunque por el momento en un nivel más acotado, las otras letras ya aparecen como una amenaza de una mayor emisión futura.

Quizás no falte mucho para que Sturzenegger remede a Pignanelli y diga en una conferencia: “Están hablando con el creador de las leliq…”.

 

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