En el campo, la producción de granos, carne o productos regionales sienten “asfixia” por los tributos que deben pagar. No solo por las retenciones o los sucesivos ajustes que ofrecen los gravámenes provinciales, como el Inmobiliario rural, sino también por la continua suba de distintas tasas municipales, que resultan asumirse como alícuotas recaudatorias y con escaso nivel de contra prestación en infraestructura o servicios.

En Lujan, los productores en asamblea dispusieron no abonar un ajuste del 1.200% dispuesto para el pago de las tasas agrarias. Lo mismo sucede en otros municipios o departamentos de la Pampa Húmeda, cuyos productores, ante lo apretado que están los números se plantan ante las autoridades de sus comunas para exigir un sinceramiento de lo recaudado y también las erogaciones.

En este sentido, Federico Gentilini, de la Sociedad Rural de Las Flores, afirmó que “el productor se ve asfixiado de a poquito” por el encarecimiento de la carga impositiva que se le demanda que pague: así hace números y “se siente que comienza a reclamar” por lo que se le exhibe que pague como contribuyente, principalmente en su municipio.

“En la zona de la Cuenca del Río Salado hacemos terneros, su venta en los últimos tres años ofreció un precio que aumentó un 32% mientras que el ajuste en la red vial que se nos exigió fue del 130%, este dato es determinante, el dato mata relato y no hay más que negociar un nuevo aumento cuando también se quiere cobrar una tasa de salud cuando ya pagamos una vial, cuando los caminos en la zona están igual desde hace 20 a 30 años”, dijo Gentilini en diálogo con radio Colonia.

También la Sociedad Rural de Rosario dejó en claro que “la presión tributaria no cede en el sector productivo. Es por eso que CARSFE a través de una carta ha solicitado al gobernador santafesino que derogue parcialmente el decreto que aumenta la alícuota del impuesto inmobiliario rural ante diferentes situaciones adversas que han pasado”.

Así a través de las redes sociales, los productores visualizan su malestar y sus números:

También a través de las redes sociales, o bien en las colas de los bancos, la principal queja de los productores del campo de todo el país está dado por el encarecimiento que sufrieron las tasas financieras tras las dos fuertes devaluaciones que sufrió la moneda argentina durante el presente año, hecho al que también se suma el salto hasta los 800 puntos básicos que exhibe el Riesgo País, índice que sirve para regular las tasas internas.

Ya en el campo no pueden utilizar a las tarjetas, ya no hay herramientas o resultan escasas o caras para enfrentar la necesidad de asumir una inversión sea en granos, a la hora de cosechar, o bien de incrementar los rodeos ganaderos. Las tasas de mercado, los tipos de interés que pesan sobre el uso del “plástico” resultan para muchos “usurarias” y fuera de toda lógica.

En la última década el productor se acostumbró a los beneficios que reportaba el empleo de las líneas de tarjetas que ofrecían los bancos ligados a la producción del campo. Allí a plazos de 120 o 180 días se beneficiaban no solo con la falta de costo financiero sino también con la poda de importantes recortes (del 20 al 40%) en las compras. Hoy dichos beneficios no están, fundamentalmente desde la devaluación de abril, y ya en julio esto se profundizó.

La imposibilidad de atar las ventas al valor de los granos o la carne, sujetos al impacto que tuvieron la caída de rindes y producción por la sequía del último verano o la inundación del 2017, provocó que los bancos reformularan sus ofertas y las escondieran abajo de las alfombras. Así cuando muchos cerraban la última cosecha gruesa, con tasas promedio del 26%, se vieron sobresaltados con el correr de los meses, la fuerte volatilidad que ofreció el tipo de cambio y el encarecimiento del crédito, el cual con un valor del 65 al 70% anual se volvió inaccesible, aunque en algunos casos rondó los 93% en algunas entidades financieras que buscaban alejar a los merodeadores.

Para muestra un botón, y así comenzaron sobre el cierre del 2018, un año más que difícil para los números que debieron hacer una y casi cientos de veces los productores de todo el interior profundo, en cada una de las actividades existente, tanto en granos como en carne, como también en las economías regionales.