El lanzamiento de la candidatura a la presidencia de José Luis Espert suma otro eslabón a la maltrecha cadena de partidos liberales en el plano económico de Argentina.
Y es una cadena maltrecha porque en varios pasajes de su trayectoria esta idea del liberalismo económico convivió dentro de los dos grandes “populistas” como el Peronismo o el Radicalismo, a punto tal de hacerlo desaparecer como oferta electoral.
Pero para ir entrando en tema, vamos a decir qué hablamos de partidos liberales en lo económico cuando estos prescinden de la intervención del Estado más allá de las funciones “básicas” como garantizar la propiedad privada, la libre circulación de personas y mercaderías, y algunos servicios como educación, seguridad y un mínimo de salud.
En esta sucinta, y por ende, incompleta descripción, la candidatura de Espert se sumerge en la tradición que en 1983, con el retorno a la democracia, inició Álvaro Alsogaray con su Unión del Centro Democrático (UCD) que en las elecciones presidenciales obtuvo solo el 0,17% de los votos, pero pudo “colar” dos diputados en el recinto.
Para las elecciones de 1989 – en esa época se votaba cada seis años a presidente – el rechazo a las políticas del radicalismo, hicieron que el partido del ex ministro de Economía de Arturo Frondizi, trepara en intención de voto al 6,53% del padrón.
Pero en esa elección fue electo Carlos Menem, y su posterior alianza con varios integrantes de la UCD, Adelina D´Alessio de Viola, María Julia Alsogaray, Alberto Albamonte y Francisco de Durañona y Vedia, hicieron que el partido quedara asimilado en el PJ.
Para 1995 no hubo presentación de un partido liberal en la elección presidencial que fue ganada por la fórmula Carlos Menem-Carlos Ruckauf con el 49,94%.
Sin embargo, cuatro años más tarde, Domingo Cavallo, quien fuera la estrella económica del Gobierno de Menem, se presentó por la suyas bajo el sello “Acción por la República” y obtuvo el nada despreciable 10,2% del padrón.
Cavallo debe haber pensado que no fue acertado haber reincidido en la gestión pública cuando volvió a ocupar el Palacio de Hacienda pero con Fernando de la Rúa en el año 2001.
La caída del régimen de convertibilidad, la recesión y todos los efectos con él asociado, terminó con el mandato de la Alianza en diciembre del 2001, y para mayo de 2003 nuevas elecciones mostraban un cuadro muy diverso.
El peronismo fue dividido en tres facciones, una integrada por Adolfo Rodríguez Saá, la segunda por Carlos Menem, y la tercera, la que resultó victoriosa, por Néstor Kirchner.
Pero el radicalismo también fue divido en tres sectores, el “oficial” encabezado por Leopoldo Moreau que obtuvo el 1% de los votos, el de Elisa “Lilita” Carrió, y una tercera facción bien liberal en lo económica encabezada por Ricardo López Murphy, quien quedó en tercer lugar con el 16,3% de los sufragios.
Este radical de ideas liberales en lo económico se volvió a presentar cuatro años más tarde, acompañado por Esteban Bulrrich en un muy joven PRO; y solo obtuvo el 1,43%.
Las elecciones del 2011 no contó con un partido liberal en lo económico, si bien un ex integrante de la UCD como Amado Boudou llegó a la vicepresidencia de la mano de Cristina Fernández de Kirchner.
Tampoco hubo ese tipo de expresión política en el 2015 que llevó Mauricio Macri al Sillón de Rivadavia.
Por eso ahora habrá que esperar cómo le irá en las próximas elecciones presidenciales a José Luis Espert, quien confían en contar con la colaboración de Javier Milei en el Banco Central, y de Yamil Santoro, para seguir sumando eslabones a esta cadena de liberalismo económico en las elecciones argentinas del retorno a la democracia. Fabián Quintá