Durante el 2005 los hechos de violencia familiar sacudieron a la sociedad
argentina porque constituyeron la primera causa de muerte en niños de 1 a 4 años.
Cuando UNICEF en diciembre pasado denunció la situación de
los niños y niñas excluidos e “invisibles”, comunica que: “nadie
se ocupa de estos millones de niños y niñas maltratados, porque son víctimas
de graves formas de explotación y discriminación y se encuentran virtualmente
invisibles para el mundo”.
Mientras
tanto, el 2006 no varió ya que los hechos de muerte y violencia hacia los
chicos volvieron a estar presente. La memoria vuelve hacia atrás tratando de
entender cómo puede existir tanta desprotección hacia nuestros niños a pesar de la existencia de UNICEF, de
la Convención de los Derechos del Niño y la reciente Ley de Protección
Infantil –26061- que modifica a la vieja Ley de Patronatos y de Institucionalización.
Las noticias siguen impactando y causando indignación, si
bien hay fallos judiciales puntuales en los cuales –por ejemplo- se le quita
la patria potestad durante 5 años a un padre por “haber
maltratado o golpeado reiteradamente a su hija de 3 años, condenado a
prisión en suspenso”, no siempre terminan como este caso y, por lo general,
deciden la internación de la víctima –según explica Elsa Arias-
especialista y directora de postgrado sobre Violencia Familiar de la Universidad
Museo Social Argentino.
Es evidente que el maltrato infantil es un fenómeno que no
reconoce fronteras, ni distingue clases sociales, está presente tanto en países
del primer mundo, como en los menos desarrollados o en regiones sumamente
pobres. Se habla de los chicos
“invisibles”, debido a que se encuentran muy lejos del alcance de las campañas
dedicadas al desarrollo y suelen pasar desapercibidos en los debates públicos y
legislativos, como asimismo en los discursos
políticos o en campañas proselitistas. Si aparecen es en forma demagógica
en discursos elegantes que pueden llegar conmover, pero que a la hora de tomar
medidas de prevención no existen y todo sigue igual.
Por otra parte, es necesario que los culpables –se trate de
los padres, amigos, parientes o vecinos- terminen con las explicaciones y
argumentos engañosos o menos
consistentes de “el chico se tropezó con un trapo”, “se cayó cuando
jugaba y por eso tiene un
traumatismo de cráneo”, etc. O bien con la naturalización de la violencia y
así los responsables no se cuestionan por qué golpean, sino que justifican su
agresión como un hecho cotidiano normal.
De esta manera es
necesario que la Justicia, los trabajadores sociales, los operadores jurídicos
y todas aquellas autoridades que
intentan explicar y expresar cómo se previene o combate el abuso, los malos
tratos, la explotación infantil y la discriminación social hacia nuestros niños
tomen verdadera conciencia frente a estos flagelos. Resultando
primordial que exista un pulverizador del dolor que permita que nuestros
hijos, nuestros niños, nuestros hijos del sol sean escuchados frente a todas
las miserias que les toca vivir y que la violencia infantil no provoque más
dolores físicos y psíquicos generados por los adultos que están en su
entorno.
Fuentes:
-UNICEF
(NIÑOS INVISIBLES)
-PROGRAMA
DE VIOLENCIA INFANTIL DEL HOSPITAL DE NIÑOS.