El nuevo gobierno brasileño de Jair Bolsonaro no pierde tiempo para comenzar a impulsar las profundas reformas tan necesarias que le ha pedido su pueblo, eligiéndolo en forma masiva. (El apoyo popular actualmente llega al 75 %, de acuerdo a la conocida encuestadora Ibope) Su gobierno de corte conservador-neo liberal está orientado a mejorar la dramática situación económica y de seguridad que vive su pueblo, luego de trece años bajo un sistema socialista corrupto, y esto a la brevedad posible.

Pero ya los primeros 30 días de Bolsonaro al frente del nuevo gobierno no han sido nada fáciles. Por un lado, personalmente, enfrenta las consecuencias del atentado que sufrió durante su campaña por parte de un extremista fanático de la oposición que lo acuchilló en la vía pública, brutalmente, y que lo llevó a estar entre la vida y la muerte. En estos días deberá ser internado nuevamente para realizarle diferentes intervenciones quirúrgicas, entre ellas una colostomía, para repararle los órganos dañados, y que de acuerdo a los resultados, lo mantendrá hospitalizado por lo menos 10 días, asumiendo el mando el vice-presidente del país, su hombre de confianza, el general Hamilton Mourao. A esto se suma el escándalo provocado por las sospechas de manejos fraudulentos de fondos bancarios de su hijo primogénito Flavio Bolsonaro, senador de la República, a través de actuaciones de su asesor financiero de nombre Queiroz. A todos estos factores se agrega en estos días la tragedia del rompimiento de un dique de contención de desechos de minerales en la localidad de Bramadinho, al sureste del país en el estado de Minas Gerais, que ha provocado ya un sinnúmero de muertos y desaparecidos. Sumemos también las incipientes tensiones políticas dentro de su gabinete por definir claramente las prioridades en el importante sector de la economía, lo que requerirá una hábil intervención de su parte. O sea nada de una supuesta luna de miel en sus primeros 30 días de su presidencia.

Jair Bolsonaro y su gabinete han delineado y nombrado diferentes equipos en los ministerios claves con tareas bien definidas que tienen absoluta prioridad al inicio de la nueva presidencia Estos deberán actuar en forma coordinada consultándose mutuamente, un hecho que requerirá del Presidente una gran habilidad en su manejo, dado que muchas veces los ministros tienen sus propias agendas que no siempre coinciden con las de sus colegas. He aquí su gran desafío para el éxito de su administración.

El primer equipo está actuando junto a Paulo Guedes, el Chicago-boy que es el encargado de las profundas reformas económicas neoliberales previstas. Para el ministro la única forma de sacar al Brasil de su estancamiento suicida es un choque fuerte de liberalismo económico, que disminuya la intervención del Estado en la economía y privilegie los instrumentos del libre mercado. Según sus palabras es necesario pasar de un sistema económico totalmente cerrado a uno totalmente abierto. “Brasil es la economía más cerrada del mundo, después de Sudán “. “ Piratas del sector privado, burócratas corruptos y criaturas del pantano político han conspirado contra el pueblo brasileño”. El ideario de Guedes está en lo aprendido en la Universidad de Chicago, donde estudió con economistas como George Stigler y Milton Friedman. Allí se formaron también varios de sus estrechos colaboradores. Dentro de sus reformas económicas ocupa un lugar muy importante aquella del sistema de jubilaciones, considerada esencial para bajar el gasto público, junto con una reforma tributaria que estimule nuevas inversiones, y una privatización masiva de las corruptas e inoperantes empresas estatales. Guedes defiende, para el régimen de jubilaciones, una fórmula que asocie el actual modelo, por el cual los trabajadores activos contribuyen a las jubilaciones ya dadas, con un modelo de capitalización parecido al utilizado en Chile. No será fácil su tarea; ya ahora varias corporaciones están buscando introducir excepciones a las leyes previstas. Guedes no está solo en esta lucha, cuenta con el consenso de la cúpula económica del país representada por el presidente del Banco Central, de la Caixa Economica Federal , del presidente del Banco do Brasil, del presidente de BNDES ( Banco de Desarrollo) y del nuevo presidente de Petrobras.

Otro equipo de coordinación está presente en el Ministerio de Relaciones Exteriores, cartera ahora a cargo de la mano experimentada y polémica de Ernesto Araujo. Existe una variada gama de temas muy relevantes que Araujo tratará con el equipo de coordinación, temas tales como la postura del país ante el Tratado de Paris sobre el cambio climático, la virtual salida de Brasil del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el abandono del Pacto Mundial para la Migración de este mismo organismo internacional, etc. Quienes, junto a Araujo, van a determinar la orientación general de la nueva política exterior de Brasil son en realidad cinco experimentados diplomáticos provenientes del corazón de Itamaraty, todos ellos relegados por la política de extrema izquierda llevada a cabo por Lula, y sostenida durante los 13 años de su mandato, haciendo concesiones a la dictatura chavista, castrista y otros países con sistemas políticos reñidos con la democracia. En el “Nuevo Itamaraty”, como se lo llama hoy, tendrán funciones importantes Luis Fernando Serra, quien estuvo detrás de la eliminación del programa de médicos cubanos, un infame programa para financiar al alicaído gobierno Castrista, Roberto Abdenur, ex embajador en Washington y fuerte crítico del gobierno chavista de Venezuela y del acercamiento de Lula con Irán, y Sergio Amaral, también ex embajador en Washington, y con una vasta influencia en sectores empresariales, así como Paulo Bretas, ex embajador en Canadá y hombre de confianza del nuevo canciller, quien declarara recientemente “dejaremos de alabar dictaduras asesinas y de despreciar o incluso atacar democracias importantes, como Estados Unidos, Israel e Italia”. Es previsible que al nuevo ministro Ernesto Araujo, lo mismo que al presidente, le sigan cayendo una lluvia de críticas venenosas por sus posiciones que molestan, especialmente en el exterior, a los sectores de la progresía política atrincherada en partidos políticos europeos y estadounidenses, y a gran parte también de la prensa militante de la izquierda internacional. Es de prever que un texto de unas 35 páginas que publicara el diplomático de 51 años, meses antes de asumir la cancillería y titulado “Trump y el Occidente”, dé munición para interminables y encarnizadas críticas. En el texto Araujo hace elogios al presidente de los Estados Unidos, a quien ve “como un caballero cruzado que pelea para rescatar la identidad de occidente en el mundo moderno”. Araujo se posicionó así claramente como un trumpista, partidario de la visión altamente nacionalista y anti-globalista, que el presidente de los Estados Unidos representa y en parte también su propio presidente. Su pensamiento cuadra perfectamente con las ideas del ministro de Economía, Paulo Guedes, el otro puntal del gobierno de Bolsonaro.

Mientras tanto el ministro estrella del gobierno de Bolsonaro, el ex fiscal federal Sergio Moro, al frente de la importante cartera de Justicia y Seguridad Pública, sigue adelante y en forma independiente con su sistemática campaña en contra de la endémica corrupción brasileña, así como lo hiciera como juez federal con la famosa Operación “Lava Jato”, la versión brasileña del “Mani Pulite” italiano. Dicho de paso, en estos últimos días Sergio Moro junto a Sergio Araújo y las fuerzas de Seguridad brasileñas lograron un gran éxito internacional al extraditar al terrorista italiano Cesare Battisti, condenado en Italia a cadena perpetua en el año 1987 por pertenecer al sangriento grupo terrorista “Proletarios armados del Comunismo” y al que Lula le otorgara la condición de refugiado político.

En su discurso de toma de mando Sergio Moro explicó claramente su profundo respeto por las leyes vigentes y su punto de vista cómo combatir las bandas criminales organizadas, y expresó que el remedio es simple y es universal, pero no siempre de fácil aplicación en el marco de una democracia: “Prisión para los delincuentes, aislamiento carcelario para los jefes, identificación de sus estructuras y confiscación de todos sus bienes”.

La colaboración de Moro desde su Ministerio con las carteras que se encargan de la Seguridad a nivel estatal y nacional es excelente, tanto como con el general Augusto Heleno Ribeiro del Ministerio de Seguridad Institucional como con el general Fernando Acevedo de Silva, encargado del Ministerio de Defensa, y también el jefe de la Secretaria de Gobierno, el general Carlos Alberto Dos Santos Cruz. Todos ellos, militares de alto rango, han participado en misiones de paz de la ONU, tanto en Haití como en el Congo y en Zaire, y como bien podemos imaginar cuentan con una enorme experiencia en temas de seguridad y orden público. Las situaciones vividas tanto en Cité Soleil en Haití como en el Congo, venciendo a la temible milicia Tutsi M23 o los enfrentamientos en Rutshuru-Kiwanja en el Congo, son en gran parte similares a cualquiera de las situaciones que enfrentan miles de favelas aglomeradas en las grandes ciudades brasileñas.

Si bien es cierto que un tercio de los 22 Ministerios con que cuenta la república están ocupados por militares , conviene tener en cuenta que Bolsonaro es un experimentado político, pero no cuenta con un partido importante detrás suyo, y que el panorama a nivel de partidos y del Poder Legislativo está fracturado y desprestigiado. Para abordar esta problemática Bolsonaro no tiene otra opción que recurrir a generales e ingenieros militares en situación de retiro. Tengamos también en cuenta que las FF.AA brasileñas gozan de un prestigio inigualable a nivel sudamericano. Los militares son aquí la institución más respetada en el país, de acuerdo a encuestas fiables.

Bolsonaro lidera un gobierno constitucional con militares en cargos relevantes, como sucede en épocas de crisis, y así lo entiende la mayoría del pueblo brasileño, que vive en un contexto pavoroso con 63.000 homicidios registrados tan sólo en el año 2017, algo que presenciamos sólo en países envueltos en cruentas guerras civiles.

¿Quo Vadis Brasil? ¿Cuáles son las señales y lecciones que nos vienen del Brasil? La señal más importante para nuestro continente y para el resto del mundo es que los políticos, los partidos políticos tendrán que volver su mirada a lo que realmente importa a la gente y no a las elites dirigentes enquistadas en el poder. La otra lección es para gran parte de la prensa internacional, militante, ideológica y para sus periodistas que tantas veces niegan u ocultan la realidad o en otros casos fabrican fake-news. A nivel internacional la descripción correspondiente a Brasil y a Bolsonaro muchas veces no pasa de tres o cuatro clichés, y muy pocos tuvieron en cuenta sus programas de gobierno, sus proyectos, ni el difícil escenario que encontrara su país. Los electores brasileños vieron y ven una realidad bien distinta. La realidad es como es, nada más: Bolsonaro es simplemente brasileño. No puede ser traducido o interpretado con lógica europea o norteamericana, o la de muchos países latinoamericanos, desde culturas muchas veces más moderadas y contenidas, menos intensas. Ser brasileño significa que convives con el carnaval, el sincretismo religioso y las favelas, con una idiosincrasia única que se refleja obviamente en su idioma, que es diferente al resto del continente.