El impactante crecimiento de la economía, el descenso del desempleo, la frontal lucha contra la alarmante criminalidad que asola aún el país, y el restablecimiento de una mejor justicia en un país con una corrupción endémica, son algunas de las llaves que explican el fenómeno del éxito del gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil. Las cifras no mienten, y su popularidad ha aumentado en estos últimos meses a un 47,8 % de un 41% en el mes de agosto del año pasado.
La expectativa de crecimiento económico para el país para el año 2020 ha aumentado del 0.2 % al 2.2%, y es más alta que la media para Latinoamérica, que es del 1.6 %. Brasil no sólo crece sino que levanta la economía de toda la región de acuerdo a un informe presentado en el Foro Económico de Davos. Bolsonaro junto con su ministro de Economía Paulo Guedes, pudo poner fin a los increíbles privilegios de los funcionarios públicos equiparándolos con aquéllos del sector privado y de la clase trabajadora. Tan sólo con estas medidas Brasil va a ahorrar aproximadamente unos 250.000 millones de dólares en los próximos 10 años, y así se podrán reducir, en parte, las enormes cargas tributarias que enfrentaba el país. Se calcula que los funcionarios públicos alcanzan al millón de personas que ganan el equivalente de 20 millones de empleados en el sector privado, una injusticia que se arrastraba ya por años. Por eso el ministro de Economía Paulo Guedes, que como Bolsonaro y otros ministros de su gabinete no se destaca siempre por su tacto y prudencia, denominó al funcionariado existente de “parásitos”, lo que le trajo una ola de críticas del sector gremial, viéndose obligado a disculparse. La población brasileña sin embargo se mostró abiertamente de acuerdo con su apreciación del problema.
Estas importantes decisiones económicas van acompañadas por la eliminación de subsidios a empresas estatales deficitarias y por la política de privatizaciones de sectores que eran mal administrados por el Estado. Tales medidas han traído como resultado la creación de 1.1 millón de nuevos empleos en el país. La economía se ha impulsado también con la quita de impuestos a la importación de unos 500 productos, entre ellos medicamentos costosos, claves para enfermedades mortales. El sector turismo en el Brasil ha visto un verdadero boom desde la ascensión de Bolsonaro al gobierno con un aumento de unos 600 millones de dólares para las arcas del país. Esto se debe en parte a que el nuevo gobierno quitó el requisito de visa a los ciudadanos de Australia, Canadá y Japón.
Otro de los pilares del éxito del gobierno de Bolsonaro se encuentra en el combate frontal a la endémica criminalidad que ha caracterizado al país. Brasil es uno de los países más violentos del mundo. Por eso la promesa electoral de combatir al crimen, junto a la corrupción, llevó a Bolsonaro a la presidencia del país. Para este combate cuenta con la ejemplar actuación del otrora juez y actual ministro de Justicia y Seguridad Pública, el famoso Sergio Moro, el impulsor del Lava Jato que condujo a tantos políticos, empresarios y mafiosos a la cárcel, entre ellos al ex presidente Lula, y a la destitución por impeachment de la ex mandataria Dilma Roussef. Moro desarticuló, sin duda, la red de corrupción más grande de la historia del Brasil y de Latinoamérica.
Respecto al sensible tema de la seguridad pública, registramos que los homicidios en Brasil han bajado en un 22,6%, mientras que los robos con consecuencias mortales disminuyeron en un 27,3 %. También se ha podido reducir sensiblemente el robo a camiones de carga en las rutas nacionales, la cantidad de vehículos robados, y los otrora robos callejeros que estaban a la orden del día y que han disminuido en una media del 20 %. La única cifra que sí aumentó es la del número de delincuentes peligrosos abatidos durante enfrentamientos con la policía, que en el caso de Rio de Janeiro marca un 16,2%.
A los éxitos en la lucha contra la criminalidad se suman aquéllos al mejor funcionamiento de la justicia. En el año 2019, y de acuerdo al ministro de Justicia y Seguridad Pública, ingresaron a las cárceles más delincuentes de los que salieron. En el año 2018 sucedía todo lo contrario. La justicia está siendo firme con el endémico crimen organizado, aislando a por lo menos 350 criminales peligrosos, capos de las mafias en cárceles federales, y además siguiendo las normativas de la nueva ley contra el crimen, se graban las conversaciones con los visitantes de los presos, para que los más peligrosos no puedan seguir conduciendo sus bandas y negocios ilícitos desde los propios centros penitenciarios, como sucedía hasta ahora. El respaldo del gobierno federal a la policía ha aumentado, y aunque hay críticas por parte de la oposición de la izquierda política, que desaprueba el enfrentamiento armado, la población civil ha demostrado aprobarla enfáticamente, y ha llevado a que, de acuerdo a un sondeo de CNT-MDA publicado el 22 de enero pasado, la popularidad de Bolsonaro aumentara al 34,5% comparada con el 29,4% en agosto del 2019.
Sinembargo el exitoso gobierno de Bolsonaro enfrenta tanto en el plano interno como externo duras críticas y golpes bajos de la extrema izquierda nacional agrupada aún bajo el manto del ídolo caído Lula, a quien parte de la gran prensa brasileña sigue rindiéndole honores. En el plano externo la imagen de su gobierno no es la mejor debido a la sistemática labor de la comunidad internacional agrupada detrás del Socialismo del Siglo 21, que odia ver los triunfos del libre mercado y del capitalismo bajo el gobierno de Bolsonaro, ignorando los desastres políticos y económicos que representan los gobiernos socialistas corruptos de Maduro en Venezuela, del criminal clan Ortega en Nicaragua, de la mafia kirchnerista-socialista en la Argentina y naturalmente ignorando también la hambruna que está sufriendo el pueblo cubano, producto de la dictadura castro-comunista, madre de todos los males que nos aquejan. Los progres no toleran que Brasil esté teniendo éxito con su modelo económico, hay que sabotearlo, derribarlo lo más pronto posible, para que no sea un ejemplo a seguir en el continente.
Dentro de Brasil, en el panorama político, todos los días leemos fake news en los grandes y poderosos medios de comunicación, como lo son la cadena O Globo o A folha de Sao Paulo, para citar tan sólo dos ejemplos. Tratan de enemistar al intachable ministro Moro con el Presidente Jair Bolsonaro en vista a las próximas elecciones del año 2022, pero hasta ahora sin éxito. Tratan de inventar delitos en la actuación de sus ministros, agrandan las torpezas de algunas de sus declaraciones, algunas veces fuera de lugar, para crear un clima de desprestigio.
El mal llamado periodista, que no es tal, que es simplemente un agitador que usa fake news de bandas criminales que se sirven de hackeadores profesionales, el norteamericano residente en el Brasil, Glenn Greenwald es un buen ejemplo de esta labor sediciosa en contra de un gobierno elegido democráticamente. La feligresía progre internacional lo considera como un campeón de la libertad de prensa, cuando sus acciones y su portal “The Intercept Brasil”, muestran todo lo contrario. La Fiscalía del Brasil denunció, semanas atrás, a Glenn Greenwald y siete personas más, por varios delitos cibernéticos que buscaban desprestigiar al ministro Sergio Moro, utilizando material obtenido de hackers que están al servicio de bandas criminales ligadas al negocio del narcotráfico. La Fiscalia considera que Greenwald “auxilió, incentivó y orientó a los hackers que filtraron las informaciones contra diversas autoridades, entre ellas las del ex juez y actual ministro de Justicia Sergio Moro”. Considerar a Greenwald como un campeón de la libertad de prensa en el Brasil es inaceptable; es un simple y peligroso activista político sin escrúpulos al servicio de la extrema izquierda internacional. Su esposo, el brasileño David Miranda es un diputado federal, representante del ala más radical del Partido Socialista.
A pesar de todas estas conjuras, campañas maliciosas, fake news nacionales e internacionales y algunos reveses, los éxitos del gobierno de Jair Bolsonaro son dignos de destacar y representan una pequeña luz de esperanza para nuestro continente, sobre todo ahora con el triunfo en el Uruguay de una coalición democrática liderada por Luis Lacalle Pou que asumirá la presidencia el próximo primero de marzo, poniendo fin a 15 años de gobierno del Frente Amplio que ha apoyado abiertamente a cuanto régimen del socialismo del siglo 21 haya tenido nuestro continente. Ojalá se inicie así un nuevo capítulo de progreso y democracia en la hoy convulsionada América Latina. ¡Ojalá!