Vamos a decirlo de arranque y con todas las letras. Hay jueces y fiscales que están al servicio de los delincuentes de todos los tamaños. Desde rateros como los motochorros hasta millonarios como Amado Boudou. Su tarea principal es liberarlos lo antes posible.
A contramano de toda lógica, siempre buscan el artilugio que les permita favorecer a los victimarios y humillar por segunda vez a las víctimas. Algunos lo hacen a cambio de coimas y son unos ladrones peores que los ladrones que salpican con su mugre de corrupción a otros hombres de justicia que son honrados y de excelencia profesional.
Otros lo hacen por miedo y por pereza. Les da “fiaca” trabajar e investigar a fondo y/o sienten pánico ante la mínima posibilidad de que el delincuente en libertad, o alguno de sus familiares o cómplices se tome venganza.
Pero existen los fanáticos y militantes. Los que tienen como jefa de operaciones a Cristina Fernández de Kirchner y como líder espiritual al ex integrante de la Corte, el doctor Eugenio Raúl Zaffaroni.
Ellos justifican su simpatía por los pistoleros por una cuestión ideológica: creen o dicen creer que esos malandras son víctimas de un sistema capitalista injusto que los empuja afuera de la ley. Esto no significa que los que abren puertas de las cárceles y cortan las cadenas de las esposas no reciban también coimas a cambio de su trabajo sucio.
No digo todos porque el que generaliza discrimina, pero la mayoría integra la mal llamada Justicia Legítima. Es la agrupación kirchnerista liderada en su momento por la doctora María Laura Garrigós de Rébori o por Alejandra Gils Carbó.
Ellos creen igual que Cristina y Diana Conti que la justicia debe ser elegida por el voto popular y es una de las propuestas que tienen para reformar la Constitución si llegan a gana las elecciones en octubre.
Ellos están convencidos además que Cristina, casi todos sus familiares, casi todos sus ministros y casi todos sus secretarios se hicieron mega millonarios porque son unos genios de las finanzas y que la justicia los persigue por su ideología. Hablan de los pobres y se hicieron magnates. Se llenan la boca con la redistribución de la riqueza y la redistribuyeron entre ellos.
Justicia Legítima que debería llamarse “Injusticia ilegítima” no tuvo vergüenza en emitir un comunicado en solidaridad con la jueza Patricia Susana Guichandut. No quiero entrar en detalles técnicos porque sería muy cansador. Pero en términos generales y a grandes rasgos todos los ciudadanos saben lo que hizo la jueza Guichandut.
A la velocidad de la luz liberó a dos motochorros. Así no hay policía que alcance, se quejó el presidente Mauricio Macri. Estoy recaliente, explotó el jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta.
“Hay que hacerle juicio político a la jueza”, propuso Miguel Angel Pichetto. El revuelo se armó por varios motivos. Ninguno de estos muchachos estuvo más de 24 horas preso. No vaya a ser que se sientan estigmatizados. Ambos tenían antecedentes y hasta condenas por otros delitos.
Uno salió antes de que la víctima haya podido hacer el trámite en la empresa y comprar otro celular. Uno es uruguayo y el otro colombiano, pero eso es lo de menos. Aunque ambos deberían ser extraditados lo antes posible. Abrimos las puertas y nuestros brazos generosos a todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo patrio, dice el Preámbulo de la Constitución Nacional.
Todos los que quieran trabajar honradamente para forjarse un futuro son bienvenidos. Pero los que cometen delitos no se pueden quedar un minuto más en nuestra patria. La jueza Guichandut demostró lo que es.
A uno le puso 700 pesos como una especie de probation. Insólito. Lo único que falta es que le haya preguntado qué más puedo hacer por ustedes muchachos queridos. La jueza ni pensó en las víctimas. En lo que perdieron con el robo y en que podrían haber perdido la vida con un balazo o una puñalada o perder una pierna como le sucedió al turista canadiense que ni siquiera se resistió.
Otra jueza apeló a un argumento insólito y provocativo para que Amado Boudou pueda caminar libremente por las calles, eso sí, con el pequeño inconveniente de tener que utilizar una tobillera electrónica. Todo no se puede, amado Amado, le habrá dicho la jueza que dijo que como ya está condenado, no hay peligro de que obstruya la investigación. Tienen la cara de piedra.
Son rápidos para los mandados que les piden los amigos. A los enemigos ni justicia. Pero a los amigos, todo. Si no está condenado no puede estar preso precisamente por eso: no hay condena. Si está condenado no puede estar preso precisamente por eso: no puede obstruir la investigación. Desde los generales del kirchnerismo hasta los ladrones de gallinas, nadie debe estar preso. Por suerte hay una instancia superior que en los próximos días va a analizar esta decisión y es muy probable que Boudou vuelva a la cárcel con pitos y cadenas.
Esto deberían analizarlo los votantes. Además de la economía también están los que combaten de verdad al delito y lo que miran para otro lado incluso en situaciones gravísimas como estafas, crímenes, narcotraficantes, enriquecimientos colosales, asociaciones ilícitas para saquear al estado como la que lideró Cristina o simplemente en hechos menores como los motochorros que, por lo general, roban a chicos y a mujeres indefensas.
Hay muchos jueces y fiscales ejemplares, valientes, honrados y de gran capacidad intelectual pero estos otros dinamitaron la credibilidad de la justicia que ya venía muy deteriorada. Por eso la doctora Elisa Carrió, habla de: “La visceral impunidad que hiere gravemente a la República”. No tienen derecho. No hay derecho. No se ajustan a derecho.
Es una burla a todos los ciudadanos de a pie, de carne y hueso, que hacen esfuerzos descomunales todos los días para trabajar honradamente, para educar a sus hijos y para pagar los impuestos feroces que, entre otras cosas, mantienen al Poder Judicial.
Hay un texto del jurista brasilero Ruy Barbosa de Oliveira que dice así: “ “De tanto ver triunfar las nulidades, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver crecer la injusticia, de tanto agigantarse los poderes en manos de los malos el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra, a tener vergüenza de ser honesto”.
Es una vergüenza del tamaño del estado. Los ciudadanos honestos están hartos de que la impunidad les escupa en la cara. Son delitos de lesa indignidad. Injusticia ilegítima y está todo dicho.
Que todos paguen por lo que hicieron. Si todos quedan en libertad no tendremos futuro. Porque si no se condena a los corruptos se castiga a los honestos. La señal hacia la sociedad es terrible: sigan robando muchachos que no pasa nada.
La impunidad es un veneno mortal para las democracias. Es una invitación a cometer delitos. La República no existe sin justicia. Por eso hay que poner el grito en el cielo.
En su oración a la justicia, María Elena Walsh dice: “Señora de ojos vendados, con la espada y la balanza/ a los justos humillados/no les robes la esperanza. Dales la razón y llora /porque ya es hora. Ya es hora”.
Muchos creen que el cristinismo es la etapa infantil del peronismo. Yo creo que intentó ser la versión chavista, y fue la más caprichosa, corrupta y autoritaria. La que quiso instalar un discurso único y apropiarse de los medios de comunicación y de los tribunales. En dos palabras: la que reflotó aquella vieja consigna nefasta que decía: “Al enemigo, ni justicia”.
La escuela de Zaffaroni envenenó parte de los tribunales y de las aulas donde se enseña ese derecho torcido. Basta de derecho torcido por los zaffaronianos. Basta de injusticias e inseguridad. Basta de ladrones de estado. Basta de jueces que trabajen para los delincuentes. Basta.