“El sufragio de todos es el sufragio de unos pocos pícaros que hacen votar a todos (lo que le conviene al político)… No hay más que un medio de suprimir estos efectos del sufragio universal ignorante, es sustituido por el sufragio universal inteligente, o lo que es lo mismo, reemplazar la ignorancia universal por la educación universal, en el ejercicio del sufragio político: educar al soberano pueblo en el gobierno de sí mismo”. Juan Bautista Alberdi
Si tuviésemos que definir en pocas palabras, qué es lo que promueve la extinción de dominio, sería algo así como: adelantar el recupero de bienes mal habidos de manos del narcotráfico y de la corrupción.
En esta definición, que puede pecar de extremadamente simplista, hay dos partes: la instrumental, que desnuda la lentitud del sistema; y la ético-moral del delito. Lo complejo del tema, es que ambas partes se entremezclan dentro del abominable cuerpo del actor principal de la obra: la corporación política.
Corporación política, que no es más que el reflejo de las corporaciones que desgarran en pedazos nuestra sociedad, fracciones comandadas por señores feudales y cuyos miembros, hacen defensa cerrada de “los suyos” contra los “ataques de los otros”, sin tener en cuenta si esos “ataques” (acusaciones contra alguno de sus miembros) son procedentes o no.
Pero la corporación política tiene un beneficio extra; ella se auto sanciona las leyes que les concierne; así, se auto regala normas que les otorga privilegios y que la transforman en la nueva aristocracia. La asamblea del año 13 derogó los títulos de nobleza y los polítitruchos de hoy los volvieron a instalar para ellos mismos.
Los legisladores tienen inmunidad judicial con sus fueros, fueros que los colocan lejos del alcance de la “justicia de los hombres”; en tanto que los jueces tienen regalías económicas al no pagar ganancias; estas prerrogativas muestran que, en lo que concierne a la igualdad ante la ley, unos son más iguales que otros.
Esta gravísima auto dádiva de privilegios muy pocos republicanos, se ve potenciada por la inoperancia (inoperancia que intuyo intencional) que ambos poderes presentan en sus áreas. Los legisladores que trabajan (lo poquito que trabajan) a paso de tortuga (y a paso de babosa en el tratamiento de proyectos que los “perjudican”) y la justicia que demora lustros o décadas en emitir sentencias, amén de los fallos garantistas, que más que fallos, parecen chistes de mal gusto.
Esta casta gobernante que padecemos, ahora se rasga las vestiduras por el DNU dispuesto por el presidente de la Nación, alegando que es un ataque al principio republicano de la división de poderes y que es francamente inconstitucional, por desconocer el principio de inocencia.
Más allá de estos aspectos del debate, lo cierto es que el proyecto legislativo de extinción de dominio “deambula” por las cámaras hace más de 3 años, lo que demuestra que en realidad, les importa un carajo la defensa del republicanismo o de la constitución, lo único que les importa es cuidarse las espaldas.
Si verdaderamente tuviesen algo de dignidad, deberían tratar ya el proyecto de ley “amohosado” y sancionar la norma correspondiente con la misma celeridad que muestran todos los fines de año, esa celeridad que refleja cuán importante son para ellos las fiestas de fin de año y las vacaciones.
Pero todo esto sería innecesario, si no padeciéramos de la connivencia entre el poder legislativo y el judicial, con jueces de dudosa imparcialidad, que dictan ya sea: absoluciones exprés o condenas a cumplir en la próxima reencarnación.
Cuando vayas a votar, recordá que quien tiene la consciencia limpia, no teme ponerse bajo la lupa, recordá los nombres de quienes se opusieron al DNU de extinción de dominio y que tampoco hacen nada para que salga por ley; y recordá que el ladrón que te asalta en la esquina te elige a vos, pero los ladrones que te roban desde el gobierno los elegís vos.