“Es el primer cambio político que respeta las ruinas”. Manuel Vázquez Montalbán
La apertura del período ordinario del H° Aguantadero trajo una sensible novedad: Mauricio Macri, por primera vez y tal vez enojado por el destrato que sufría por parte del zafio kirchnerismo, salió de su estilo zen, que cultivaba desde hace años, y respondió con justificada firmeza a los desaforados gritos que provenían de la bancada encabezada por Agustín Rossi. Me sorprendió escuchar al Presidente en un verdadero discurso de barricada, casi una arenga, y confieso que me gustó mucho.
El miércoles, el INDEC informó que, durante 2018, la economía argentina cayó en 2,6%. En épocas recientes, Guillermo Moreno, que hoy se postula como candidato presidencial y jura que, de triunfar, convertirá en un verdadero paraíso este penoso infierno del cual fue uno de los máximos responsables, no trepidaba en falsificar los datos que hoy se exponen.
Esa caída en el PBI (que, a fin de 2017, era de US$ 637,6 mil millones) significó que casi todos los argentinos somos US$ 16.000 millones más pobres. Digo ‘casi’ porque hay toda una siniestra casta a la que no le pasó lo mismo: la integran los empresarios que aplicaron siderales sobreprecios a los contratos de obras públicas, resultantes en sumas que compartían con los funcionarios encargados de firmarlos, que las remitían a sus jefes en bolsos y valijas.
No comprendo cómo tan pocos relacionan nuestros inmensos problemas actuales con las cifras involucradas en la expoliación de la que fue objeto el país durante la extendida década en la que Néstor y Cristina ocuparon la Casa Rosada. Como me dijo un amigo, Mauricio Macri no debería recurrir al FMI sino al Juez Claudio Bonadio y a algunos de sus colegas de Comodoro Py, que ya tienen embargados bienes (estancias, cuentas bancarias, aviones, automóviles, casas y hoteles) cuyo valor puede superar el auxilio internacional recibido.
Lo peor de todo es que, sea en billetes enterrados en el sur (que nadie ha encontrado aún), cambiados por diamantes en Angola o depositados en cuentas secretas alrededor del mundo (Seychelles incluidas), todo el fruto del saqueo se fugó del país y, así, se sustrajo de nuestra economía.
Es por ello que la sociedad entera reclama que devuelvan lo robado, más aún que la prisión de los responsables. Ese unánime grito se escuchó en la manifestación del jueves por la noche, cuando la ciudadanía exigió al Consejo de la Magistratura la rápida y eficiente investigación del proceder de los jueces federales que, como dijo Santiago Kovadloff, se escudan en sus cargos para ocultar su verdadero rol de protectores de la corrupción y, ellos mismos, grandes coimeros y ladrones.
El peronismo votó en comisión, unánimemente, por derogar el decreto presidencial que estableció un rápido régimen procesal para la extinción de dominio en los casos de corrupción y narcotráfico, que tramitará en sede civil. No resultó óbice para que los legisladores levantaran la mano el riesgo de una fuerte condena social en un año de elecciones, pero cuando esa propuesta llegue al recinto de las cámaras, cada actitud individual será exhibida en los medios, y dudo que quienes hayan decidido incinerarse para blindar a los ladrones obtengan el porcentaje necesario para su derogación.
Macri, sin duda, está en deuda con la sociedad y con su electorado, ya que ha respetado muchas de las estructuras y a gran parte de los funcionarios quintacolumnistas que heredó; a mero título de ejemplo, nada ha hecho para terminar con el “curro de los derechos humanos”, como prometió al asumir; pero rescato una frase de Adolfo Ruiz: “Con Macri, mal; sin Macri, peor”. Siempre he calificado como especulación bastarda la vocación de tener como sparring a Cristina Fernández, pero las encuestas, al reflejar la firmeza de su base electoral, nos obligará este año nuevamente a optar por el mal menor: si el kirchnerismo regresara, entraremos en el mismo espiral de destrucción masiva que acabó con Venezuela.
En muchas notas me referí a la impunidad de la que gozan, aún hoy, Enrique y Sebastián Eskenazi. Ayer, nada menos que Carlos Pagni tomó la posta; su nota de ayer en La Nación como siempre fue impecable y agregó un sinnúmero de trascendentales informaciones a mis dichos. Es de esperar que ahora los jueces dejen de mirar para otro lado y los llamen a prestar declaración indagatoria, ya que fueron –y aún lo son- los cómplices necesarios en el mayor desfalco que sufrió el país.