La garúa de otoño teje un tul sobre la pirámide de la Plaza de Mayo como si fuese una viuda blanca, espigada e infinitamente triste. La bruma de la madrugada agrega un dramatismo pictórico a la escena.
Se diría que la mano de Goya ha venido desde el pasado para pintar la venda a la que se negó el hombre que habrá de ser fusilado. Al pie de la pirámide, el ex presidente Mauricio Macri permanece con la mirada fija en los ojos fríos del jefe del pelotón que se prepara para dar la orden.
Los diez milicianos, los diez asesinos que una poética dudosa nombra como militantes, tienen ya los rifles cargados de odio y plomo.
El tribunal popular que sustituyó a la depuesta Corte Suprema de la Nación lo resolvió por unanimidad y de manera sumaria. El ministro de Justicia Popular, Francisco Durañona, es el centro de todas las miradas, de todos los elogios por haber sido el primero en animarse a decir en plena dictadura macrista que la Corte Suprema de la Nación debía estar compuesta por militantes.
Sin embargo, todos esperan al héroe, al verdadero demiurgo de los nuevos tiempos, a uno de los fundadores de la flamante República Bolivariana Argentina. Entonces sí, los altavoces desconados que traen la voz latosa de un speaker como venido del ‘45, anuncian la llegada de Luis D´Elía.
La multitud se funde en un grito unánime, en una interjección surgida de la entraña en la que anida y se alimenta la venganza.
Con los brazos en alto y el vientre pletórico de efluvios nacionales y populares, él, que soportó las mazmorras de la dictadura neoliberal, él que sobrevivió a la cárcel, él que se plantó ante el desprecio de la oligarquía y las injurias de la derecha, está más vivo que nunca y hoy hará tronar el escarmiento.
Cuando su voz era un sordo lamento en el desierto de la entrega y el cipayismo, él se atrevió a proclamar lo que muchos llevaban in pectore y no se atrevían a decir. “A Macri habría que fusilarlo en la Plaza de Mayo delante de todo el pueblo. Es un hijo de re mil putas”, dijo entonces cuando la patria padecía el bozal de los infames.
Y ahora, la Corte de Suprema de Justicia Popular hacía realidad aquel sueño largamente acariciado. La multitud gritaba a voz en cuello “Paredón, paredón” y convertían en himno el canto gestado en la resistencia: “Mauricio Macri la puta que te parió”.
La orquesta filarmónica Nacional y Popular acompañaba con cuerdas, vientos y timbales las voz general que surgía del subsuelo de la patria sublevado, mientras los acróbatas voladores de Fuerza bruta surcaba la bruma y la garúa envueltos en trajes celestes y blancos.
Entonces sí, el comandante a cargo del pelotón de fusilamiento levantó la brazo. La multitud se convirtió en un muro de silencio. El ex presidente Mauricio Macri, de pie delante de la pirámide de Mayo, tragó saliva. Sin pestañear, mantenía la mirada fija en los ojos huidizos que ocultaban la vergüenza detrás de los párpados nerviosos del jefe.
-¡Preparen! -gritó, el comandante.
Los rifles, que hasta entonces permanecía verticales apuntando al cielo, miraron con su ojo único, impar, necio al presidente que levantó el mentón y sacó pecho como si quisiera desafiar con sus ojos de ingeniero la sinrazón de la militancia. Los cañones de los rifles temblaban ante el pulso vacilante de los fusiladores.
-¡Apunten! -volvió a vociferar.
Entonces las pupilas de los militantes se alinearon la mira, y la mira con el pecho convulsionado del ex presidente que no despegaba sus ojos azules de los del comandante, llenos de oprobio y vergüenza.
-¡Fuego! -ordenó el hombre a la vez que bajaba el brazo.
Una bandada de palomas espantadas, voló desde el alero de la casa de gobierno para refugiarse bajo el arquitrabe de la catedral de los disparos y la infamia.
Luego de haber visto cómo la multitud anoche, en la Feria del Libro, lapidaba a gritos, insultos y gestos de odio a una mujer que sólo tenía un micrófono, no tengo dudas de lo que podría suceder en el futuro. Si han hecho este despliegue de intolerancia y violencia siendo oposición, no quieran imaginar lo que harían si volvieran al gobierno.
No existe un sólo motivo para no tomar en serio las amenazas de Luis D’ Elía.