Que la jugada anunciada por la propia Cristina Fernández de Kirchner a través de un audio convenientemente ilustrado por Tristán Bauer para hacer circular en las redes sociales fue absolutamente sorpresiva, la da que ninguna encuesta había analizado hasta ahora semejante posibilidad. Y eso que no hay alquimia política sobre la que dejen de hurgar, lo que no es garantía de certeza en los resultados, claro.
Nadie lo imaginaba, y conociendo el manejo del misterio del que siempre disfrutaron los Kirchner debe descontarse que los que estaban anoticiados de la fórmula “Fernández-Fernández” debían ser muy pocos. Tal vez -solo tal vez- la propia Cristina y nadie más.
Les sale bien jugar a la sorpresa. Nadie sabía nada del libro “Sinceramente” hasta hacerse el anuncio formal de su presentación. Y eso que no es sencillo guardar un secreto editorial. El resultado fue altamente satisfactorio: con más de 300 mil ejemplares vendidos, el libro de Cristina es un fenómeno editorial impactante.
Habrá que ver si el resultado de la fórmula electoral anunciada este fin de semana resulta tan auspicioso.
Porque sorpresa no es garantía de éxito. Y es sabido que las estrategias políticas de la exmandataria no suelen tener los resultados deseados. No siempre ha acertado Cristina con sus elecciones, y el vice que eligió para acompañarla en su segundo mandato -el hoy preso Amado Boudou- es una prueba en ese sentido.
Había un run-run intenso respecto de que Cristina Kirchner pudiera finalmente no ser candidata. Posibilidad desechada una y otra vez por quienes se limitan a remitirse a sus antecedentes. Era realmente difícil imaginarla dando un paso al costado cuando las encuestas la dan no solo competitiva, sino también primera. Finalmente esos rumores tenían un trasfondo real, aunque en rigor, Cristina termina siendo candidata.
Sorprendió sin duda a quienes esperaban un eventual renunciamiento confiados en poder disputar ellos la sucesión, si el paso al costado ocurría. Hecho el anuncio debieron arriar sus candidaturas. Como Felipe Solá, que sabía de ciertos rumores que lo ubicaban como eventual vice de Cristina, y ante el anuncio se reveló satisfecho y confiado de que eso redunde en la unidad que venía reclamando para enfrentar a Macri.
Porque ese objetivo terminó siendo el que parece haber prevalecido en Cristina a la hora de tomar la decisión que tomó. Está claro ahora que no le alcanza a la expresidenta con un resultado electoral que la certifique eventualmente como jefa de la oposición, la dueña de los votos “anti-Macri”; necesita ganar, quiere ganar: solo así se garantiza que pueda cesar el avance de las causas en su contra. Un esbozo de la influencia del poder político en el accionar de los jueces pudo vislumbrarse a media semana con el gesto de la Corte Suprema referido al primer juicio que la encontrará sentada en el banquillo, más allá del maquillaje posterior a su actitud primigenia.
Cristina Kirchner quiere ganar las elecciones y para ello está dispuesta a no ser quien encabece la fórmula, aunque no hay la más mínima duda de que será ella la que eventualmente se imponga. Para acompañarla -porque aunque esté delante queda claro quién acompaña a quién- eligió a alguien que no ganó nunca una elección, que no tiene el más mínimo dominio territorial. Alguien con más contactos que votos, que ella considera idóneo para esta coyuntura.
El revival de la experiencia camporista que muchos críticos sugirieron prestamente este fin de semana parece exagerado. Alberto Fernández lejos está de parecerse a Héctor J. Cámpora, y eso no va en demérito suyo. Pero no le será sencillo librarse del lastre que representa la presencia de CFK en la fórmula. Nadie imagina a la exmandataria relegada a “tocar la campanilla del Senado”.
“Fernández al gobierno, Fernández al poder”, la fórmula que se viralizó en las redes como crítica -pero también como aliento-, remite a una realidad muy convincente. ¿O puede pensarse en que la exmandataria haya imaginado para sí misma un papel decorativo para su futuro, sin terciar en la toma de decisiones? Más certero sería imaginarla con un papel preponderante, siempre la decisión final en sus manos.
¿Por qué no el papel que ella misma le había asignado a Carlos Zannini cuando lo puso como vice en la fórmula de Daniel Scioli? Ese solo dato infiere la importancia que CFK intuye puede tener ser el 2 de la fórmula.
La decisión anunciada por Cristina Kirchner representa la confirmación de las versiones que circulaban insistentes en el kirchnerismo en las últimas semanas. Las mismas hablaban de dos tendencias imperantes en el Instituto Patria, compitiendo por ver cuál podía prevalecer en las decisiones de la exmandataria. Una del kirchnerismo duro, liderada por el politólogo Edgardo Mocca, que incluía la habilitación de las peores prevenciones que despierta el cristinismo más extremo: el del vamos por todo, reforma constitucional incluida -o mejor dicho “nueva Constitución”-; y el kirchnerismo dialoguista, representado por Alberto Fernández.
La elección del ex jefe de Gabinete para ocupar el primer escalón de la fórmula K no necesariamente entierra aquella otra tendencia.
También se sabía de una corriente cristinista que desaconsejaba un retorno de la expresidenta al poder, habida cuenta los ineludibles acuerdos y ajustes que deberá encarar el futuro gobierno. Porque así como el de Mauricio Macri recibió una herencia pesada, el próximo gobierno -así sea de Cambiemos- también deberá lidiar con una carga no menor, establecida en un acuerdo con el FMI que deberá renegociar y una agenda de vencimientos complicada, entre otras cosas.
En su mensaje de este sábado, la propia Cristina pareció reservarle a su compañero de fórmula esa tarea para un futuro en el poder.
La coronación de Alberto F. en el primer lugar de la fórmula y las referencias insistentes de Cristina al 2001 en su mensaje, hablando incluso de un legado aún peor que el de entonces, pretende asignarle al ex jefe de Gabinete un papel similar al de quien fue su primer jefe, Néstor Kirchner. De hecho, muchos interpretaron la designación de Alberto Fernández como una vuelta al nestorismo, como continuidad adecuada del cristinismo extremo que predominó en la despedida de Cristina K.
¿Pero qué tan moderado es el Alberto Fernández de hoy? ¿Es el mismo que renunció cuando aún Néstor vivía, en desacuerdo con la manera como desarrolló ese gobierno la pelea con el campo? ¿O es aquel que el miércoles pasado se animó a amenazar a los jueces Ercolini, Bonadio, Irurzun, Hornos y Gemignani diciéndoles que “algún día van a tener que explicar las barrabasadas que escribieron para cumplir con el poder de turno”?
Según su propio relato, ese día fue cuando Cristina le ofreció encabezar la fórmula presidencial. ¿Habrá sido antes o después de semejante declaración? ¿Fue la prueba de lealtad exigida por CFK para ungirlo?
A partir del anuncio los anti k viralizaron declaraciones de Alberto criticando a su ahora compañera de fórmula, con la intención de mostrar sus contradicciones, pero lo más probable es que esos videos cumplan el objetivo contrario, exhibiendo a un candidato cercano al voto opositor y a una expresidenta dispuesta a perdonar.
Tanto se habló del Plan V, pero es sabido que en el gobierno no había Plan B, para el caso de que el 22 de junio se revelara que Cristina no fuera candidata. Ahora, con más de un mes de antelación, se sabe que lo será, pero no como el gobierno esperaba. No es lo mismo, o quizá sí; las encuestas deberán determinarlo. Volverán a surgir voces reclamando una medida sorpresiva que devuelva al gobierno al centro del ring y el manejo de la agenda. Tal vez un cambio de candidato… que el gobierno insiste en descartar.
El tema es el impacto que tiene esta medida hacia adentro del peronismo. Porque para asegurarse ganar, el kirchnerismo necesita encolumnar al peronismo detrás de su fórmula. A eso fue Cristina el martes pasado a la sede del PJ. Al día siguiente, dicen, le ofreció la candidatura a Alberto.
Lo más probable es que lo de este sábado sea suficiente para incluir a Sergio Massa en ese espacio: Alberto era un hombre suyo y él venía manteniendo contactos con el kirchnerismo, condicionando siempre una aceptación a la presencia o no de Cristina. El caso remite al acuerdo que hizo el año pasado precisamente con el kirchnerismo para arrebatarle a Cambiemos un escaño en el Consejo de la Magistratura: que el candidato K no fuera Rodolfo Tailhade, sino alguien más “potable”. Pusieron a “Wado” De Pedro y el acuerdo prosperó.
El resto de Alternativa Federal no se sumará, pero el vigor de este espacio estará dado por la actitud de los gobernadores, que a partir de este fin de semana están barajando para dar de nuevo.