Nuevamente, se revolvió el avispero oficialista contra un enemigo común. Aprovechando unas duras críticas del ex ministro Roberto Lavagna contra el rumbo económico y las actitudes autoritarias del kirchnerismo, el elenco estable gubernamental le pegó sin asco a su semicalva cabeza. Ciertamente resulta a veces hasta aburrido ponerse a analizar estas infantiles actitudes por parte de personas adultas, embretadas en una interminable guerra de egos que no tiene gollete. Olvidándose de aquella puntual advertencia de Perón, que hacía alusión a los vivos que buscaban sacar ventaja de aparecer junto a él en una foto en Puerta de Hierro, los integrantes del gobierno nacional han emulado a ese concierto de chupamedias que rodeaba permanentemente a Carlos Menem. Los mismos que desde hace 3 años execran la denominada década maldita de los 90, constantemente compiten por quien es más alcahuete del ex gobernador de Santa Cruz en esos años. Precisamente, los que se regodean con su retorno a la Plaza de Mayo, deberían recordar un chiste de aquel iracundo 1973. Cuentan que Perón, como era su costumbre, arribaba muy temprano a la Casa Rosada. Al ver a Cámpora, le pregunta:“¿Qué hora es, Cámpora”. “La que usted quiera, mi General”, le responde quien moriría exiliado en México.
En estos días de fin del otoño, la obsecuencia ha llegado a tal grado sumo que se modifica la realidad para no contrariar la visión del inquilino de Balcarce 50. Quien conmina a los periodistas a “modernizarse para analizar la realidad”, incita a su entorno a que no pretenda concebir un criterio disímil al suyo.
Tanto Cristina como Alberto Fernández se mostraron alborozados por el “regreso del pueblo a la Plaza”, cuando saltaba a la vista que de no mediar un aparato compra voluntades, no iría ni la familia a vivar por ellos.
En aquella jornada, como se infirió en un análisis anterior, no sólo los punteros se dejaron olvidados a uno, sino que hubo muchos que fueron a hacer rostro obligados y coaccionados por tal o cual sindicato o agrupación.
Un gobierno fuerte, dotado de poder real, no necesita imperiosamente travestir la realidad ni requiere de semejante parafernalia rentada como la del 25 de mayo. Como tampoco, obsesivamente se fija en las páginas de los periódicos o los segmentos de los noticieros a la caza del menor atisbo de crítica o discordancia con su gestión.
A la corta o la larga, tanta manipulación se le volverá radicalmente en contra. Pues ejemplos sobran. Uno de ellos lo constituyó Richard Nixon, quien no vacilaba en grabar las conversaciones del Salón Oval, y luego se creyó habilitado para espiar la sede del partido demócrata en el Hotel Watergate. Terminó yéndose también en helicóptero, no sin antes intentar amordazar a los principales diarios en un desesperado intento por permanecer a flote.
Como dijo un profesor de historia de apellido Hernández, allá por junio de 1982, “la Historia se repite, cuando los boludos no la leen”.
Sabias palabras.
Lo que viene
Mientras la "caja" de las obras públicas (ya llega a $7.900 millones) sigue siendo la vedette de la futura contienda electoral, el Gobierno sigue avanzando contra los medios de prensa independientes.
Esta semana se conoció la nueva embestida kirchnerista, esta vez contra las señales de cable Plus Satelital y P+E de la firma Pramer. Aunque trató de hacerselo disfrazar como una reestructuración de esas señales, se supo que existió una firme gestión de Alberto Fernández (1) con los directivos de esa empresa para que a,bas se levanten del aire (cable). Allí suelen transmitirse media docena de programas periodísticos críticos del gobierno K.
Este hecho se suma a las interminables embestidas que el kirchnerismo viene manifestando contra los hombres de prensa vernáculos y en ese preciso ámbito debe analizarse lo que sucede en Pramer. En los tres años que lleva la gestión K se han levantado media docena de programas periodísticos a pedido de Casa de Gobierno, se ha apretado a anunciantes de la prensa independiente, se ha presionado a dueños o directores de diversos multimedios y se condiciona la publicidad oficial a la obsecuencia proporcional hacia el Gobierno.
Mientras los grandes medios, alcahuetes del kirchnerismo, siguen dando la espalda a este tipo de situaciones, el oficialismo avanza contra los medios independientes y trata de ahogarlos. Por caso, esta semana editorial Perfil realizó una denuncia pública contra el Gobierno por entender que se adopta una "política discriminatoria" en la distribución de la pauta oficial en distintos medios. Recordemos que ninguna de las publicaciones de Perfil posee pauta del Estado por decisión de la mismísima Casa Rosada.
Es probable que sea como dice Gallo y seguramente no haya nada extraño detrás de lo sucedido, pero conociendo el contexto en el que esto ocurre no se puede dejar de asociar este hecho con un eventual nuevo caso de "apriete indirecto" por parte del Gobierno.
Si así fuera, no debemos dejar de condenarlo con todas nuestras fuerzas.
Si así no fuera, es grave que el marco de lo vivido en los últimos meses respecto a la relación del Gobierno con los medios nos obligue a especular con dicha posibilidad.
Christian Sanz y Fernando Paolella
(1) Según fuentes consultadas, las "negociaciones" con Pramer se venían llevando a cabo desde hace al menos seis meses.