Hoy vamos explorar esa intersección que a mí me apasiona, ese espacio que abarca la política, la psicología y la historia. Por distintas razones que intentaremos indagar, los argentinos no podemos mirar más allá del corto plazo.
Esta mirada nos condena a la distorsión de la realidad y a la imposibilidad congénita de construir un futuro. Esa brevedad de miras, hace que vivamos en crisis, en un presente continuo hecho de cuestiones menores e intrascendentes.
Las principales ciudades europeas fueron destruidas en la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, terminada la guerra, trazaron planes para el largo y plazo y pudieron salir de la crisis en el corto plazo.
Hay tres ejemplos que deberíamos mirar con atención: Alemania, Inglaterra y Japón. En Alemania no quedó piedra sobre piedra: Berlín fue destruida por completo. Londres desapareció en un 60 % y Japón sufrió la explosión de dos bombas atómicas.
Argentina, que no sólo no participó de esa guerra, sino que se benefició como país productor de materias primas y alimentos, hoy mira desde el fondo del abismo. Esos tres países, a uno y otro lado de la conflagración, hicieron planes de largo plazo y fueron prósperos en el corto plazo.
En nuestra vida personal, cada uno de nosotros se ha trazado metas de largo plazo: además de haber dedicado siete años de educación primaria y cinco de secundaria, nos formamos en la universidad y, entre estudios y cursos de postgrado, sumamos diez años más de preparación.
Los médicos, además, deben hacer prácticas en hospitales, residencia, participar de congresos. El porcentaje de tiempo, de vida activa, que le dedicamos a la formación es altísimo. La vida se planifica a largo plazo. Sin embargo, de manera colectiva, no podemos mirar más allá de la punta nuestra nariz.
Los argentinos vivimos en estado de frustración permanente. Mucho más, cuando, como todos sabemos, este país estuvo entre las primeras diez economías del mundo. La Argentina no llegó a ese lugar de un día para otro.
Dedicó casi un siglo para que la generación de 1880 pudiera ponerla en ese sitial. Fue un plan de largo plazo: construyó escuelas públicas que era palacios, hospitales públicos de lujo para ricos y pobres, teatros, edificios públicos que eran y son el orgullo nacional.
Y ese proyecto de largo plazo, colocó a la argentina en el podio de los países ricos en muy poco tiempo. Los golpes militares primero y los populismo derivados de este militarismo primitivo, bajaron de ese sitial a la Argentina a palos.
En estos últimos días cambió el humor social. La estabilización de la economía, la calma cambiaria y, sobre todo, los acuerdos políticos, le permitieron al gobierno trazar un horizonte de gobernabilidad y mirar un poco más lejos del diez de diciembre.
Las encuestas no hablan del futuro, sino del presente. No se puede gobernar en base a encuestas. Sergio Massa, sólo por poner un ejemplo, se ahogó en un mar de encuestas.
Por mirar los próximos cinco minutos, Massa dilapidó su propio futuro. Esas mismas encuestas que desvelaban a Massa, hoy lo muestra con la peor imagen de la política argentina, con un diferencial negativo del -55.
Los encuestadores, como los dealers, les venden encuestas a políticos que se han hecho adictos a esos números y cada vez los necesitan con más frecuencia.
Si los números les sonríen, tienen picos de euforia y necesitan repetir la experiencia; si les son esquivos, caen en depresiones horrorosas y, en consecuencia, piden más y más encuestas. Igual que en la demencia, la realidad es sustituida por una lógica delirante hecha, en este caso, de cuadros de doble entrada.
Las últimas encuestas le muestran al gobierno todos los indicadores para arriba: la imagen de Macri creció siete puntos, la de Cristina bajó dos, creció la intención de voto a Juntos para el Cambio, las expectativas por el futuro muestran números en ascenso y la fórmula oficialista estaría ganando en segunda vuelta. Hoy. “Sólo por hoy”, dicen los adictos en recuperación.
Pero haría peor la sociedad si se dejara cautivar por el poder narcotizante de las encuestas y entrara en el sube y baja de la euforia y la depresión y no comprendiera que el futuro se construye con trabajo, pensando no en mañana, sino en el siglo que viene.
Lo que pasó en Argentina después de la guerra en Europa, es que acá llegó el Peronismo, lo que es igual a una bomba de más poder que las dos de Japón, porque se mantiene su efecto en el tiempo.
A mi me importan muy poco las encuestas. Lo que pasa es que los politicos deciden estrategias ELECTORALES y politicas a partir de ellas. Nuestra dirigencia es deplorable. Dejen de culpar al PJ por esto. El populismo tuvo su intentona antes de Peron y es tan viejo como la historia. Mientras los gobiernos DE CUALQUIER SIGNO posterguen a buena parte de la poblacion habra terreno fertil para que regrese en alguna de sus incontables expresiones. Que los gobernantes vivan y dejen vivir.