Luego de una semana de cierto “exitismo” percibido en el seno del gobierno, podría decirse que se pasó a un estado de “equilibrio”. Fue al concluir el oficialismo que, en efecto, la brecha porcentual se ha acortado; el dólar quieto ha generado sosiego; la polarización compensa los efectos de un peronismo unificado; y las expectativas son mucho más favorables que hace apenas tres meses, cuando se seguía especulando con el Plan V… Pero al día de hoy las encuestas propias y ajenas siguen dando al binomino Fernández-Fernández al frente, y en la provincia, la madre de todas las batallas tiene a María Eugenia Vidal detrás.
Algunos operadores interpretaron que ese baño de realidad fue el que -tras una semana en la que no faltaban quienes daban la continuidad de Macri por resuelta- generó un pequeño alza del dólar. Otros lo atribuyeron a los tenedores de plazos fijos que, a un mes de las PASO, a la hora de renovar decidieron guarecerse en la moneda norteamericana por si un resultado adverso para Juntos por el Cambio dispara esa divisa el 12 de agosto. Esa es una especulación que viene creciendo conforme se aproxima la hora de la verdad y a la que ya hemos hecho referencia aquí. Es probable que usinas cercanas al gobierno insistan en refrescarla en la semana previa a las PASO, cuestión de afirmar el “voto pánico”.
Lo cierto es que las elecciones primarias, que son de algún modo testimoniales más tienen consecuencia directa y contundente en la elección de octubre, son inminentes y los candidatos principales están en una carrera contrarreloj para llegar a esa fecha al menos con la sensación de haber hecho todo lo posible para ganar. Y en esta suerte de polarización extrema, los candidatos oficialistas y kirchneristas se muestran en un juego de espejos, poniendo las fichas principales en los mismos lugares.
Ya se sabe que Córdoba es el distrito “fetiche” de Mauricio Macri. Provincia antikirchnerista por naturaleza, allí cierra sus campañas el líder del PRO, que tiene bien presente que le debe a los cordobeses estar donde hoy está. En noviembre de 2015, Cambiemos le sacó a Daniel Scioli en Córdoba 900 mil votos de distancia, en un balotaje en el que se impuso por 600 mil. Vale analizar en detalle entonces los porcentajes de las anteriores presidenciales. En octubre de 2015 la fórmula Macri-Michetti se impuso allí por el 53,22% en octubre, contra el 19,26% de Scioli-Zannini. En esa oportunidad Sergio Massa resultó segundo, con el 20,41% de los votos. En el balotaje, Macri pasó el 70% y Scioli no llegó al 30.
Queda claro entonces por qué el candidato presidencial del Frente de Todos está obsesionado con esa provincia, a la que visitó dos veces las últimas dos semanas. Si bien sabe que allí se impondrá Juntos por el Cambio, Alberto Fernández apuesta a reducir drásticamente la brecha de 2015. Cuenta para ello con la caída de la imagen de Macri, apuesta a la figura de Massa, que hace cuatro años sacó 20 puntos en esa provincia -y por eso se hizo acompañar por el líder del FR el jueves-, y a que una porción del delasotismo lo apoye, como lo ha hecho el flamante sucesor de Miguel Pichetto al frente del bloque Justicialista del Senado: Carlos Caserio posó a la derecha de Alberto en la foto final del acto celebrado en el Teatro Luxor de Carlos Paz.
Vale recordar que la inesperada muerte de José Manuel de la Sota en un accidente el año pasado llegó justo cuando el líder cordobés estaba ensayando un acercamiento a Cristina Fernández de Kirchner que nunca se sabrá bien en qué hubiera concluido. Tal vez el exgobernador mediterráneo hubiese ocupado el rol que hoy encarna Alberto Fernández. Quién sabe…
Tiene sentido la estrategia del ex jefe de Gabinete de los Kirchner. Lo que le juega en contra es el carácter irascible que le brota cada dos por tres en los reportajes que concede. Esta vez volvió a estallar con un periodista cordobés que no se preocupó por ocultar un marcado antikirchnerismo. Pero esas reacciones dejan pasmada a la dirigencia que lo apoya y reconoce como una fuerte carencia una campaña kirchnerista que considera inorgánica y contrasta con la sólida y profesional que los propios peronistas le reconocen a la del gobierno. “Eso lo saben hacer bien”, insisten en privado, para lapidar luego con un “pero gobernar no saben”.
En privado, aunque sin demasiado interés para que no trascienda, dirigentes del Frente de Todos coinciden en cuestionar la decisión del candidato presidencial de prescindir de un jefe de campaña. Habiendo ocupado él mismo ese rol tantísimas veces, Alberto Fernández está convencido de que él es el más capacitado para esa tarea en la campaña más importante de su vida. Pero muchos de sus compañeros de ruta estiman que ese doble papel lo desgasta de manera extrema e innecesaria y lo expone a traspiés como los que periódicamente registra.
En rigor, lo incomoda sobremanera tener que estar todo el tiempo dando explicaciones. Lamenta estar siempre a la defensiva, interrogado sobre la corrupción kirchnerista y las fuertes críticas al espacio que hoy integra que supo hacer y ahora debe explicar.
Con todo, el frente kirchnerista cuenta con la ventaja de estar liderando con amplitud en distritos como la Tercera Sección Electoral. Esa supremacía peronista en dicha región es histórica, y Cambiemos compensó ganando en las anteriores elecciones en la Primera. Producto del deterioro macrista, esa empresa hoy parece complicada, pero el oficialismo deberá esmerarse para hacer una cosecha de votos que compense el amplio traspié en la Tercera.
Como eso es difícil, cobra singular importancia la Quinta Sección, donde Mar del Plata es cabecera. Por eso es que la Ciudad Feliz fue epicentro el viernes de una nueva escala de Cristina Kirchner y su particular modo de campaña consistente usar su best seller “Sinceramente” como excusa para hablar de los temas que desea. Con guiones acordados previamente, el periodista Marcelo Figueras es una suerte de compañero de fórmula que le da los pies necesarios para que Cristina se explaye. Cual rockstar, la exmandataria hace presentaciones multitudinarias en las que deja títulos para la campaña, sin exponerse a preguntas incómodas, o a la posibilidad de generar fastidio con discursos que retrotraigan al pasado.
Coincidió ese día con la presencia de Elisa Carrió en la misma ciudad, a la misma hora, también presentando el libro que le escribió el periodista Ignacio Zuleta. Las dos mujeres que supieron convivir allá lejos y hace tiempo como legisladoras muy mediáticas y cercanas, confluyeron desarrollando tareas similares, aunque una de ellas no sea candidata. Lilita no lo es, pero le gusta hacer campaña por las causas y candidatos que le caen bien. Y ahora ha aterrizado en la provincia de Buenos Aires para apoyar a María Eugenia Vidal. Haciendo lo que en 2017 no pudo, porque aunque deseaba ser candidata bonaerense para confrontar con Cristina, prevaleció la estrategia duranbarbista de privilegiar la figura de la gobernadora aunque no fuera ella candidata.
No le fue mal a Cambiemos, pero ahora hay que ir voto por voto y todo suma, así que bienvenida sea Lilita, que ya se había mostrado el jueves con la gobernadora en una recorrida por Pilar. Ese distrito es uno de los que está más en riesgo de perder de aquellos donde gobierna Cambiemos. A los problemas de gestión se suma que el candidato peronista “es bueno”, reconocen en La Plata, donde al menos buscan dar pelea. La consigna oficial es evitar diferencias amplias allí donde puedan perder. La premisa es conservar la provincia.
Otros distritos que puede perder el oficialismo en la Primera Sección son General Rodríguez y Luján, aseguran desde el peronismo que, por el contrario, confía retener todos los municipios propios en la provincia.
La estrategia oficialista tiene en Miguel Pichetto un puntal importante, que busca ir por votos peronistas que puedan servir para compensar, pero también acumular para el futuro, cuando necesitarán masa crítica en ambas cámaras, si ganan. En ambos sentidos se entiende la incorporación de Adolfo Rodríguez Saá, no a Juntos por el Cambio formalmente, pero sí como aliado en el Congreso y en esa provincia, donde el gobierno privilegia la relación con el también senador Claudio Poggi. Si se sumaran los votos que ambos lograron en la elección provincial del 16 de junio, superan a los de Alberto Rodríguez Saá. Pero en política se sabe que 2 + 2 puede dar cualquier cosa.
En el mismo sentido apuntó el acuerdo con el rionegrino Alberto Weretilneck. El gobierno bajó la lista de senadores en esa provincia para favorecer la candidatura del actual gobernador para la Cámara alta. El objetivo es lograr más aliados en el Senado para un próximo mandato, además de favorecer las chances de Macri en la provincia, donde el gobierno provincial va con boleta corta.