El dedo acusador de Alberto Fernández fue una de las pocas novedades que dejó el debate presidencial. Ese dedo índice extendido que agitaba como un látigo.
Apuntaba con forma de revólver hacia el presidente Mauricio Macri que, de contragolpe, se la clavó al ángulo cuando se salió del libreto y dijo: “Lamentablemente hemos visto que volvió el dedito acusador, volvió el atril, volvió la canchereada. El kirchnerismo no cambió. Por más que se oculte, trate de mostrarnos algo distinto, es lo mismo”.
En ese momento se definió el combate verbal. En un gesto que lo dice todo. Ese lenguaje no verbalizado suele ser mucho más importante que las palabras. Muestra mucho más que lo que los conceptos disfrazan”. Y esa fue la sensación que mucha gente tuvo. Macri la definió con precisión: “Volvió el dedito acusador, el kirchnerismo no cambió”.
Es que Alberto estuvo agresivo, repitiendo todo el tiempo que el presidente miente o no sabe dónde está parado. Por eso Macri apuntó con todas su fuerza irónica a la piedra fundamental de este nuevo concubinato entre el peronismo y el cristinato. Son varias falsedades que dicen lo mismo. Ella cambió. Ella es buena y democrática.
Ella no es más autoritaria ni soberbia ni altanera. Ella quiere cerrar la grieta y no va a perseguir a nadie. Y como si esto fuera poco, Cristina no es chorra. Es una perseguida política. Ese es el edificio con cimientos de barro que construyeron los Fernández. Y ahí apuntó Macri con su ironía.
Porque en las pocas veces que Cristina salió de su encierro, ella demostró que es igual a sí misma y que fue incapaz de reconocer un error ni de hacer la más mínima de las autocríticas. El diputado Mario Negri lo puso en Twitter: “No te haces cargo del pasado y te sentís dueño de la verdad. Me haces acordar a Cristina”.
Paula Olivetto tuiteó que con los Fernández “vuelve la intolerancia, el pensamiento único, la persecución y la violencia”. Por eso Alberto es un arquero que no sabe si salir a cortar el centro o quedarse en la línea del arco en el tema chavismo venezolano.
Su principal aliado, Sergio Massa dijo en Estados Unidos que estamos claramente frente a una dictadura. Cristina no dice una palabra y Alberto no sabe no contesta. Da vueltas y apela a eufemismos para decir que en Venezuela hay problemas pero la palabra dictadura o narco dictadura criminal que sería la definición justa no aparece en su discurso. Y no es un tema menor.
Muchos de los fanáticos de Cristina creen que el modelo de Maduro es el correcto. En eso, Macri le sacó una gran ventaja. El actual gobierno no solo apoya al presidente encargado Juan Guaidó. Acaba de reconocer a su embajadora Elena Trotta y simultáneamente le pidió a los diplomáticos chavistas que se vayan del país.
Casi una ruptura de relaciones. En cambio Alberto, quiere sacar a la Argentina del Grupo de Lima y moverse a una postura más amigable con Maduro. “Neutralidad es complicidad”, le retrucó Macri.
En un momento Alberto castigó a Macri en donde más le duele: en el fracaso económico. Enumeró la estanflación y la consecuente caída del empleo y aumento de la pobreza. Macri acusó el golpe y apeló a las críticas furibundas que en su momento Alberto había hecho a Cristina y al ministro de entonces, Axel Kicillof. Cualquiera puede ver y escuchar ese momento en internet.
Alberto responsabiliza del cepo, de la pobreza y del desastre económico a su actual candidato a gobernador de Buenos Aires. Pero Kicillof no solamente fue castigado por eso. También cobró por su repudiable declaración discriminatoria de que muchos pobres venden droga por falta de trabajo. Por eso Macri le dijo que lo único que falta es que instale una “narco capacitación” en la provincia.
Pero el error táctico más grave que cometió Alberto fue llevar como un símbolo a Daniel Scioli. El ex gobernador de Buenos Aires es precisamente un emblema de lo peor de la política. Felpudismo ante Cristina, falta de dignidad para pararse ante las humillaciones, doble discurso en el aborto y en el divorcio y encima dejó una provincia fundida donde lo único que creció fue el narcotráfico y todo tipo de delitos mafiosos.
En el plano de la educación Alberto se anotó un poroto en su crítica al poco apoyo que recibió la Ciencia y el Conicet. Pero, agrandado, quiso dar cátedra y les dijo a “estos liberales que deberían aprender de Alberdi y Sarmiento” sobre la piedra angular para el progreso que significa el conocimiento.
Alberto no tiene autoridad moral para hablar de Sarmiento. Uno de los ex camporistas que revolotea a su lado es Juan Cabandié que supo descalificar al Padre del Aula como “un hombre de derecha” y el gobierno de Cristina bombardeó como pudo a ese verdadero gigante de la educación y la innovación.
Yo he sido, soy y seré muy crítico de Cristina Kirchner. No es un por un tema personal. Considero que ella es la persona que más daño le hizo a la democracia argentina y la que más daño le puede seguir haciendo si vuelve al poder. Hablo de la asociación ilícita que lideró para perpetrar un colosal sistema de corrupción nunca visto y saquear en forma serial al estado.
Hablo del chavismo kirchnerista que pretendió y pretende instalar con amenazas e intimidaciones feroces a opositores y periodistas independientes. Hablo del odio militante con el que produjo la fractura expuesta de la sociedad que tiene su origen en sus características personales de soberbia, maltrato y mezquindad, pero que justificó con la ideología del nacional populismo.
Insisto: Yo he sido, soy y seré muy crítico de Cristina Kirchner. Pero el gran talón de Aquiles de Alberto son sus declaraciones demoledoras contra Cristina. Nadie se atrevió a decir cosas tan brutales sobre ella como él.
En mayo, hace cinco meses, armé la travesura periodística de hacer la columna más crítica contra Cristina que se haya hecho jamás. Pero lo hice tomando solamente palabras dichas por Alberto Fernández al periodismo de cara a toda la sociedad. Son columnas de diarios, entrevistas televisivas y radiales que hoy no se pueden borrar. Y uno se pregunta con toda razón: ¿Cuál es el verdadero Alberto Fernández?
En una recopilación de tuits el actual compañero de fórmula que ungió Cristina decía que los peronistas no debían ser aplaudidores porque ella no era la comandante “ni el resto somos reclutas”, que Cristina busca subordinar la justicia y que su gobierno es psicótico y ella también actúa como una psicópata. ¿Fuerte no? Agresiones de alto calibre.
Insisto: no lo digo yo. Lo dijo Alberto. Otro tuit decía: “No estoy a la altura de Cristina. No suelo vivir en la fantasía de los soberbios. Es penoso como ella somete a las instituciones. A Néstor lo acompañé pero con Cristina es imposible”.
El perseguidor tuvo que beber la misma medicina y se transformó en perseguido. Lo denunció varias veces: “Ella estigmatizó a todo el que pensaba distinto y yo fui víctima de todo eso”. Con los muchachos de La Cámpora tuvo fuertes choques. “Todos los militontos se creen revolucionarios y son tristes repetidores de mentiras”. Ese dardo les tiro a los camporitas.
En el caso de la designación del general César Milani fue demoledor: “Que tozudez de Cristina. Se encaprichó con Boudou y pagó un enorme costo. ¿Cuánto pagará por sostener a un encubridor de desapariciones”.
Otro video antológico es cuando Alberto describe a Cristina como alguien que tiene una enorme distorsión de la realidad y recuerda aquella atrocidad de haber sostenido la mentira de Aníbal de que Alemania tenía más pobres que Argentina. La acusa de ser una negadora, terca y absurda que hizo el peor daño posible al invisibilizar a los pobres. Parece Elisa Carrió la que castiga a Cristina pero es Alberto.
El último empujón se lo dio el presidente Macri en el tema inseguridad que según el anterior gobierno era una “sensación”. Y los Zaffaronis que lo rodean andan justificando y defendiendo a los delincuentes y a los victimarios. Macri dijo que “antes, las víctimas de delitos no tenían derechos. Y nosotros apoyamos a las fuerzas de seguridad en la lucha contra el delito”.
Se acabaron las palabras. Los gestos con el dedito de Alberto fueron un tiro por la culata. Quiso poner el dedo en la llaga y lo puso en el enchufe.