Desde la victoria electoral de Alberto Fernández (AF) se viene sugiriendo con creciente énfasis que para aplacar los problemas económicos hay que “ponerle dinero en el bolsillo a la gente”.
Más allá de las buenas intenciones detrás de la propuesta (mejorar los ingresos de los consumidores, en especial aquellos de menores ingresos), la idea puede causar más daño que beneficios. El punto no es si las intenciones detrás de una propuesta son “buenas” o “malas”, sino si dicha propuesta genera los resultados esperados. Las buenas intenciones no garantizan los buenos resultados.
Algunos de los problemas detrás de la idea de “ponerle dinero en el bolsillo a la gente.” ¿Quién lo financia?
Cómo es usual con este tipo de iniciativas, los políticos no suelen prestar atención al origen de los fondos que sus propuestas necesitan. Ponerle dinero en el bolsillo a la gente es una transferencia (\Delta Tr). La misma se puede financiar con suba de impuestos (\Delta T), emisión de deuda (\Delta B), baja del gasto público (\Delta G), o bien con emisión monetaria (\Delta M). Puede haber también una categoría de “otros” (\chi); por ejemplo venta de activos (acciones de la ANSES, etc.) Es decir, podemos reducir la propuesta relación.
\Delta Tr = \Delta T + \Delta B - \Delta G + \Delta M + \chi
Los defensores de esta propuesta suelen mirar el lado izquierdo de esta ecuación (\Delta Tr) sin prestar atención al lado derecho, que es justamente el origen de los fondos necesarios para poder “realizar” el lado izquierdo.
Subir impuestos no parece ser una buena manera de financiar este proyecto. Es, en definitiva, sacarle dinero al contribuyente por un lado y devolvérselo por el otro. Emitir deuda no parece ser una opción factible. ¿Va a ser deuda en pesos? ¿Va a ser deuda en dólares que luego hay que transformar en pesos en el mercado de cambios?
Bajar el gato no parece ser una alternativa jamás digna de consideración por el político medio argentino. Sería, también una manera de sacarle dinero a uno para dárselo a otros.
Queda, en definitiva, la monetización de la propuesta, lo cual lleva a mayores tasas de inflación. Esta parece ser la idea detrás del “ponerle dinero en el bolsillo a la gente”. Más allá del problema de la inflación, esta idea tiene un problema de diagnóstico.
Un problema de diagnóstico
La inflación es el resultado de un exceso de oferta de dinero por sobre la demanda de dinero. El problema es que sobran pesos, no que falten. El dinero que no se demanda se utiliza para demandar bienes y servicios que produce un aumento generalizado en el nivel de precios. Por el contrario, una demanda de dinero mayor a su oferta resulta en una caída en el consumo (para aumentar saldos monetarios) y en deflación.
Si el problema es que sobran pesos, ¿por qué se habla de “ponerle dinero en el bolsillo a la gente” (financiado con emisión monetaria si hace falta)? ¿Por qué si sobran tantos pesos hay familias que no llegan a fin de mes?
El problema de la inflación, claro, no es que suban los precios, sino que lo hacen de manera desordenada. Algunos precios suben antes que otros. Algunos precios suben más rápido que otros. Etc. Estos efectos no-neutrales (al menos de corto plazo) tienen efectos importantes.
El problema es que la expansión monetaria no afecta a todo el mercado al mismo tiempo. Ejemplo, el banco central emite pesos para financiar el déficit público. El primer agente económico en recibir los nuevos pesos recién impresos es el Tesoro. El gobierno recibe nuevos pesos antes que hayan sido utilizados para adquirir bienes y servicios. Por lo tanto, el Tesoro puede gastar los pesos antes que hayan subido los precios.
A medida que los pesos van de proveedor en proveedor distintos precios se ven afectados en distinta medida en distintos momentos. Eventualmente, la última persona en recibir los nuevos pesos lo hace después que los precios hayan subido. Son estas personas quienes tienen problemas para llegar a fin de mes. Estas personas ven los precios subir antes que sus ingresos. Estos son los principales destinatarios del “ponerle dinero en el bolsillo a la gente.”
Por este motivo es que la inflación es también un impuesto. En general un impuesto a los asalariados en beneficio del estado. En lugar de transferir pesos de los asalariados al gobierno, el impuesto transfiere poder adquisitivo de los asalariados al gobierno. Al final del día es indistinto si los precios se mantienen constante y el estado me quita el 10% del dinero en mi billetera o si los precios suben un 10% pero no me quita un solo billete de mi billetera. En ambos casos pierdo un 10% de mi poder adquisitivo, ya sea porque tengo menos billetes o la misma cantidad de billetes pero con menos poder adquisitivo.
El problema no es entonces que falten pesos en el bolsillo de la gente. El problema es que el exceso de pesos es también un impuesto que quita recursos de los contribuyentes y los transfiere al gobierno. La solución no es mayor emisión monetaria. La solución es, por el contrario, bajar de una buena vez la inflación. La propuesta de “poner dinero en el bolsillo de la gente” vía emisión monetaria erra en el diagnóstico y, por lo tanto, erra también en la solución.
Por último, una curiosidad para abogados constitucionalistas. Si la inflación es un impuesto no legislado, ¿quiere esto decir que la inflación es inconstitucional? Nicolás Cachanosky