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Tips para entender lo que pasa en Latinoamérica

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Luz, cámara y acción en el Planeta Guasón
Luz, cámara y acción en el Planeta Guasón

Siiii. Fue un fin de semana a toda orquesta, como si se acabara el mundo. Lula Livre, anhelo viral de la izquierda continental; intifada chilena contra una universidad, una Iglesia y casi casi la residencia diplomática argentina. Y la salida de Evo Morales, que parecía atornillado en el Quemado.

 

Check out en Bolivia. En términos de su geología política, retornó a la vieja normalidad obviada en muchas crónicas de hoy, repleta de explosiones e implosiones que le llevaron a sumar 88 presidentes en 194 años. Evo había detenido la montaña rusa con su experiencia desarrollista e inclusiva de indígenas, pero nada es para siempre. Se lo comieron el desgaste y las malas noticias, como la lenta caída de un imperio del gas natural, principal recurso boliviano, el 33% de los casi US$ 9.000 millones de sus exportaciones. Morales, en su notable revolución económica y social, había nacionalizado los hidrocarburos en 2006, con un esquema mixto cuyas disfunciones (pérdidas de reservas de YPFB por menor inversión en exploración, precios políticos para favorecer el consumo doméstico) fueron tapadas por la prosperidad. Pero el negocio comenzó a trastabillar con el auge del pré-sal de Brasil y, en menor escala, por el revivido gas de Argentina, con Vaca Muerta. El ahora exministro de Hidrocarburos, Luis Sánchez, reconocía hace poco que para los nuevos contratos, a partir de diciembre, el augurio era pobre: sólo se había renovado por el 35% de lo que Bolivia le vendía a Brasil en 1999.

También incidió, de eso no se habla menos, el menor flujo de remesas de emigrantes, la otra gran commodity boliviana. Entre enero y julio de este año, Bolivia recibió US$ 776 millones de connacionales que viven en Estados Unidos, Chile, Brasil y Argentina, principalmente. En el caso argentino, por la enorme devaluación de su moneda, la caída fue del 42%.

(Asterisco: ¿Qué cuantos bolivianos hay en Argentina? El censo de 1980 contó 118.000 y el de 2010, el día que murió Nestor Kirchner, 345.000. Pero desde 2011 a 2017 hubo una explosión de ingresos: otros 414.000 bolivianos obtuvieron radicación).

Pero Bolivia crecía, y los dos primeros gobiernos del MAS fueron generosos. Y por encima de odios y antipatías ideológicas, raciales y culturales, el hoy abatido selló su alianza con los agropecuarios de Santa Cruz en la expansión de la frontera agrícola hasta exportar US$ 800 millones de soja, casi lo mismo que las remesas mencionadas.

Aunque la decadencia, en versión latinoamericana, lleva a errores: para favorecer a los hacendados, en los mismos días en que su vecino enemigo Jair Bolsonaro daba el OK para desmatar la Amazonia, Evo firmó el decreto supremo 3.973 para desforestar 1.000.000 de has en tierras privadas y comunitarias como parte del “manejo integral de bosques y tierras”. Entre agosto y octubre, casi 3.000 focos de incendio habían destruido 4.000.000 de has de bosque nativo. En plena campaña electoral ardieron sin control el bosque Chiquitano – declarado patrimonio de la Humanidad - la Amazonia boliviana y el Pantanal Occidental.

Pero no fueron el agotamiento de un ciclo de prosperidad o un desmanejo ecológico lo que terminó por tumbar a Evo. Talló su empecinamiento de perpetuidad, después del referéndum de 2016 que le dictó irse a casa. Sus últimas horas de palacio fueron de patética zozobra. Como un rey desnudo, desprotegido, tras su reconocimiento de la chapuza electoral, con su aparato confuso y dividido, expuesto sin policía ni militares fieles. Entre tantas lecciones que ofrece a diario la gratuidad de internet, se puede hacer click en el auge y ocaso de experiencias nac&pop en la región. Prósperas en adhesiones, por la redistribución o pecados garrafales de las derechas liberales. Y en desgracia cuando el ciclo virtuoso dice no va más.

O mito volta. Una heladera vacía mata todo ideal o prejuicio. Lo sabe Lula, encarcelado, idolatrado y sacado por los jueces de la arena para que no volviera a reinar. Pero el Lava Jato, el Mensalao y el Petrolao, existieron. No son un invento febril las montañas de expedientes sobre corrupción y venalidades que toda la clase política brasilera exportó, vía su pool de la construcción y otros negocios al continente, provocando crisis descomunales en el tablero político regional. Algún día se sabrá, cuando los actores de hoy sean viejitos respetables y tiernos, porqué Argentina fue el único país del continente donde no hubo affaire Odebrecht.

Pero aquí crecieron otras, como las de los hoteles K y los Cuadernos y el asunto es qué hacer con el testimonio de 141 popes empresarios arrepentidos y los dos centenares de procesados). Los tribunales de Brasil, desde que estalló la trama, en 2014, juzgaron 267 personas y dictaron penas por 2.242 años. Sesenta y tres personas, 18 empresas y tres partidos políticos (PP, MDB e PSB) devolvieron US$ 4.800 millones y hay acuerdos pendientes acuerdos por US$ 3.400 millones.

Lula vuelve energizado y con un plan de vuelo difuso. Por un lado propone al establishment volver a confiarle, como a comienzos de siglo, el rol de articulador entre las demandas populares y el mundo de los negocios. Harán falta correcciones a la guadaña de conquistas sociales que comenzó Michael Temer y continuó Bolsonaro, hoy plasmando la reforma previsional y el rediseño del Estado prometidos.

Pero Meu Capitán y sus insoportables talibanes que viven inquietando a los mercados no parecen los más aptos para timonear otro mandato. La vuelta del PT al Planalto requerirá de malestares colectivos y del triunfo de la esperanza por sobre la experiencia: Dilma, la última inquilina petista, fue defenestrada en un polémico impeachment favorecido por el malhumor de la calle, en un bienio 2015-2016 fatídico en que el PBI cayó un 7%. Con Bolsonaro y su ultraliberal Paulo Guedes, la inflación está contenida (3,56% este año) y la economía crecerá casi un 1%.

Como hizo Mauricio Macri, Bolsonaro sabe que los planes sociales son inamovibles en un país de asimetrías tan inmensas como su territorio. Son 14 millones las familias que reciben 48 dólares, mensualidad del programa Bolsa Familia. Y los subsidios suman US$ 7.776 millones/año, poco más del 1% del presupuesto estatal. Bolsonaro le agregó un nuevo “aguinaldo”, que será entregado a fin de año, por otros US$ 674 millones.

El mayor obstáculo de Lula, tal vez sea la retroalimentación, como en otros dirigentes afines de la región, de un discurso radicalizado. Y en las últimas jornadas bendecidor del régimen de Nicolás Maduro, lo que le hará difícil de pescar simpatías afuera de sus bases izquierdistas.

Moralejas de los ciclos. Evo, en su afán de persistir mandando, acaba de quedarse con nada y su futuro dependerá de la capacidad para volver a construir un diezmado poder, también de los errores o aciertos de quienes le sacaron la roja. Lula, mito viviente de nuevo en la calle, no es un paria a proteger sino el desafío de la izquierda entre la estrategia que vuelva a incluir o los cantos de sirena de Nicolás Maduro, ese sí un paria con mayúsculas, abrazado hoy a Beijing y Moscú y a oportunas excepciones a todo bloqueo, como la de Chevron, cuya continuidad en el decrépito pero abundante petróleo venezolano fue debate zanjado hace pocos días, a favor, en la Casa Blanca.

Venezuela, precisamente, es una piedra en el zapato, la invitación incómoda a circunloquios. El factótum de ahora ruidoso Grupo de Puebla, el chileno Marco Enríquez Ominami (MEO), definía al tardochavismo como “una democracia en problemas”, un concepto que le puede sumar pero sin duda que resta.

Guasones. Los políticos, a diestra y siniestra, no ven todo el Netflix que quisieran, porque dedican horas a saber qué pasa en el mundo. No sólo conservadores y neoliberales, también el progresismo boyante que añora su feliz primera década del siglo. “Mirá esto, la puta madre”, miraban en los break en el Grupo de Puebla, en Buenos Aires, pero también los que están muy lejos de sus ideas.

En las teles y en los teléfonos, muchachos chilenos concentran su tarea demoledora en una iglesia y una universidad, la embajada argentina zafó de milagro. En tiempos de Amazon, el patrimonio cultural conmueve más que ver arder un supermercado suburbano. Mirá, mirá y mirá, no te pierdas esto: en Santiago o Antofagasta, modélicas hasta ayer del latam business system. Pero no apagues el celu: también en La Paz y Cochabamba, impactan fogatas en casas y emblemas de jerarcas del evismo caído. Dale like o don’t like, según tu filiación político-religiosa.

“¿Qué parte de la película nos perdimos?” se preguntan hasta los más sabiondos. Tal vez el final de Guasón (Joker), el aquelarre festivo de destrucción de Ciudad Gótica. Tal vez, más crudo aún, la ovación juvenil cuando se encienden las luces del cine. Un fantasma pirómano recorre el mundo, vos estate atento. Y no digas esto a mí nunca me va a pasar.

 

2 comentarios Dejá tu comentario

  1. Sabiondos?????Cuales. NO saben, no entienden, no ven nada. Están viendo otra película. Lástima que depues hay que decirles: Te lo dije.

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