El Papa Francisco está furioso con Alberto Fernández. Tanto, que peligra la visita al Vaticano que estaba prevista en estos días, antes aún de la asunción del presidente electo. Tan profundo es el sentimiento de traición que lacera a Jorge Bergoglio, que podría haber una ruptura del gobierno con la Iglesia antes del inicio de la nueva administración.
Los exégetas de la nomenclatura gestual del Papa, afirman que la mueca que se le dibujó al Santo Padre en las comisuras de los labios fue más severa aún que la que le dedicó a Mauricio Macri durante aquel incómodo encuentro entre ambos.
El presidente electo adelantó su intención de enviar al congreso un proyecto de ley para habilitar la despenalización del aborto. De hecho, dijo, podría ser una de las primeras leyes de la gestión Fernández-Fernández.
Con sus declaraciones, el exjefe de gabinete de los Kirchner está a punto de producir un cisma en el peronismo, en los diferentes sectores de la Iglesia que lo apoyaron durante la campaña y en la sociedad civil, ya bastante dividida. Resulta previsible que si se tratara nuevamente el tema en el congreso, volverían las marchas masivas a favor y en contra de la ley, acaso con más fuerza que las del año pasado.
Resulta cuanto menos extraño el momento que eligió el presidente entrante. Sería raro que Fernández decidiera dilapidar todo el crédito papal (tal vez habría que decir Paypal) antes de asumir, a la luz de la difícil situación económica que heredará. Tal vez sea oportuno recordar cuándo y por qué se produjo el distanciamiento entre Macri y el entonces monseñor Bergoglio.
Fue exactamente el 26 de febrero de 2010, cuando Macri se negó a apelar el fallo de la jueza Elena Liberatori que había aprobado el matrimonio entre dos hombres. Un hecho que la Iglesia considera grave, pero muy menor en comparación con el complejo tema del aborto con innumerables aristas: éticas, morales, filosóficas, teológicas, sociales, sanitarias y tantísimas otras.
¿Se trata de un acto de torpeza, de cálculo político de Alberto Fernández o de una combinación de ambos? Tal vez este tema se explique directamente con un dato no menor: la posible elección de Guillermo Nielsen como ministro de Economía. ¿Cuál es relación entre la economía y el aborto?
Nielsen es un economista ortodoxo que desprecia a Axel Kicilloff, la niña de los ojos de Cristina. A la vez, y en espejo, los sectores de la izquierda kirchnerista consideran a Nielsen un representante de la derecha y el ajuste. De modo que reintroducir la discusión del aborto equilibraría la balanza con un gesto hacia la izquierda.
Digna jugada de Néstor Kirchner: avanzar por la derecha en la economía y compensar hacia la izquierda con derechos que no distraen presupuesto, aunque sí la atención de la opinión pública. Pero además, Fernández considera que no pagaría un gran costo político.
Se acaba de conocer un estudio del Conicet, organismo muy preciado por Alberto, uno de los escenarios de su campaña, que afirma, entre otras cosas, que la cantidad de gente religiosa en Argentina bajó del 76,5% al 64 %.
Agrega que el 51, 8% de los encuestados está de acuerdo con el aborto en las causales hoy permitidas por la ley, es decir, en caso de violación, de que la vida de la mujer corra peligro o que el feto sufra una malformación. Hoy mismo la Iglesia recordó que no coincide ni siquiera con estos argumentos de vida o muerte para la mujer.
Hay que tener en cuenta a qué audiencia iban dirigidas las palabras de Fernández: el público de Página 12, un diario muy contrario a Bergoglio, desde cuyas páginas se lo acusó de ser colaborador de la dictadura militar y cómplice en casos de secuestros y desapariciones.
El aborto es un tema tan polémico como taquillero. A tal punto que Gómez Centurión basó toda su campaña en la oposición a esta ley. Pero además, este tópico traza una grieta muy profunda que no coincide con la ya clásica kirchnerismo/antikirchnerismo.
Otra señal para su clientela: la semana pasada Alberto fue a la presentación del libro “Somos Belén” de Ana Correa. Se trata de la biografía de una tucumana que pasó años en la cárcel por ser inculpada por un aborto espontáneo. El mensaje parece claro. Pero no lo fue. ¿Fernández apoyaría la legalización de acceso gratuito o sólo la despenalización?
Con lo que dijo logró irritar a otro Fernández en este sainete de múltiples Fernández. El indignado se llama Víctor Manuel Fernández y es arzobispo de La Plata, mano derecha de Francisco, quien cuestionó a Alberto por “comenzar su mandato con un tema que divide a los argentinos”.
El cura dijo que “casi ninguna mujer va presa por abortar”. El libro a cuya presentación acudió Fernández desmiente la afirmación del cura Fernández. Por ahora Alberto prefirió bajar el tono en la discusión con el Papa.
¿Cómo leería el mundo que el país de Francisco permitiera el aborto? ¿Dónde quedaría la autoridad papal si eso, además, sucediera bajo un gobierno peronista a cuyo ascenso contribuyó Roma? Demasiadas amarguras para un Papa que sueña con un sincretismo cristiano-justicialista que devuelva la armonía entre el Cielo y la Tierra.