Un viejo maestro del periodismo y de la vida, el doctor David Feldman, me decía a menudo en Rosario: “El problema de Argentina no es el robo, sino el reparto”.
Pasaron muchos años y el peronismo parece que ha aprendido a organizarse mejor en este aspecto.
Ya no habrá una conducción férrea y centralizada como la de un sicópata paranoico (Néstor Kirchner), sino una suerte de “patente de corso” para que cada uno robe lo que le parezca, ya que todos y cada uno de los mecanismos de control serán desarticulados.
Alberto Fernández mostró ayer el mazo. No dejó duda alguna sobre sus verdaderas intenciones.
A diferencia de NK, que disimulaba su voracidad y pasión por el saqueo de las arcas públicas incorporando en un inicio figuras transparentes como Marta Oyhanarte, Luis Juez, Julio Bárbaro o Rafael Bielsa, AF decidió que no hay tiempo para medias tintas y hay que llevarse todo sin utilizar antifaz, sin colocarse capucha.
Como hacían hace siglos algunos emperadores y señores feudales, Alberto les ha entregado un documento por el cual el propietario de cada cartera tendrá permiso de la autoridad política para atacar poblaciones enteras.
Estos permisos se abolieron en 1856, en el Tratado de París que dio fin a la guerra de Crimea, pero el presidente electo es un profesor de Derecho con lagunas de memoria muy particulares.
Argentina tiene un problema de violencia ligada a los delitos satélites del narcotráfico. En cuatro de cada cinco crímenes está involucrada la droga.
¿Debería poner como hizo en una caótica Nueva York el alcalde Rudolph Giuliani a un super policía como William Bratton?
¿Debería imitar a los colombianos que erigieron al general Oscar Naranjo en el único oficial con cinco estrellas en la historia del país gracias a su lucha contra los carteles?
Claro que no. AF sorprendió a todos nombrando a una ignota antropóloga cuya “expertis” en el ámbito de las armas se reduce a las películas que vio en Netflix.
El primer mandatario nunca habló de poner scanners de última generación en puertos y fronteras para discernir entre material orgánico e inorgánico para frenar marihuana, cocaína o hachis.
Nunca propuso comprar o fabricar aviones para patrullar los límites con Bolivia, Lo mismo ocurrió con los radaees 3D que brillan por su ausencia y con las lanchas rápidas que podrían detener a las 3000 barcazas paraguayas que infectan la hidrovía.
Jamás se interesó por campañas intensivas para frenar el consumo o prometió crear una DEA nacional. Tampoco un FBI que pudiera acorralar al crimen organizado. Menos aún, coordinar una fuerza supra nacional con los vecinos del continente ya que las mafias son también internacionales.
AF nunca se refirió a que casi medio millón de personas viven del narcomenudeo (lo reconoce hasta el propio Axel Kiciloff). Casi el diez por ciento de la población nacional padece adicciones.
Los narcos y los políticos chorros tendrán sus credenciales al día para hacer y deshacer todo lo que quieran en la Argentina porque están desactivados todos los controles gubernamentales.
-La UIF, Unidad de Información Financiera, que depende de presidencia no es más que un chiste. Seguirá igual aunque se cuenten con los dedos de la mano las condenas por lavado en un país plagado de bunkers, dealers y barones del mal.
-La SIGEN, Sindicatura General de la Nación, seguirá hibernando, como ocurrió en el gobierno de Mauricio Macri.
-La AGN, Auditoría General de la Nación, extraña a un Leandro Despouy. La tibieza de Cambiemos, ya que se trata de una función destinada a la oposición parlamentaria, es funcional a la desmesura de los K.
-La FIA, Fiscalía de Investigaciones Administrativas, tampoco tendrá un hombre de prestigio como fuera el ex fiscal Manuel Garrido.
-La OA, Oficina Anticorrupción, tampoco quedará en manos de la oposición. Será tan cómplice como lo fue Laura Alonso con el presidente Macri. O como lo fue en epócas de NK con el recién nombrado secretario general de presidencia, Julio Vitobello.
Resumiendo... una banda de forajidos, con carnet firmado por AF, tendrán a su piacere un presupuesto de casi ochenta mil palos verdes para hacer lo que se les cante.
AF desprecia la tecnología y seguirá usando la ley de compras de 1947 que permite la aparición de Lázaros Báez en cada ministerio, secretaria, dirección o pequeño sucucho que maneje las compras y servicios en la Nación, las provincias, los municipios y las comunas.
AF aborrece la transparencia y seguirán siendo ocultos los listados de pobres que reciben dádivas del Estado y están obligados a reponderles a los punteros de organizaciones sociales o políticas.
AF sigue en la edad media y no auspiciará los controles biométricos para detectar ñoquis en el Estado.
AF no cree en la meritocracia y, por ello, el ingreso a la administración pública seguirá siendo sin concursos o exámenes. Todo quedará en manos de La Cámpora.
AF pondrá en la AFIP a la ex cuñada de Máximo Kirchner, Virginia García. ¿Qué más se puede agregar?
AF va a promover una reforma en la Justicia integral para transformarla completamente en un apéndice del Poder Ejecutivo.
Alguien que es capaz de discutir la corrupción que existió en el kirchnerismo está más cerca de debatir con un terraplanista que de ser el encargado de comandar un país en crisis.
AF puso a Gustavo Béliz en la Secretaría de Asuntos Estratégicos, con rango ministerial, para que combata a su archienemigo, Jaime Stiuso. Al ex capo de la SIDE lo responsabilizan por varias desventuras de los K en los últimos años.
AF puso en el ministerio de Interior a otro impresentable como Eduardo “Wado” de Pedro. Lo único que se recuerda de “Wadito” en épocas de los K es que derivaba toda la asistencia estatal a su Mercedes natal, donde tenía armado su circo político familiar. En esas manos caerá la “equidad” del reparto de fondos desde la Casa Rosada hacia las provincias.
AF designó a Luana Volnovich, figura de La Cámpora, al frente del PAMI. Estaría bueno que recordara lo que hizo esta agrupación política (y él mismo) con el Hospital Francés, al que fundieron y luego transformaron en un centro asistencial residual para jubilados.
La lista podría extenderse hasta las 200 páginas (algo que haré en el mes de marzo, cuando ya quede claro en la práctica este esbozo inicial).
“El problema no es el robo, sino el reparto”, me explicaba el ruso Feldman. Y tenía razón. AF parece haberlo escuchado.
Como en la serie de filmes “Terminator”, cada nuevo modelo que nos presentan los K es más aterrador que el anterior.