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TRAVESURAS VATICANAS

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MÁS BASURA BAJO LAS ALFOMBRAS
MÁS BASURA BAJO LAS ALFOMBRAS

MÁS BASURA BAJO LAS ALFOMBRAS

   Todo el mundo sabe que una de las habilidades del Vaticano es el ocultamiento de la  información que le resulta incómoda o, cuando ésta asoma a la luz, el despliegue de todos sus recursos para intentar censurarla o “disolverla”, incluso sin reparar a veces en las presiones más extremas para que ello ocurra.
   
La última tentativa en tal sentido se conoció a comienzos de este año, y consistió en el intento de boicotear la exhibición, en su momento, de la película británica “Dios te salve” (Conspiracy of silence, 2003), que aborda el tema del celibato sacerdotal y el silencio de la Iglesia en torno a la proliferación del SIDA dentro de la propia institución.
    
Cabe recordar que lo mismo se pretendió hacer con la más reciente “El Código Da Vinci”, estrenada a mediados de mayo último, cuando la furia que ya había generado anteriormente el libro original estalló nuevamente en el ámbito del Vaticano y especialmente del Opus Dei, por mostrar ese filme a esta secta religiosa –tal es su comportamiento- como una sombría organización que no vacila en recurrir al crimen para proteger sus intereses.

   
En el caso de “Dios te salve”, esta película –escrita y dirigida por John Deery y cuyo guión fue premiado por la International Screenwriting Awards- emprende la difícil tarea de presentar temas tabú de la Iglesia sin sensacionalismo alguno, y termina confrontando al espectador con una realidad estadística de mucho peso: en los últimos 25 años, más de 100.000 sacerdotes han renunciado a su ministerio, y los seminarios se encuentran cada vez más desiertos, como señala un artículo de la revista mexicana “Proceso” firmado por Javier Betancourt en enero de este año.
   
Luego de un prólogo en el que un sacerdote se atreve a denunciar, en un concilio del Vaticano, que en la Iglesia hay religiosos muriendo de SIDA y por ello es severamente reprimido por las autoridades eclesiásticas, la historia del filme, ubicada en la Irlanda católica de la actualidad, se desarrolla primero en uno de esos seminarios de tan poca vocación y mucha intolerancia. La imagen más impactante de la película es la que muestra las manos de aquel sacerdote con la leyenda pintada “La Iglesia muere de SIDA”, pegadas con desesperación al cristal de la limusina que lo lleva forzosamente al aeropuerto.
   
Sean ellos homosexuales o heterosexuales, se sabe que la exigencia del celibato está asfixiando a muchos curas, como lo refleja con mucha asiduidad la prensa en relación a tantos escándalos de abuso sexual por parte de hombres de la Iglesia. El objetivo del filme es plantear la controversia, si bien el primer incidente ocurre en el ambiente del seminario –cargado de testosterona- donde algunos seminaristas practican deportes rudos y después planean con quién van a pasar la noche. Pronto, esa intriga salta los muros del seminario y se proyecta hacia la vida familiar y la sociedad de Irlanda.
   
Uno de los protagonistas, sorprendido al salir de la habitación de un compañero, es injustamente expulsado del seminario por su muy autoritario rector. Al mismo tiempo, el sacerdote reprimido por la Curia por sus denuncias se suicida. Un reportero del diario local conecta los dos incidentes y decide sacar todo el asunto a la luz. En tanto, el grupo ultraconservador que rodea al obispo recurre a prácticas mafiosas tratando de evitar el escándalo cueste lo que cueste.
   
Cualquier similitud de esta historia con partes de “El Código Da Vinci” es pura casualidad. De todas maneras, el Vaticano y su entorno ya nos están acostumbrando a que las casualidades... no existen.


El “calcio” y el Banco del Papa

   
Poco antes de comenzar el reciente Campeonato Mundial de Fútbol había estallado en Italia el escándalo del “calcio”, el sonado caso de las malversaciones económicas con la compra-venta y el pase de jugadores del fútbol peninsular en el que se vieron involucrados varios equipos de primera línea e incluso el entrenador de la selección “azzurra”, Marcello Lippi, a quien se le concedió la gracia de viajar a Alemania al frente del equipo, que como se recuerda regresó campeón. No bien volvió a Italia, Lippi, pese al éxito alcanzado, renunció a su cargo en la selección.

   
El manejo de fondos en negro provenientes de las negociaciones con futbolistas fue realizado por la firma “GEA World”, en la que actuaban Davide Lippi –hijo del director técnico- y Alessandro Moggi. Fuentes ligadas a la investigación que encabeza la Fiscalía de Nápoles, basándose en escuchas telefónicas que desataron más escándalo, señalaron a periodistas locales que buena parte de esos fondos, surgidos de la falsificación de balances y el reciclaje de dinero sucio, pudieron terminar en cuentas bancarias del Vaticano, especialmente en el Instituto de Obras Religiosas (IOR), más conocido como Banco Vaticano o “Banco del Papa”.
   
La “GEA World” tiene sólidas conexiones con el mundo financiero italiano, ya que su mayor accionista, con el 32,4 por ciento del paquete, es Chiara Geronzi, hija del presidente de “Capitalia”, el grupo bancario más poderoso del país. Se sospecha que porcentajes en negro de transferencias de jugadores, que oscilaban entre el 5 y el 15 por ciento del total, fueron a parar a cuentas corrientes cifradas fuera de Italia, y los fiscales no descartan que algunas sean del IOR.
   
Cabe recordar que esta institución financiera vaticana debió padecer no pocos sofocones ya a comienzos de la década de 1980, cuando era presidida por el oscuro obispo Paul Marcinkus y se relacionó entonces con la mafia a través de Michele Sindona, la Logia P-2 y el Banco Ambrosiano de Milán, entonces presidido por Roberto Calvi. Este Banco quebró fraudulentamente en 1982, y generó que el IOR tuviera prácticamente que vaciar sus arcas al tener que cubrir 240 millones de dólares perdidos por el Ambrosiano. A la vez, el banquero Roberto Calvi, que había huido, apareció colgado bajo un puente de Londres, extrañamente “suicidado” ya que se encontraron en los bolsillos de su chaqueta unos fajos de dinero y también algunos ladrillos. Todo un mensaje, ya que en francés la palabra “ladrillo” tiene cierta sinonimia con la palabra “ladrón”.
   
Lo cierto es que al “Banco Vaticano” le costó bastante tiempo restablecerse de esa cuantiosa pérdida, ardua tarea que encabezó el extinto Papa Juan Pablo II, deshaciéndose del obispo Marcinkus y designando una comisión de banqueros, muchos de ellos españoles ligados al Opus Dei, para reacomodar nuevamente las finanzas del Vaticano.
   
Parece ser que pasó el tiempo pero no las mañas en lo que respecta a los manejos financieros y la avidez recaudatoria de dinero del IOR, el “Banco del Papa”, a la luz del nuevo escándalo surgido por el fraude en el “calcio” y que lo roza muy de cerca.
   
Bajo las rojas alfombras del Vaticano se oculta mucha basura. Cabe preguntarse con cuántas travesuras más nos sorprenderá este Estado, el más pequeño en tamaño pero uno de los más poderosos del mundo. 

 

Carlos Machado

 

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