Alberto Fernández está ejecutando un ajuste profundo sobre jubilados y trabajadores, mientras sus operadores lo niegan cotidianamente. Delicias de un país pintoresco.
Mientras a los jubilados les congelaron los aumentos que venían recibiendo y se los entretuvo con dos bonos por $5.000, queda a las claras que lo que viene para ellos será peor, ya que es el propio Presidente el que admitió que lo dispuesto por el gobierno de Macri era directamente impagable.
Entonces resulta obvio, que al menos por este año, los jubilados no van a estar mejor.
Y a los trabajadores, públicos y privados, se les fijó un aumento por decreto de $4.000 que descontando las cargas sociales significan de bolsillo unos $2.500.
En este caso también lo que vendrá será peor ya que de hecho se han congelado las paritarias y en su caso la advertencia hacia la dirigencia sindical sobre la racionalidad de los reclamos ha sido comprendida claramente.
Entonces resulta obvio que tampoco el sector laboral estará mejor durante el 2020.
El Presidente, versátil y locuaz como pocos, se ha convertido en punta de lanza de un gran ajuste. Y está perfecto que así sea.
Él sabe que la sociedad no sólo le permite hacer lo que quiera al peronismo, sino que además le perdona lo que hace y lo que no.
Ningún ciudadano le factura seriamente haber sido Jefe de Gabinete de un gobierno cuya matriz de corrupción fue brutal, como el mismo Alberto Fernández supo afirmarlo en varias oportunidades, sino que tampoco le reclama que la llamada solidaridad compulsiva no alcance a la clase política, ni a funcionarios ni a otros sectores privilegiados de la sociedad.
El plan económico de Alberto Fernández no tiene espacios para yerros, de aquí en adelante.
Está obligado a que le vaya bien tanto en las negociaciones con los acreedores privados como en aquellas que encare con el FMI.
De lo contrario, el frente interno que tiene a la “hienas” al acecho lo terminará desplazando del poder. Las posibilidades son muy buenas.
La deuda externa en términos del PBI es baja y manejable.
El problema de nuestro país se focaliza en hacer lo necesario para cubrir intereses de la deuda por unos 10.000 millones de dólares.
Eso no se consigue estimulando artificialmente el consumo. Por ahí, no es.
Se trata de recuperar casi 20.000 millones de dólares que se encuentran en poder de la ciudadanía y que hemos escuchado erróneamente que se habían fugado durante la última etapa del gobierno anterior.
Nunca hubo una fuga de capitales, era simplemente la desconfianza que el argentino suele sentir respecto a una clase política que aún con una ley de intangibilidad de los depósitos, hace unos años atrás se quedó con los dólares de gran parte de la sociedad.
Si vuelve la confianza, los dólares vuelven al sistema financiero y ese sí es un motor genuino de reactivación de la economía.
Inclusive la situación interna es muchísimo mejor que la heredada por Mauricio Macri en el 2015.
En aquel entonces, el déficit primario que dejó la gestión del gobierno kirchnerista fue de casi -4,0 % del PBI y un BCRA en rojo.
Macri llevó a cabo el trabajo sucio de ordenar las cuentas y dejó un déficit primario de unos -0,7% del PBI y reservas por unos 14.000 millones de dólares.
Si Alberto Fernández hace sus movidas correctamente en este gran tablero de ajedrez, para cuando llegue el momento de negociar con el frente externo puede sumar un aliado creíble y con predicamento internacional: Mauricio Macri.
Pero antes deberá ser claro con Donald Trump, abandonar la neutralidad, pronunciarse contra Irán y dejar de acompañar los divagues continentales de un dictador como Maduro.
Pronunciarse cuando Irán ya no forme parte del planeta, no va a servir.
Como no sirvió aliarnos contra Alemania cuando la segunda guerra mundial ya había terminado.
Ese error geopolítico lo pagamos caro y no se puede volver a repetir cuando es obvio que Rusia y China no piensan entrar en ninguna disputa y Bolsonaro se coloca a la vanguardia del cono sur exigiendo además menos restricciones arancelarias y más libre mercado para el Mercosur.
A pesar de lo señalado sobre Mauricio Macri es improbable que internamente lidere la oposición en los próximos años.
Vidal, Carrió y Larreta tendrán ese rol, siempre que Lilita se mantenga dentro del espacio.
Y Alberto Fernández debería apoyarse en esos puntales porque el enemigo interno que va por él, en nombre y representación de otra persona, no es otro que Axel Kiciloff.
Este es el nudo que debe desarmar vía intendentes, gobernadores, sindicalistas y la estructura activa del PJ.
De lo contrario me temo que el 41% que no lo votó terminará saliendo a las calles para defender a este Presidente, antes que el “eje del mal” lo termine destituyendo.
Para la militancia fanatizada y mesiánica la imagen del “helicóptero” también se la aplican a Alberto Fernández.
Y él lo sabe de sobra, porque permanentemente le muestran con movimiento pendular la soga con la que preparan la horca.
Sólo un inocente se preguntaría ¿por quién doblan las campanas?
Espero que acierte, Mr. President.